Cultura

Martín Cuenca: "España tiene cierto desprecio inconsciente por su propia cultura"

El cineasta estrena 'El amor de Andrea', un relato de iniciación que aborda el amor familiar y la madurez sentimental

Manuel Martín Cuenca es uno de esos cineastas capaces de mutar del romance al thriller psicológico y regresar al drama sin perder de vista la capacidad de atracción, el enigma y ese ritmo acompasado que tanto engancha al espectador. Con esos mimbres, pero con una mayor sencillez en la narración y en la fotografía, el director de Caníbal, El autor o La hija estrena este viernes en los cines El amor de Andrea, un relato de iniciación que aborda los lazos familiares y la madurez sentimental.

Esta película, que tuvo su puesta de largo en la pasada edición de la Seminci, está protagonizada por la joven Lupe Mateo Barredo, quien da vida a Andrea, una joven de 15 años que se encarga a diario de cuidar de sus dos hermanos pequeños al tiempo que trata de entender la ausencia en sus vidas de su padre desde que se divorció de su madre. Martín Cuenca ha hablado con Vozpópuli de su nueva película, de las tentaciones del cine social y de sus nuevos objetivos en el cine.

Pregunta: Andrea es una joven de 15 años que tiene una madurez fuera de lo normal, pero sin embargo no desentona, es creíble. 

Respuesta: Está fuera del concepto estereotipado de la huventud, Yo tengo un recuerdo de mi juventud muy cercano a Andrea, y también a Lupe. En los castings, en los que hemos visto a alrededor de 15.000 personas, he conocido a muchas chicas jóvenes de ahora. Un ser humano de 14 o 15 años tiene una construcción de los afectos, un discernimiento, aunque no tiene la experiencia de vida de una persona de 40 o 50 años. En la primera entrevista que tuve con Lupe me encontré a una persona con inquietudes artísticas, emocionales y feministas. La película intenta retratar a la juventud tal y como creo que son la mayoría, no como la banda de irresponsables y tarados que a veces se retrata en el cine y las series. 

P: Hay un mantra de desconfianza en los jóvenes que se repite generación tras generación. ¿Por qué?

R: Es una extraña mezcla entre un exceso de paternalismo para protegerles y una superioridad moral, se les ve incapaces de asumir responsabilidades, cuando realmente en muchos casos, y sobre todo en la clase trabajadora, muchas veces son los mayores los que cuidan a sus hermanos más pequeños. La historia que cuenta la película es algo muy común en las clases más humildes, no tienen dinero para que una nany. Un niño es un niño, pero a veces los adolescentes tienen que asumir responsabilidades antes de tiempo y luego, sin embargo, los seguimos tratando de niños.

P: La trama central de esta película habla de los afectos y el momento de la vida en la que toman forma, se forja la personalidad y aparecen los miedos y los traumas. 

R: Es una época clave en la que se construye todo. Lo que hace Andrea, que es confrontar y crecer en ese periplo que ella hace emocional, casi heroico, con valentía y deseo de descubrir, le ha ahorrado 20 años de terapia, que es lo que nos pasa a los mayores, que se ha instalado en nosotros el miedo, el cliché o la dinámica tóxica. Sin embargo, en ese momento es cuando te abres a la vida y cuando es el momento de construirte de forma sana. 

"Hacer un retrato social señalando solo lo negativo y lo terrible en el fondo es una forma de paternalismo burgués"Manuel Martín Cuenca, director

P: Hay un fondo social obvio: Andrea se tiene que hacer cargo de sus hermanos porque su madre tiene que trabajar. ¿Cuáles son las tentaciones o los peligros del cine social, que a veces peca de destacar en exceso el lado triste y amargo?

R: No quería poner en foco en primer término que la película retrata una clase social, pero sí que lo hace y era muy consciente de ello. Es una clase obrera y además se separan, lo que les obliga a mantener una dinámica en la que viven mes a mes. Pero, por poner un ejemplo, en el cine de Robert Gueridian, la clase trabajadora, aunque sufre, también vive y, de hecho, disfruta. Hacer un retrato social señalando solo lo negativo y lo terrible en el fondo es una forma de paternalismo burgués. Los niños de esta película, aunque sean pobres o aunque no lo sean, lo que quieren es seguir jugando y disfrutando de la vida. En la película ni Andrea ni los niños quieren ser víctimas, aunque podrían serlo. 

P: Esta película no suena extraña porque muestra los daños colaterales de las separaciones entre adultos que, sin embargo, tienen grandes conscuencias. 

R. La guerra entre dos personas adultas, que tienen todo el derecho a dejar de estar enamorados y separar sus vidas, se libra en el terrero de la infancia. Eso es lo terrible, que no tienen ninguna responsabilidad y pueden sentirse culpables y afectados, son las verdaderas víctimas. Pero lo importante es que quieren vivir y quieren confrontar. Lo que hace la protagonista es más maduro que lo que hacen los padres. Ninguno es una mala persona, ni siquiera el padre, que es un incapaz emocional. Ojalá todos los jóvenes tuvieran esa capacidad de confrontar las cosas. La película va más allá de un retrato realista, de lo que es posible hacer en la vida real. El cine habla sobre lo trascedente de lo real, no solo de lo real.

Martín Cuenca, en busca de la depuración

P: ¿Qué encaje tiene esta película en su filmografía? Da la sensación de que busca un cine más depurado, en lo narrativo y en lo visual. 

R: He intentado siempre evolucionar, cambiar y avanzar como cineasta. Siempre me han interesado los artistas que van creciendo. Yo no soy el mismo de hace 20 años. El proceso de depuración, de ir al núcleo de las cosas, la estilización o la sencillez, que es más profunda, sí que ha sido muy buscado en esta película. Otras películas han sido más formalistas, pero aquí me he despojado, me he quitado los artilugios posibles en el rodaje porque lo que pedía era ir a la almendra del asunto.  

P: España tiene un nuevo ministro de Cultura, Ernest Urtasun, y de nuevo es alguien ajeno al mundo cultural. ¿Qué le parece?

R: Eso sería juzgar a alguien que ni siquiera ha empezado a ejercer su trabajo. No hace falta ser médico para ser ministro de Sanidad, lo que hace falta es saber escuchar, entender y ocuparse de la cultura. Ojalá sea un gran ministro y ojalá sea capaz, dentro del margen de maniobra que tiene un ministro de Cultura, de entender las diferentes sensibilidades y retos que tiene la cultura en este país, que son muchos. No solo políticamente, sino socialmente está muy abandonada, España es un país con cierto desprecio inconsciente por su propia cultura. 

P: ¿Qué perfil le gustaría ver en el ICAA?

R: Es una pregunta que ahora me supera. Alguien que escuche. 

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