"El mundo entero es un teatro", dejó escrito Shakespeare. Para Federico García Lorca, en cambio, el teatro "fue la poesía que salió del libro para hacerse humana". Y Arthur Miller pensó que "el teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma".
Los tres fueron hijos de distinta generación, pero pudieron ver en el teatro un modo vida, un refugio, una salvación. Y como ellos, a lo largo de la historia, hubo más genios y salvadores anónimos que apostaron por las tablas de un escenario para vivir, para sentirse libres o para garantizar al público que siempre habrá teatro.
Y lejos de cualquier aspiración literaria o reivindicativa, hacer teatro hoy en día es una labor arriesgada. Sobre todo para las pequeñas compañías de teatro o grupos independientes. Son estas compañías, en cambio, las más valientes. Porque, sin contar con el colchón de tranquilidad que da la fama, se lanzan a la conquista de las pequeñas salas de teatro sabiendo que su labor no siempre va a estar recompensada. Al menos económicamente.
"Queda la satisfacción de ver a un público entregado", dice un miembro de una compañía de teatro que, aunque prefiere no desvelar su identidad, nos explica que tras varios montajes en la Sala Lola Memvibres del Teatro Lara, ya sabe que "sin el poyo del teatro, es difícil sacar un sueldo para llegar a fin de mes".
Como el Lara, hay otros teatros en la capital que llenan la programación de sus salas con montajes hechos por pequeñas grupos. A menudo, las obras tienen una calidad digna de cualquier gran compañía. Por eso "cobran las entradas a precios altos. Pagar 18 ó 20 euros en una sala pequeña es excesivo. Pero lo consiguen y llenan casi todos los días. Nosotros trabajamos toda la semana y el beneficio que obtenemos no es ni la mitad de lo que el teatro se lleva", explica el componente de una compañía que ya repite temporada en el Teatro Lara.
"El expectador no lo sabe, pero nosotros no somos actores amateur. No tenemos otro trabajo, nos dedicamos al teatro. Somos actores porque hemos estudiado para ello. Y es doloroso ver cómo los teatros se aprovechan de nuestro trabajo", cuenta Miguel I. López que ha montado varias obras en la Sala Margarita Xirgú del Teatro Español.
El negocio del sorteo
En Vozpópuli hemos hablado con un actor que, tras dirigir y montar varias obras para el Teatro Lara, no quiere mostrar su identidad pero nos cuenta que su compañía tiene obras de buena calidad. "Lo sé porque el público lo demuestra, porque nos felicitan, porque se ríen y por que a la salida siempre hay varias personas que se quedan a dar las gracias por el buen momento que han pasado", explica. "Eso levanta el ánimo a cualquiera, pero de las felicitaciones no se vive". "Ha habido semanas en las que tras trabajar tres días seguidos, apenas he ganado 20 euros".
Y es que es cierto que muchos teatros, en especial con las obras en cartel de sus salas pequeñas, tienen montado un "negocio" para ganarse al público. Este mismo actor nos explica que el Lara, en concreto, envía todas las semanas varios emails a los usuarios que están registrados en la webs con ofertas o sorteos de entradas. "A veces, la mitad de los espectadores han entrado gratis a la sala". "Para el teatro es una forma de fidelizar clientes, de tener una gracia, para nosotros es una forma de perder dinero".
Y junto a los sorteos, de un tiempo a esta parte se ha puesto de moda el llamo "abono" de teatros. El Lara, El Calderón, son varios los que a primeros de años ofertan abonos de temporada. Su funcionamiento es sencillo, no explica. "Pagas una cuota inicial entre 60 y 100 euros. Dura todo el año y puedes ver todas las obras que quieres pagando un precio simbólico (de dos a cuatro euros) cada vez que decides entrar al teatro. Algunos lo definen como "estrategia de márketing", para mí es una ruina".