"Chicos, la contraseña del WiFi de esta semana es el color del vestido de Anna Karenina en el libro. ¡Dije el libro, no la película! ¡Buena suerte! Mamá”. La fotografía con las instrucciones que da una madre a sus hijos para canjear acceso a Internet por tiempo de lectura se hizo viral. Y no es de extrañar, hay ingenio y sentido lector en ese pequeño chantaje. Sólo una motivación tan potente como la clave de acceso al Wifi puede llevar a un chico -en principio no interesado- a devorar un libro hasta encontrar la llave para el acertijo materno. Lo importante, quizá, radica en el hecho de que hasta llegar a la clave que urge, consiga muchas otras que irán enlazándose secretamente hasta crear un poso lector. ¿Es eso obligar? Más bien inocular. Ese mecanismo sedicioso de la lectura.
El debate no radica en si es o no obligatorio, si funciona o no. Lo verdaderamente importante está en crear la sed
Leer es un acto de insurrección. Un riesgo. Un contagio. Gracias a su lenta acción de riego se han declarado independencias; defenestrado elites religiosas y políticas. Leer es traicionar a las versiones más precarias de nosotros mismos. No es la primera vez que esto se publica en estas páginas, pero conviene recordarlo. Ya lo dice Alfonso Berardinelli (Roma 1947) en Leer es un riesgo (Círculo de Tiza), la lectura es una práctica ciudadana y un espacio de individuación. Es una acción proveedora de identidad y autonomía. Y eso es lo que ofrece esta madre a sus hijos: capacidad de decidir. ¿Quieres internet? Pues lee. El debate no radica en si es o no obligatorio, si funciona o no. Lo verdaderamente importante está en crear la sed. Que una desesperación –encontrar el color del vestido- los conduzca a una todavía mayor.
Este año se presentó el Plan de Fomento de la Lectura propuesto por el Observatorio del Libro. Entre sus objetivos, el documento se plantea "estimular el gusto por los libros entre el público infantil y juvenil”. El plan se enfrenta, todo sea dicho, con un reto todavía mayor: conseguir que también los padres de esos jóvenes adquieran un hábito lector. Es decir, que 40% de españoles que dice no leer nunca en Informe sobre la lectura en España (FGGE), comience a hacerlo. Esa es la idea esencial –amarga, pero muy amarga- de cifras que se repiten año tras año en España. Según el barómetro del CIS, un 35 por ciento de españoles asegura no abrir jamás un libro, mientras que cuatro de cada diez no lee ni compra libros nunca.
En otras palabras. Ya sabéis: si queréis la clave del Wifi, ya podéis ir buscando a Tolstoi
Leer nos coloca ante la elección de renunciar a la coartada de la estupidez. Ser víctimas –de los políticos, de los banqueros, de los medios, de los jefes- siempre será moralmente rentable. Aducir nuestra ignorancia sale gratis y no genera responsabilidades. Parece, de pronto, que el mundo se ha llenado de lectores que han olvidado leer, que declinan su derecho a ser menos imbéciles, que renuncian a su libertad y prefieren hacer bulto en la turba de alguien más. Está más que en lo correcto la madre de estos niños en su estrategia e incluso hasta cabría preguntarse si no ha estado ella más lúcida que muchas de las autoridades y técnicos que diseñan planes de lectura como quien redacta un decálogo de instrucciones para limpiar hornos crematorios. En otras palabras. Ya sabéis: si queréis la clave del Wifi, ya podéis ir buscando a Tolstoi.