Jorge Fernández Díaz quería escribir como Conrad y emocionar como John Ford. De pibe ya le podía la aventura. De mayor, también. Por eso su madre le repetía, siempre: "Si querés escribir una gran aventura, contá la mía". Y así lo hizo. Por otros motivos, pero lo hizo. Hace ya dieciocho años publicó Mamá, la biografía novelada de su madre, una joven campesina asturiana que llegó a los 15 años a la Argentina de Perón. Su familia, que quería sacarla de la miseria, le prometió que todos la seguirán, pero nadie viajó, nadie llegó.
Cuando se publicó en Argentina, Mamá se convirtió en un libro detonación. La historia de aquella mujer era, al mismo tiempo, la historia de un país de inmigrantes en el que todos veían retratados una parte de su familia. La prosa del hijo que recorre la biografía de su madre, escrita con belleza y emoción, vuelve ahora a ser reeditada por Alfaguara en España. Fernández Díaz la escribió cuando aún ni soñaba con ser el escritor de referencia que es hoy. Se refugió en los métodos del periodistas para sentar las bases de su voz literaria. Y de qué forma.
Todo comenzó cuando su madre comenzó a dar signos de desánimo, Jorge Fernández Díaz y sus hermanos decidieron que lo mejor sería que acudiera al psiquiatra. Semana tras semana acudió. Intrigado por la pregunta sobre qué le contaba aquella mujer mayor a su psiquiatra, le preguntó cómo transcurrían las sesiones, de qué conversaban. "Yo hablo y ella llora", le respondió ella a su hijo.
Mamá narra el largo viaje, los entresijos familiares y personales de una mujer común de clase media que se relata a sí misma en la vieja encrucijada de irse o quedarse.
Aguijoneado por la duda de qué podía ser tan duro lo que su madre le contaba a su psiquiatra como para hacerla llorar, Jorge Fernández Díaz decidió comenzar largas sesiones de entrevistas. Ciento cincuenta horas que grabó y de las que salieron las páginas de este libro a mitad de camino entre la crónica periodística, el relato confesional y la biografía íntima. Mamá narra el largo viaje, los entresijos familiares y personales de una mujer común de clase media que se relata a sí misma en la vieja encrucijada de irse o quedarse.
Un libro al que siguió todo
A partir de Mamá, Jorge Fernandez Díaz dejó salir su voz, con la que construyó dos sólidas novelas. A El puñal (Destino) y La herida (Destino) las une un costurón. Si en aquella novela el escritor argentino Jorge Fernández Díaz (1960) quiso desnudar la corrupción del poder, en la segunda revela de qué forma las sociedades arrastran una laceración. Un desgarramiento que recorre a hombres, mujeres e instituciones. El cuerpo social y el ciudadano abiertos en canal. Así lo demuestra esta saga negra y detectivesca protagonizada por Remil —hijo de remil putas—, un ex combatiente de la Guerra de las Malvinas que trabaja ahora para La Casita, una oficina paralela de inteligencia del Estado argentino: ese sótano del poder donde otros descuartizan la cosa pública.
A la manera de una novela de aventuras y convencido de que los personajes secundarios lo son todo, Jorge Fernández Díaz honra sus lecturas —en las que entran desde Conan Doyle hasta el cine de John Ford— y da vida a una compleja trama de desengaños, traiciones, espionaje, mafia y narcotráfico. Tras una larga carrera como reportero de sucesos y periodista político en Argentina, Jorge Fernández Díaz acumuló material de sobra para escribir una serie que postergó durante más de 40 años desde aquel día lejano en que leyó El signo de los cuatro, de Conan Doyle.
Si en El puñal, su primera novela, alumbró a Remil, en La herida perfeccionó su retrato: el de un hombre que nunca podría sentarse a comer a la mesa de un restaurante, porque ha visto la cocina. Remil es un sujeto rudo y de moral elástica, aunque resulta inevitable para el lector no ponerse del lado de alguien que igual salva la vida a puñetazos en un calabozo como recita a Ovidio o se sienta a leer a Robert Hughes antes de enfrentarse a un grupo de matones.