Cultura

My Bloody Valentine, la gran tormenta 'indie'

Es fácil coger manía a la música indie, una escena dominada por adolescentes apocados, con voces reguleras, susurrando sus problemas al cuello de la camisa. Aparecieron los años ochenta, explotaron

  • Kevin Shilelds (primero por la izquierda) posando con el resto de My Bloody Valentine

Es fácil coger manía a la música indie, una escena dominada por adolescentes apocados, con voces reguleras, susurrando sus problemas al cuello de la camisa. Aparecieron los años ochenta, explotaron en los noventa y se comieron comercialmente los dosmiles, esto último tirando de retromanía, es decir copiando a los clásicos de las dos décadas anteriores (y también copiando a los grandes grupos de la contracultura). Entre montañas de mediocridad, pocos grupos de aquella hornada pasarán a la historia del rock, pero el que tiene todas las papeletas para hacerlo son los irlandeses My Bloody Valentine, capaces de entregar discos mayúsculos, siempre a su ritmo creativo, totalmente a contrapié de la industria. Por eso constituye un pequeño acontecimiento que Domino lance sus canciones en streaming y que el prestigioso sello discográfico Domino reedite sus vinilos remasterizados. Se trata de una oportunidad espléndida para descubrirlos o redescubrirlos.

¿Qué tiene de especial el grupo? Al menos un par de discos desarmantes, aunque sobre todo impresionan por los conciertos. Su gira de festivales en 2009 resucitó su prestigio tras una larga hibernación: sus himnos conservaban su potencia y sutileza, además de impresionar cerrando con una versión de media hora de su clásico You made me realise donde rompían todos los límites conocidos de ruido. Cuando tocaban en salas, repartían tapones para los oídos para evitar lesiones auditivas. Quienes les vieran en el auditorio del festival barcelonés Primavera Sound disfrutaron de una experiencia extrema, desafiante, difícil de olvidar (y muy distinta a su insípido concierto del día anterior al aire libre, en el escenario grande, malogrado por problemas en la mesa de sonido). Pocos grupos de rock generan tanto ruido sobre las tablas, en opinión de este cronista de Vozpópuli.

En Coachella 2009 hubo gente llorando por el ruido, pidiendo que el concierto parase de una vez

Kevin Shields, cerebro musical del grupo, compartió recientemente sus impresiones sobre esa época con el medio chileno La Tercera: “Recuerdo cuando nos presentamos en Coachella en 2009. Había miles de chicas, las chicas de Coachella, con sus shorts y sus poleras (sudaderas). Estaban esperando a The Cure, que venían luego de nosotros. Ya era casi el final del festival y todo el resto de los escenarios estaban cerrados. Y querían ver a The Cure y realmente nos odiaron por esa parte final de tanta distorsión. Había gente llorando en el suelo, gritando ‘¡qué por favor esto pare de una buena vez!’. Pero mal por ellos, no podían escapar a ningún lado”, explicaba con un punto de sadismo.

Bancarrotas y sindicatos

El grupo es célebre por dos discos memorables: Isn't anything (1988) y Loveless (1991), que mezclan melodías magmáticas, voces susurradas y un sonido de guitarra inconfundible, tan dulce como denso y desafiante, que se reconocía al instante. El perfeccionismo de Shields llegaba a tales extremos que generaba retrasos épicos y altas facturas en el estudio de grabación, que casi arruinan a la discográfica Creation antes de que esta se hiciera multimillonaria gracias a Oasis. En los largos periodos en que no grababa, Shields llegó a ejercer de guitarra mercenario, llevando a nuevos niveles de intensidad a los Primal Scream de Xtrmntr (2000).

¿Por qué no estaban los discos de My Bloody Valentine en servicios de 'streaming'? El grupo siempre tuvo relaciones tensas con la industria. Por ejemplo, nunca tocaron en América del Sur porque los promotores exigían grabar los conciertos y ellos se niegan en redondo. Hoy en las entrevistas fantasean con un sindicato que defienda a los músicos de los abusos de Silicon Valley. "Es notorio que mientras no vendas millones de discos no tienes peso en la industria realmente, como algunas estrellas de rock que hacen un álbum y les hace ganar tanto dinero que viven sólo de eso. Esa no fue mi experiencia. Hicimos un disco, pero sin dinero, y lo terminamos sin dinero y no nos pagaron nada por él durante años. Recibimos como 10 mil dólares después de mucho tiempo. Yo pensaba en cosas de música y en escribir canciones, pensaba en cosas nuevas todo el tiempo. Nunca hubo una presión por repetir Loveless. Yo no quería volver a hacer algo así. Si después no hicimos algo parecido tuvo que ver con que nuestra energía se disipó”, recuerda Shields. A veces, un gran disco es suficiente para entrar en la historia.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli