Las listas son, junto con el mazapán y los turrones, lo peor de diciembre. Son como las frutas secas en el roscón: hay quienes las comen y quienes las apartan; quienes las picotean y aquellos que las retiran con desprecio. Con las listas ocurre siempre lo mismo: falta este autor y éste; aquella novela no, ésta sí; pero a quién se le ocurre poner a este pavo aquí. De esas cuentas tenemos varios rosarios, pero hay algo higiénico en las listas: numerar permite hacer balance. ¿Leímos mejores libros que en años anteriores? ¿Cuál es la más solvente? ¿Cuál se cayó? ¿Cuál iba para gran libro y pinchó?
He aquí un repaso de los mejores libros de ficción y su némesis, los que iban para joyas... y quedaron en orfebrería.
El año pasado en su columna de libros Alberto Olmos aseguró que el 2015 había sido un año sin novelas, al menos en lo que al panorama de literatura contemporánea española respectaba. Tenía toda la razón. No le faltaba ni una tilde de verdad a lo que decía en aquel texto. Este año, las cosas son distinta. Incluso no estando de acuerdo sobre si son los mejores o no, este 2016 tenemos libros para blandir defendiéndolos o atacándolos, en 2015 estaba todo más atomizado y reblandecido. Así que he aquí un repaso de los mejores libros de ficción y su némesis, o aquel título que pudiendo haber sido un volumen memorable, se ahogó en el amargo lago de los proyectos reblandecidos.
Patria, la novela del año. Comienza la lista con una lectura calentita. Llegó a las librerías en septiembre de 2016. A lo largo de más de 500 páginas y a través de la vida de dos familias separadas por la enorme grieta que ETA ocasiona en sus vidas, Fernando Aramburu levanta en esta novela un mosaico hecho con las voces de víctimas y verdugos. La novela cubre exactamente 30 años en la vida de nueve personajes que verán cómo la amistad, los lazos familiares o incluso las tragedias mínimas quedan sepultadas bajo la tela mojada de la violencia etarra. Patria comienza el día en que la banda terrorista anuncia el cese de su carnicería. Ese mañana, Bittori acude al cementerio para visitar la tumba de su marido, asesinado a tiros unos años atrás. Bittori lo tiene claro, irá a lápida para decirle lo que ha decidido: regresar al pueblo. No importan los desencuentros, ni los desplantes, ni el desprecio. Ella volverá; y así lo hace. Una magnífica novela que Aramburu empuja con belleza pero sin edulcorar. También con dureza, pero sin desfigurar lo ocurrido. A partir de la acción que pone en marcha el libro, el regreso de Bittori al pueblo, Fernando Aramburu construye una estructura coral, sintética, un rompecabezas con nueve historias, las de los miembros de dos familias.
El Bestseller independiente. Se lleva, de calle, el libro del año en lengua no española. Tú no eres como otras madres (Periférica y Errata Naturae), de la escritora Angelika Schrobsdorff, una historia en clave autobiográfica, en la que la autora alemana reconstruye la vida real e inconformista de su madre, una mujer nacida en una familia de la burguesía judía de Berlín. Se trata de la narración de una vida extraordinaria que ha conquistado a los lectores en todo el mundo y que en España alcanza ya ocho ediciones… “La autora de este libro no pudo titularlo mejor: Tú no eres como otras madres. Y uno añadiría: y tú, lector, lectora, no has leído nunca un libro como este. Yo, al menos, no lo había hecho. Es un libro fascinante, abrumador, único. Casi no parece ni un libro (a tanto desprestigio puede llegar la literatura cuando se mide con la vida)”, escribió a las pocas semanas de su publicación el escritor Andrés Trapiello. No decepciona. Ni una sola de sus páginas. Se trata de un verdadero acierto. Detrás de este título está el ojo de editores avezados, que han jugado con éxito la carta de su apuesta.
Falcó: hay que hablar de Falcó. Arturo Pérez-Reverte regresa al siglo XX. Acaso mordido por el encanto que ya asomó en El tango de la Guardia Vieja, el escritor y académico de la RAE retoma aquel mundo de entreguerras, aquel lugar cruzado por fascistas, nazis, bolcheviques, espías y contraespías. Ese mundo en el que elegantes hombres y mujeres beben una copa en un trasatlántico de lujo mientras, en los sótanos de algún calabozo, alguien defiende su derecho a no recibir un balazo en la cabeza. Eso es Falcó (Alfaguara), la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte, un libro publicado en octubre de 2016 y con el que Pérez-Reverte se delata. Es obvio que al escribir esta novela –que parece llamada a sustituir a la serie Alatriste-, el escritor se ha divertido y planea seguir haciéndolo. En Falcó, Pérez-Reverte carga todo el peso en un personaje exagerado, uno con un trazo muy definido que busca enamorar y ganar terreno. A eso se suma una historia de aventura y espionaje en la Europa de los años 1930 y 1940. Sus lectores pueden estar seguros: Lorenzo Falcó ha llegado para quedarse. Sólo hay que escuchar a Pérez- Reverte hablar de él para darse cuenta de que no va a dejarlo escapar y que hará de él una serie, una de la que ya prepara -por cierto- segunda entrega. No puede existir lista de fin de año que lo ignore.
De la medianía al fracaso. La sorpresa que ha dado el libro de Schrobsdorff sorprende con la fría acogida de dos títulos que apuntaban en la misma línea, una de ellas Chicas, la primera novela de la escritora californiana Emma Cline, una historia sobre la difícil herida que supone crecer. Planteada en una clave parecida de Las vírgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides, publicada en 1993, Chicas pincha como un globo sin aire suficiente, uno que ni siquiera llega a hincharse del todo. Hay pobreza de recursos, pesadez y lentitud. Le sigue en decepción, acaso por las altísimas expectativas que levantó antes de su desembarco, Tan poca vida (Lumen), de Hanya Yanagihara. Esta novela tenía todas las papeletas: al momento de publicarse, fue un fenómeno para críticos y lectores en Estados Unidos, donde había vendido más de 500.000 ejemplares. No tuvo la misma suerte en España. Finalista del Man Booker Prize y del National Book Award, esta entrega había sido descrita como una de las historias más perturbadoras de los últimos años. Violencia, abusos sexuales, pedofilia, dolor, periferia, rechazo. Una especie de Lección de Anatomía del espíritu. Sin embargo, sus más de 800 páginas no necesariamente consiguen generar empatía en un lector que siente con su devenir lo que con los crímenes de las mujeres en el Bolaño de 2666, una sensación de entumecimiento y cierto hartazgo.
Si no lo ha leído, ¡búsquelo! Déjelo todo, y búsquelo. En una Roma en la que no para de llover, una serie de cadáveres dan las pistas a un inspector de policía. Parece que no están relacionadas, pero lo están… y mucho. Ese es el inicio de Así es como se mata (Alfaguara), el debut literario del autor italiano Mirko Zilahy. A partir de la estructura clásica del policiaco al uso, Zilahy aprovecha para componer un libro de sustancia literaria. Construida con un estilo propio -una melodía que apela a la vivencia como yunque contra el cual dar forma a las palabras- Así es como se mata bebe de la construcción semiótica del policiaco como producto culto, a la manera de Umberto Eco o el propio Leonardo Sciascia. Quien la escribe es un escritor lector. Y aunque resulte una obviedad, no es una condición que abunde. Por eso libro reúne estructuras afines, mecanismos que le permiten contar muchas demoliciones: la de esa ciudad post-industrial, dominada por otro tipo de ruina, asediada por sombras que ásperas, que a veces son suyas y a veces son de otros. Un proceso de extrañamiento, de pérdida. Una verdadera joya. También una verdadera gema, pero de otro tipo, la más reciente novela de la escritora catalana Inma Monsó, El aniversario (Destino). Su título lo contiene todo. Es el punto de partida y llegada de una tragedia que se inicia donde acaba el acertijo de otra más. Esto no es una novela. Es un artefacto a punto de estallar. La cantidad suficiente, la dosis necesaria de un mundo apretado, claustrofóbico, el que se gesta en los espacios reducidos de los afectos y las jaulas; de la memoria y los relatos. Enormes celdas de las que nadie sale vivo, ni siquiera para contarlo. Asomar algo es estropearla, contar es estropear. Hay que mencionar, dentro de esta categoría, una novela de la que tampoco se puede contar demasiado… ¡porque todo está atado! Después de aquella bella historia, Lo que tengo que contarte (Lumen), Julia Montejo publicó este 2016 Los abrazos oscuros (Lumen), una historia que se cuece en los espacios cortos de lo afectos. Virginia, fotógrafa, una mujer independiente y con una profesión lleva de acción y contenido, tiene una vida llena de bienestar: un matrimonio estable, dos niñas. Todo luce perfecto. Pero, ¡Ah!, la insatisfacción. El hambre de los veganos. Todo parece ir bien hasta que Virginia se encuentra con Daniel, un hombre de trajes perfectos y despliegue impecable, uno que morderá y esparcirá su lento veneno… de las cosas que pueden estropearse.
Solvencias y descalabros, un apartado joven. Rayos (Blackie Books), la más reciente novela de Miqui Otero tras Hilo musical (Alpha Decay, 2010) y La cápsula del tiempo (Blackie Books, 2012), fue publicada en primavera de este año. En sus páginas, el barcelonés acomete el que –dice- es su libro más personal. En sus páginas retoma, con la intención de liquidarlos, aquellos que hasta ahora han sido sus temas esenciales. "En este libro hay una voluntad para cerrar el ciclo de mis novelas anteriores y que tiene que ver con la dificultad para hacerse adulto", aseguró. Una novela hermosa. Fulminante. Puede que lo mejor que se haya escrito este año por un narrador menor de treinta años. Con un resultado mucho menor al que muchos lectores esperaban de ella, Elvira Navarro intentó refrendar a La trabajadora con su cuarta novela, Los últimos días de Adelaida García Morales, publicada por Literatura Random House, una historia que retoma la clave de la vida áspera y dura que reciben las mujeres artistas: el largo desierto de crear sometida a la ignorancia de las instituciones, la autodestrucción, la locura y la invisibilidad. Sin embargo, el resultado deja en el lector la sensación de un libro que no es ni biografía ni ficción y en el que reina una cierta arbitrariedad. En la reciente polémica que hubo en Babelia a raíz de las fuertes críticas y reproches que hizo el exmarido de la escritora, Víctor Erice, quien la acusó de “perezosa” y “cínica”; por usar a su favor una anécdota jugosa que Navarro no fue capaz de echar adelante. Una anécdota protagonizada por Adelaida pocos días antes de morir, según la cual había acudido a la Delegación de Igualdad del Ayuntamiento de Dos Hermanas pidiendo 50 euros para poder ir a ver a su hijo en Madrid, pone en marcha el libro, que podría calificarse como un intento fallido de Navarro, quien en esta oportunidad no llega a cristalizar el efecto de otras de sus novelas.
Dos extremos, mejor dicho: los extremos. Se publicó en marzo de este año. Se trata de No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (Literatura Random House), la más reciente novela de Patricio Pron. Un libro culto, atravesado por la naturaleza del escritor-lector –cuando el autor emplea su red de lecturas para incorporar la lectura como parte de la acción-. La novela tiene como anécdota desencadenante el Congreso de Escritores Fascistas Europeos organizado por los Futuristas en el norte de Italia en abril de 1945. La muerte de Lucca Borrello, uno de los autores asistentes y cuya brusca muerte obliga a interrumpir aquella reunión, pondrá en marcha un mecanismo de averiguación, un gran artefacto coral donde arte y política, acaso crimen y política, engrasan una máquina de ficción donde todo puede ser una trampa del autor… o no. ¿Realmente todos los autores reflejados allí existieron? ¿Escribieron los libros que les atribuye el narrador? Una novela sobresaliente dentro y fuera del universo de Pron, una ficción que traza arca con el ensayo El libro tachado (Turner) y da claves del narrador cuidadoso –a veces pedante, pero sólido- que es Pron. Al otro extremo de la cuerda, se halla Jesús Carrasco. Quienes hayan leído su primera novela, la aclamada Intemperie (Seix Barral), notarán que Carrasco escribe con las manos hundidas en la tierra, como si la hubiese trabajado durante años. Ese sentido vital es lo que empuja La tierra que pisamos (Seix Barral), su segunda novela, una historia donde el paisaje sujeta a sus personajes, hasta llegar incluso a comérselos. El estilo Carrasco se impone sobre sus personajes e historias, comiéndolas hasta dejarlas en los huesos. Un libro con momentos sobresalientes y lagunas que los lectores no fuimos capaces de identificar en Intemperie. Toca partir una lanza, esperar de Carrasco todo lo que aún puede dar. En manos de un editor como Elena Ramírez, puede ocurrir con su narrativa lo que ocurrió con la de Isaac Rosa: afilarse. Rara categoría la que comparten ambos, pero no hay malicia ni retintín en hacerlos compartir categoría, la razón de ser es muy sencilla: se publicaron ambos con semanas de diferencia.
Las nieblas… del otoño. Era uno de los regresos más esperados… aunque también hubo algo de desconfianza. Todo el mundo mira el cajón de inéditos de Bolaño como al de Pessoa: preguntándose, ¿qué más? Pues eso ha sido El espíritu de la ciencia ficción (Alfaguara), que el sello Alfaguara publica como parte de la biblioteca dedicada al autor y en la que se incluirán los 21 libros del chileno. La edición de su obra completa con este sello - hasta ahora Anagrama había sido el editor de toda la obra de Roberto Bolaño- ocurre luego de una negociación con la Agencia Wilye, que comenzó a llevar la obra de Bolaño tras la fusión con la agencia de Carmen Balcells. Hay morbo, sin duda, en ese salto. Pero a veces convendría leer a Bolaño, concentrarse en lo que este libro supone en lugar de alimentar la mitología del agravio que esconde sus libros en una bruma de culto y encumbra al santo laico a la vez que olvida al autor. Intentando dejar atrás un rebrote de la polémica entre Carolina López, viuda del escritor y albacea de su obra, y el círculo literario cercano a él, entre ellos el crítico Ignacio Echevarría, conviene dar algunas claves de un libro que removió las novedades del último trimestre. Escrita en Blanes, entre 1980 y 1984, en El espíritu de la ciencia ficción se cuecen las claves del universo de los realvisceralistas. Escrita, a la manera de Bolaño, en secciones simultáneas, esta novela transcurre en México DF durante los años setenta y narra la vida de Jan Schrella y Remo Morán, dos jóvenes que intentan vivir de la literatura, se mueven en talleres literarios y se abren paso por la vida como versiones previas de lo que serán Arturo Belano y Ulises Lima. En la pareja protagonista resuenan los ecos de la otra, justamente porque Bolaño los coloca en unos años de formación, iniciación al sexo e incipientes pesquisas poéticas. Jan y Remo son los proto-detectives.
Bombazos de mayo, que vale la pena volver a detonar. John Irving y Don DeLillo, ambos salieron en primavera. En esos días, Seix Barral publicó en España Cero K, la más reciente novela de Don DeLillo, uno de los más destacados autores norteamericanos. En esta novela, DeLillo recupera las grandes obsesiones de su literatura -el terrorismo, las hambrunas, los desastres naturales- en una historia que pone en cuestión lo que vivir realmente significa. Tusquets apostó entonces fuerte con Avenida de los Misterios, de John Irving cuya obra ha traducido y publicado en su la totalidad en castellano. La novela narra la historia de Juan Diego, un escritor de origen mexicano que reside en Iowa, quien acepta una invitación a viajar a Filipinas para hablar de sus novelas. En el curso del viaje, inicia un viaje a su infancia, un inmenso vertedero de Oaxaca en el que literalmente convivía con la basura de la que rescataba libros que leía entre la inmundicia, a su vez su hermanastra Lupe, una niña muy peculiar, era capaz de leer —peligrosamente— la mente de quienes la rodeaban y entrever su futuro. Hijos de una prostituta, ambos sobrevivieron gracias a la protección de uno de los capos del vertedero, hasta cuando Juan Diego tenía ya catorce años y sufrió un accidente que cambió su destino para siempre. Según sus editores, Irving ha conseguido reunir en esta novela los temas que han recorrido toda su obra —el díptico que une excentricidad y la ternura, lo hilarante y lo amargo van siempre de la mano—. Dejar por fuera ambos libros del año editorial supondría un retrato incompleto, sin duda.
Que no pase desapercibido y que, ¡por favor!, no se estrelle. En enero de 2016, apenas arrancando el calendario, un debutante llegó a las estanterías. En tiempos de libros blandos e inofensivos; en tiempos de escritores que escriben sobre escritores; en tiempos de demasiadas presentadoras de televisión que escriben demasiadas malas novelas; en tiempos así, como estos, hacía falta un libro como éste. Se trata de Cocaína (Galaxia Gutenberg), el manuscrito con el que Daniel Jiménez (Madrid, 1981) se alzó con el II Premio Dos Passos a la Primera Novela y que llegó a los lectores cargada de furia y belleza. Cocaína narra la historia de Daniel, un joven que vive en el Madrid actual; alguien que colecciona empleos marginales y gasta una media de 60 euros diarios en un gramo de farlopa. Un hombre solo, mutilado por sus temores, alguien que se habla a gritos a sí mismo, atrapado en una infancia eterna y paralizante. Daniel tiene 30 años, unas ganas inmensas de reventarle las rodillas al mundo y la plena conciencia de que sólo la literatura será capaz de sacarlo de ese pozo de mierda en el que vive y que él mismo se procura. Que el mundo le deba algo es lo de menos, que su hermana fuese una suicida y él un despojo también. Aquí importan otras cosas. Bien escrita, un bello balazo del que, habría que esperar, muchos más. Acabado de salir del horno, y por eso todavía a la mitad para algunos lectores (incluyendo a quien escribe), no es posible dejar de mencionar Cuarteto de cuerdas, de Javier Ors, una magnífica novela publicada por Berenice –vale destacar que es el tercer libro del autor- en la que Ors demuestra que es un narrador más que solvente. Música, pugilato, vida crepuscular, engaño, derrota. Un boxeador de color que toca la trompeta en una nación marcada por el racismo; un campeón que sucumbe al ambiente nocturno en el Madrid de los años ochenta y acaba convirtiéndose en un juguete roto; un púgil que, desobedeciendo los consejos de sus amigos, se da la vuelta al llegar a la frontera y decide quedarse en un país inmerso en la represión de su posguerra, y, finalmente, la relación entre un joven con futuro para el boxeo, una mujer fatal y un gángster que domina la ciudad. Cuatro nouvelles, un ritmo de cuatro por cuatro, que demuestra que los peores golpes se reciben fuera del ring.
Algo pasa en Venezuela. En marzo de 2016, el escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón presentó en España su primera novela, The Night (Alfaguara), un gran retablo del horror donde enfermedad, violencia y descomposición explican las claves de una sociedad que se adentra en la oscuridad. El publicista Pedro Álamo está obsesionado con las simetrías y las motos, con ese sonido de motosierra que anuncia muertos a su paso. El escritor Matías Rye busca las claves del asesinato de una joven cuyo cuerpo ha sido encontrado, cual despojo, en un descampado; la chica, atrapada en severos trastornos de alimentación, ha muerto a manos de su psiquiatra, un prominente médico y prohombre de la sociedad caraqueña. Miguel Ardiles, psiquiatra forense y narrador de esta historia, recompone los trozos: los de sus pacientes, Álamo y Rye, uno apresado en sus obsesiones y el otro, que órbita alrededor de una novela negra que no llegó a comenzar siquiera. Esas son las tres historias que sostienen The Night, una historia coral en la que se anegan, como si de una sopa tibia de cadáveres y mierda se tratara, los restos de un país descuartizado y en el que siempre es de noche.