Cultura

Cinco polémicas de escritores en España: TV, tertulias y mucho, mucho Twitter

Hace unos días, la escritora Lucía Etxebarría anunciaba que se marchaba de España. Su exilio, tan distinto de los de hace medio siglo, es más mediático que ideológico y tiene su origen en la malograda experiencia en un reality emitido en una cadena, con la que Sánchez Dragó ha tenido sus enganchadas. ¿Espectáculo? ¿Debate? ¿Sobre qué polemizan los escritores hoy día?

Eran otras épocas aquellas en las que Émile Zola se pronunciaba en favor del capitán Alfred Dreyfus, quien acusado de antisemitismo y espionaje, fue apartado del ejército y confinado a una cárcel en la isla del Diablo. Entonces Zola cargó tintas con su J’accuse, pronunciamiento prototípico del intelectual que asume un compromiso. Era, no nos engañemos, el siglo XIX. Sin embargo, a lo largo del XX la historia dio de sí jugosas discusiones: desde la polémica del Meridiano Intelectual del 27, en España, hasta, por ejemplo, la que se armó cuando la pensadora alemana de origen judío Hannah Arndt publicó en The New Yorker, en 1963, la crónica del juicio al coronel de las SS Adolf Eichmann, encargado del transporte a los campos de concentración y exterminio o también, porqué no, las diferencias que causaron entre muchos la Primavera de Praga o, en Iberoamérica, el Caso Padilla. Son y han sido muchas. Estrecharlas en un pobre abanico sería tan frívolo como absurdo. Sin embargo, a alguna parte conducen estas enumeraciones de intervenciones y polémicas alguna vez protagonizadas por periodistas, escritores y pensadores. Y de hecho, llevan a un punto sin retorno: la ausencia casi total de estos debates en la actualidad.

Hace unos meses ya, interrogado en una conferencia, el periodista y escritor Arcadi Espada, respondía, sobre la vigencia de los hombres de letras, que estos respondían a una imagen ahora relativamente superada, de alguien “generalmente afrancesado, que solía tener una opinión sobre todo, al más puro estilo Sartre, y que terminaba oponiéndose a sus propias lecturas y preferencias”. Espada, que no es alguien melancólico o de romántica ñoñez, remató: “Al hombre de letras lo hemos sustituido por el intelectual de Twitter, lo cual es bastante más preocupante”, dijo.

"Hace 20 años, te llamaban de los periódicos para preguntarte acerca de casi todo. La gente hoy sabe más cosas".

El mundo ha cambiado y la democratización de las opiniones de 140 caracteres ha conseguido derribar pedestales particulares. Ahora todos opinan de todo. ¿Quién necesita ya del escritor si existe el especialista, el tertuliano, el periodista de opinión y ahora el tuitero? En su más reciente libro, Autobiografía de papel, el escritor y pensador Félix de Azúa comenta sin sobresaltos ni aspavientos signos inequívocos de los tiempos que se suceden desde las últimas décadas: una sociedad donde el poeta ya no es la voz de tribu, en la que la novela y el ensayo se han convertido sólo en mercancías o en la que la abolición de los sombreros se ha llevado consigo la “vieja costumbre occidental de pensar”.

Hay algunos menos apocalípticos, como Álvaro Pombo:La figura del escritor se ha desacralizado, desmitologizado. Eso es bueno para el escritor. Hace 20 años, en los años 90, te llamaban de los periódicos para preguntarte acerca de casi todo: el uso de la píldora, la homosexualidad, la guerra de palestinos e israelíes. Ninguno estábamos preparados para contestar a todo. La gente hoy sabe más cosas. No hace tanta falta una opinión autoral. Los medios, la red, las redes sociales, todo eso, ha quitado sustancia a los autores. El autor es uno más entre miles de opinantes. No es que no existan escritores de la talla de Octavio Paz, es que nadie ve la necesidad de que estén todo el tiempo en la palestra opinando sobre cosas…”.

Los últimos pronunciamientos de escritores, se dirimen en la arena de las tertulias espurias o del Time Line del Twitter.

Dicho esto, no se trata de meter en el mismo saco a unos ni otros, tampoco de llevarse las manos a la cabeza, darse golpes de pecho o acusar a nadie de nada. Cada escritor escribe lo que bien puede o quiere y participa en los debates que mejor le parezcan, si así lo desea. Lo que sí resulta, y en cierta medida justifica esta enumeración, es la estupefacción ante un hecho: los últimos pronunciamientos, desacuerdos o figuraciones públicas y mediáticas de escritores, en España, se dirimen en la arena de las tertulias espurias –donde igual se habla de política como de las peleas en un reality- o del Time Line del Tuiter. Dirá Mario Vargas Llosa –no sin rigurosidad, excesiva, de quien abjura del libro electrónico o no sabe lo que es The Wire- que nos hemos volcado en La civilización del espectáculo.

Para constatarlo, un repaso a los últimos tres años ha arrojado el saldo de pronunciamientos, polémicas e intervenciones de figuras públicas asociadas a las artes frente a determinados hechos. El orden es estrictamente cronológico y sus diferencias notables. En medio de un duro proceso de crisis económica, el foco se pierde y el debate se dispersa de lo político a lo mediático y a veces fútil entramado del espectáculo.

2010. LEY SINDE. Eran los años finales del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y Ángeles González-Sinde fue su última ministra de cultura. Su gestión estuvo marcada por una Ley Anti descargas, que suscitó polémica pero jamás se reglamentó (lo hizo el PP); el cobro de un canon digital que levantó escozor en casi toda la ciudadanía y una trama de corrupción interna dentro de la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) que la ministra pasó por alto. En aquel entonces, quienes se manifestaron fueron quienes tuvieron participación directa en los debates con Sinde: su amigo y mano derecha en el Instituto de las Ciencias y las Artes, Ignaci Guardans, marcó distancia. También Alex de la Iglesia, quien abandonó la Academia de Cine con un ácido portazo tras quedar por fuera de la discusión del canon digital. Sin embargo, fueron todavía días quedos con respecto a lo que estaba por ocurrir.

2011. A favor o contra los indignados. Ha sido el episodio que más ha aglutinado opiniones. Primavera de 2011, la Puerta del Sol se vio espontáneamente ocupada por lo que se llamó el Movimiento 15-M, un grupo de ciudadanos que decidieron adoptar este nombre en ocasión de la manifestación del 15 de mayo de 2011 (convocada por diversos colectivos), cuando comenzó una acampada espontánea que derivó en una serie de protestas pacíficas tanto en Madrid como en el resto  España.

No se suscitó un debate cara a cara entre los opinantes acerca del 15M. Fueron, siempre opiniones aisladas.

Se hacían llamar indignados y sus reclamos se dirigían al sistema de partidos, la clase política, los bancos, la Unión Europea, el FMI… Su aparición conquistó a algunos, como el poeta Luis García Montero, quien dos años después escribió un poemario Una forma de resistencia (Alfaguara), con el que hizo guiños al colectivo. Hubo quienes como el desaparecido José Luis Sampedro, a su manera, apadrinaron el asunto, no en vano su prólogo al libro de Stépahene Hessel Indignaos, se convirtió en un texto de referencia entre los simpatizantes del 15M. Nunca se suscitó un debate cara a cara entre los opinantes, quienes hicieron saber su parecer, lo hacían, en la mayoría de las veces, sólo si eran consultados. Álvaro Pombo se refirió a ellos como algo “muy poca cosa”;  Fernando Savater llegó a decir que el movimiento funcionó como un “tontómetro” y otros como Pérez Reverte  pasaron de la curiosidad  al ataque frontal.

2012. Contra el IVA cultural del 21%. Fue un proceso largo precedido de hechos concretos: la eliminación del ministerio de Cultura así como las minoraciones presupuestarias en el sector –especialmente el cine- a causa de las políticas de austeridad impuestas por el gobierno de los populares. Sin embargo, lo que hizo saltar las alarmas fue la medida dictada por el gobierno de Mariano Rajoy justo en verano de ese año: aumentar el IVA cultural del 8% al 21%, una medida que afectó directamente al cine, el teatro, los museos no estatales, las galerías de arte… Amenazado por la caída del consumo que supondría esto, el sector cultural se movilizó: funcionarios, artistas, escritores, gestores. Se hicieron varias protestas, dos de las más recordadas, la que reunió a galeristas en el Museo Reina Sofía, y otra, realizada con apenas días de diferencia, en la sede de la Secretaría de Estado de Cultura. Allí se aparecieron figuras especialmente vinculadas al cine, entre ellos actores como Javier Bardem. Incluso, la gala de los Goya del año 2013 estuvo enteramente dedicada a la crítica contra el IVA Cultura. Muchos titulares fueron acaparados por las palabras de Maribel Verdú, Candela Peña o la propia presentadora de la gala Eva Hache, quienes asestaron duras críticas no sólo al gobierno en ggeneral, sino a José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deportes.

Javier Marías, además de rechazar el Premio Nacional de Literatura, comparó al gobierno con el franquismo.

Ya propiamente sobre el IVA o los recortes, algunos escritores poco dados a intervenir públicamente como Javier Marías, quien además rechazó el Premio Nacional en 2012, dice él por motivos más personales que políticos, llegó a arremeter duramente contra el gobierno de Rajoy, comparándolo con el franquismo. Vale acotar que una buena parte se pronunció contra la polarización sobre el tema de una posible independencia de Cataluña. Muchos, desde AMrio Vargas Llosa, Féliz de Azúa. El ERE del diario El País también movilizó a algunas figuras relacionadas con el diario, quienes enviaron carta al comité de redacción para denunciar su malestar por los casos de censura motivados por la huelga de tres días con las que los periodistas protestaron contra el ERE que dirección de PRISA quería imponer a la plantilla del periódico.

2013. La corrupción, Telecinco y Tuiter, siempre tuiter. En el panorama editorial, golpeado por la crisis y muy ocupado en vender Las Sombras de Grey y los libros del tipo Miguel Ángel Revilla, aparecieron libros contundentes  ¿Un ejemplo? Tras seis años de silencio, Rafael Chirbes volvió con un libro que muchos llamaron la novela de la crisis. Él lo negó. No quería subirse al carro de las ideologías, dijo. “Yo solo escribo de lo que veo”. Se trató de En la orilla, novela que encontró eco minoritario en ciertas páginas culturales y que sin embargo caló muy hondo en quienes la leyeron. Era, a su manera, una radiografía de la España con 5 millones de parados que había despertado en el fin del sueño del crecimiento eterno. En medio de un clima político cargado por las denuncias de corrupción, el drama de los desahucios, las preferentes y la crisis de la Casa Real, o la reforma de la Ley de Educación hubo, por supuesto, opiniones, casi todas reservadas en el artículo de opinión. Sin embargo, no faltó y hasta podría decirse que se multiplicó el uso del tuiter como lugar de la polémica. Por ejemplo, Arturo Pérez Reverte y su acostumbrada charla en tuiter los domingos por la tarde encontró material para sus ácidas sentencias. Tuvo bastante más cancha, entre otras cosas por la polémica sobre una sentencia de plagio emitida en 2010 que el cineasta González Vigil se esforzó especialmente en alimentar. El escritor y periodista Fernando Sánchez Dragó inició su pelea particular. El escritor abandonó el plató del programa El Gran debate, de Telecinco, antes de ser entrevistado. Habían asistido para hablar de Pacto de sangre, libro en el que Dragó y  Ayanta Barilli, su hija, narran cómo arreglaron sus diferencias con el paso de los años. Tanto su hija como él renunciaron en el último momento a la entrevista del programa, que les realizaría Jordi González, por considerar que la intención era manipularla y sacar espectáculo. La cadena terminó acusando a Dragó de recurrir a esta maniobra para vender más libros. También por un asunto, mitad económico y mitad mediático: recientemente la escritora Lucía Etxebarría se ha visto envuelta en un tórrido culebrón en el que nadie ha salido bien parado: ni ella ni Telecinco, la cadena emisora de un reality llamado Campamento de verano, al que Etxebarría accedió ir a cambio de dinero.

Su salida antes de tiempo del programa dio pie a una entrevista de 75 minutos que ella debía cumplir si quería cobrar el dinero de su participación en el programa. La entrevista, en el programa Sálvame, fue, a su manera, una carnicería en la que a Etxebarría se le reprochaba, entre otras cosas, tener una carrera o ser escritora. Sin contar con las descalificaciones personales proferidas no sólo por los entrevistadores sino por sus excompañeros de programa. A las dos semanas, y tras otras emisiones de la cadena que intentaron levantar la polémica sobre el paso de Etxebarría por el reality, la escritora salió con un extraño comunicado en el que decía que se marchaba de España por las presiones a las que se vio sometida.

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