Ridley Scott imaginó el futuro como un zoco infecto de lluvia y fideos. Para hacer verosímil la imagen que tenía en su cabeza de cómo debía lucir la ciudad de Los Ángeles en el año 2019, el cineasta se inspiró en Tokio y Pekín. Así que llenó el plató de filmación con pantallas repletas de publicidad, geishas, replicantes y lluvia, mucha lluvia. Blade Runner no conquistó a la crítica y se quedó a las puertas de dos Oscar, pero terminó convirtiéndose en un clásico. Y los clásicos, ya se sabe, alojan drama y fracaso como una de las cepas de su gesta. El año del estreno de la película, 1982, murió Philip K. Dick , el autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la novela que inspiró a Scott para llevar a cabo la adaptación protagonizada por Harrison Ford. En esa misma fecha, la mayoría de las marcas que se anunciaron en aquellos monitores que simulaban el futuro se pegaron el revés financiero: Coca –Cola resintió la llegada de Pepsi; a causa de la crisis del petróleo y el terrorismo, Pan Am se estrelló en bolsa y RCA fue adquirida y desmantelada por General Electric. Y esos son solo tres de los treinta ejemplos de compañías que introdujeron su logo en el largometraje y que se vieron en serios apuros. Que el asunto parezca anecdótico –la idea de apocalipsis implícita en esos reveses- son pequeños destellos del verdadero signo que caracteriza a un clásico literario y cinematográfico que está a punto de estrenar una versión en octubre y del que ya circula tráiler: Blade Runner 2049, la esperada secuela del filme de Ridley Scott que dirige Dennis Villeneuve. Treinta y cinco años después, vuelve el futuro. El eterno retorno o la más peligrosa de todas las drogas: la nostalgia.
El año del estreno de la película, 1982, murió Philip K. Dick , el autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la novela que inspiró a Scott para llevar a cabo la adaptación
En aquella primera versión, Scott se tomó algunas licencias con respecto al texto de Philip K. Dick, desde el año (originalmente 1992) o la ciudad (la novela situaba la acción den San Francisco y Scott lo hizo en Los Ángeles), aunque mantuvo el argumento central: la recreación de un futuro siempre amenazante y apocalíptico, una idea que caracterizó a los clásicos de la ciencia ficción del siglo XX y cuya mayor fijación consistía en colocar al ser humano ante las consecuencias siempre devastadoras de su inteligencia. Es una de las señas de identidad del género, incluso antecedentes como Mary Shelley y su Frankenstein o el moderno Prometeo, plantan a la raza humana como criaturas incapaces de controlar los cambios que produce a través de la técnica. Aldoux Huxley, George Orwell o Ray Bradbury formaron parte de aquel mundo de la guerra tecnológica que comenzó en 1914 y que alcanzó con la Guerra Fría su laboratorio social más complejo del siglo XX, uno en el que todo iba a arder. El futuro que dibujan esas obras está siempre marcados por la radioactividad, el fuego, la ruina, el desplazamiento del hombre por el androide, variable mostrenca del progreso que hasta entonces había alienado a la humanidad al mismo tiempo que había favorecido sus avances. Generaciones enteras crecieron influenciadas por esa épica que adquirió otras representaciones en el cómic, la novela gráfica y por supuesto el cine. A pesar de la post verdad, el asunto vuelve. Una y otra vez.
Incluso antecedentes como Mary Shelley y su 'Frankenstein o el moderno Prometeo', plantan a la raza humana como criaturas incapaces de controlar los cambios que produce a través de la técnica
A lo largo del siglo XX, el imaginario reprodujo lo que Dick ya planteaba: el replicante, el androide; la pugna entre el original y la réplica; el imperio de una civilización imposible, artificial y deshumanizada, una fascinación que persiguió a creadores, guionistas y escritores de la generación de Philip K. Dick, que vivió marcada por una idea del porvenir en el que la tecnología no necesariamente nos llevaría a mejor. Publicada en 1968, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? se desarrolla en un mundo asolado por una guerra nuclear que termina matando a la mayoría de los animales. En las páginas de la novela, tener uno y criarlo es un lujo, incluso una responsabilidad moral. Las acciones ocurren en un lugar envuelto por un polvo radioactivo, omnipresente en estas páginas, como lo es la lluvia en la película de Scott. En la novela, el protagonista, Rick Deckard, es un ex-policía y experto cazador de androides renegados quien tendrá que “retirar” –sacar de circulación- a un grupo de androides de última generación: los Nexus 6, seres cuya peculiaridad radica en ser casi idénticos a los seres humanos y que huyen de una colonia espacial debido a las terribles condiciones a las que estaban sometidos.
30 años después de la primera película y casi 50 desde la publicación de la novela que la inspira, Blade Runner 2049 arranca con la voz en 'off' de Harrison Ford, que vuelve a encarnar al mítico Rick Deckard. "Los replicantes son como cualquier otra máquina, pueden ser un beneficio o un peligro; si son un beneficio, no es asunto mío", se oye decir a Deckard. Todo ocurre cuando el oficial K del departamento de policía de Los Ángeles (Ryan Gosling), saca a la luz un secreto oculto que tiene el potencial de conducir lo que queda de la sociedad al caos. El descubrimiento de K le lleva a una búsqueda para encontrar a Rick Deckard, antiguo blade runner del departamento de policía de Los Ángeles que lleva desaparecido desde hace 30 años. Aquel futuro, que ya se hizo viejo, mantiene intacta la lozanía del Apocalipsis. El bucle o la eterna juventud del fin del mundo.