Cultura

"Vivir es tomar partido"

Ramiro es un militante. Militar significa obedecer a algo superior a uno mismo. Vivir quiere decir tomar partido. Ser militante es ser un partisano. Odia a los indiferentes, pero es

Ramiro es un militante. Militar significa obedecer a algo superior a uno mismo. Vivir quiere decir tomar partido. Ser militante es ser un partisano. Odia a los indiferentes, pero es incapaz de sentir desprecio por las fiestas, aunque den náuseas. Sirven para financiar otros asuntos: la oficina de okupación, la biblioteca autogestionada, los cursos de lengua de signos, las cafetas populares, la resistencia a la gentrificación. También son espacios en los que morir sin ataduras.

Mira al latero que sigue vendiendo cervezas y piensa en si será indio, pakistaní, norafricano. Se arrepiente inmediatamente de que el impulso primero de su cabeza haya sido la categorización, el encasillarlo, pensar en sus orígenes: una taxonomía colonizadora. Se da cuenta de que no sería capaz de intercambiar muchas palabras con él, porque provienen de mundos distintos, y ni siquiera sabe si compartirían un lenguaje común. Si hablaran él y el latero de la 'precariedad' o, peor aún, de la 'lucha de clases', la salida más probable sería que el latero lo mandara soberanamente a la mierda.

Vero, a quien conoce perfectamente —porque militan juntos—, hace el más inesperado de los movimientos, una sutil inclinación rotativa de unos cuantos grados, y entabla conversación con el latero. Resulta que viene de Bangladesh, se llama Abdul y se expresa con relativa fluidez en el castellano. Para mayor sorpresa y vergüenza suya, Vero sabe quién es: las reuniones del gremio de lateros suelen tener lugar en la misma casa okupa en la que acaban de estar de fiesta. Hablan de la miseria que Abdul gana por las noches y en cómo las cervezas a duras penas llegan para soportar las multas.

Ramiro no vive lejos de la plaza Nelson Mandela, a cuyo nombre no se acostumbra; piensa en irse, pero justo viene la policía. La música se apaga y todo el mundo se queda en silencio, se sienta, se esfuma. Pero nadie va a encararse con ellos: los policías se acercan a los lateros, buscan a los senegaleses que campan por la plaza. Abdul aún no se ha ido y es interpelado por uno de los agentes. Todos se imaginan mediando, pero nadie lo hace. Al irse escucha a alguien vomitar en una esquina.

Casa roja, la 'okupa' en la que se inspira la novela

El papel del PSOE

Ramiro no sabría del todo responder si le preguntaran la razón exacta por la cual empezó a militar. Sólo sabe que la hipocresía es insoportable y que el Ayuntamiento no está haciendo gran cosa por la miseria que él ve cada día en la calle. Repetiría lo que ha escuchado tantas veces dentro del local: de nada sirve que los socialdemócratas insistan machaconamente en la necesidad del voto útil a la izquierda; después de las elecciones, 'izquierdas' y 'derechas' pondrán en práctica exactamente las mismas medidas. El fascismo siempre ha estado ahí, habitando en los cimientos y cloacas del presunto Estado democrático. El Estado tiene claros sus enemigos principales y el PSOE es el partido del Estado por excelencia.

Los ilusos de Podemos y su buenismo discursivo tan solo repiten la misma historia que se ha escuchado tantas veces antes

Como está demostrando tras las elecciones, el PSOE prefiere que gobierne la derecha corrupta antes que ceder al tímido reformismo de Podemos y a las mínimas concesiones que piden los independentistas; prefiere ir a una repetición electoral a que asome la patita una socialdemocracia de antemano condenada que se oponga —léase: que resista levemente, que niegue tres veces en lugar de cero, que permita que le den por culo con lubricante y no a pelo— a las medidas de austeridad dictadas por Bruselas y la Unión Europea. Es el partido que ha instaurado de facto nuestro modelo económico, empezando con Felipe González y Solchaga y sus primeras reformas laborales, con la introducción de la precarización, la constitución del IBEX 35 y de los monopolios privatizados del Estado o el modelo de fomento de la especulación del ladrillo y rescate a la banca de Zapatero, que no tuvo ningún reparo en continuar con la política inmobiliaria intensificada por Aznar o en firmar con los neoliberales del Partido Popular la reforma del artículo 135 de la Constitución para asegurar la prioridad del pago de la deuda.

Cualquier partido que se ofrezca a participar de ese juego no puede sino definirse como colaboracionista. Los ilusos de Podemos y su buenismo discursivo tan solo repiten la misma historia que se ha escuchado tantas veces antes. Nadie se cree que ellos vayan a tomar el cielo por asalto, ni elaborar unas genuinas políticas para la clase trabajadora; nadie se cree que desde el Estado capitalista pueda hacerse algo en beneficio de la clase trabajadora. A todo el mundo cuenta la misma fábula, la de Syriza, para demostrar que incluso en circunstancias más dulces los resultados serían completa y absolutamente mediocres. Muy bien, muy bien. ¿Qué pasó con Syriza? Llegaron al Gobierno en enero de 2015 con chulería, motos y ganas de plantar cara a los malos. Aparecieron en los primeros mítines de Podemos. Dijeron que negociarían duramente con la Troika, que no aguantarían su desprecio; que Grecia no podía continuar por la senda de la austeridad y pagar con su humillación, que no dejarían que unos cuantos países ricos del norte mearan en la boca de los Pigs, de unos "gorrinos". Convocaron un referéndum. Salió que el pueblo no quería austeridad, tal y como tenía que salir, y salió porque no podía salir otra cosa. No hicieron caso. Traicionaron a quienes les habían votado y a quienes habían visto en ellos un poquito de esperanza, justo como los camaradas del KKE avisaron, los buenos comunistas griegos con ojo avizor. La misma plaza Syntagma que tanto los apoyó quiso, durante unas semanas, ver a todos sus ministros ahorcados. Subieron el IVA, jodieron a los jubilados, bajaron las pensiones. Siguieron diciéndose de izquierdas, pero no recobraron nunca la vergüenza que habían perdido; condenaron para siempre el futuro de un país, robando a los griegos lo último que tenían, lo más mínimo: un poquito de esperanza.

¿Qué habrían hecho los pseudoizquierdistas de Podemos en su lugar? ¡Es la lógica del parlamentarismo burgués, estúpido! Desde destacamentos reformistas se aspira a convencer a los comunistas de que no existe antagonismo alguno entre votar en las elecciones como apoyo tácito y luego sostener al movimiento revolucionario extraparlamentario el resto del año. Se aspira a convencer a los comunistas de que Podemos tiene alguna posibilidad de gobernar España y transformar el mundo. Pero la genuina tarea de los comunistas es evitar el secuestro del movimiento popular por el electoralismo, la sustitución de las masas y su fuerza por la moqueta del parlamentarismo burgués. La tarea de Ramiro, a sus ojos, era evitar que tantas ilusiones se perdieran y esperanzas se malgastaran: reunir la rabia para romperlo todo.

Elizaberh Duval, autora de la novela

Todos sabemos que Ahora Madrid tragará y tragará y tragará con la Operación Chamartín. Todos sabemos que el promotor inmobiliario Distrito Castellana Norte está controlado en más de un 70% por el BBVA, y que la prolongación de la ciudad estará monitorizada en más de un 70% por el BBVA, y que sus resultados efectivos serán vender y privatizar un sector de Madrid para beneficio íntegro del BBVA. Todos sabemos que lo venderán como urbanismo sostenible, como la edificación más verde de la historia; luego seguirán vendiéndolo y lo gentrificarán todo, gentrificarán Lavapiés, que tan cerquita les queda, para que se construyan nuevos y modernos hoteles hípsters. Todos sabemos que su hipocresía es insoportable y que a su hipocresía sólo se puede responder con revolución.

Una gran parte de estos argumentos, que cruzan su cabecita sobreexcitada, aparecen en la página web de la organización, que él se encarga de coordinar, y son difundidos masivamente entre los militantes para poder repetirlos en distintas asambleas de barrio. No nos olvidamos de cuando Manuela Carmena "se desvinculó de toda ideología radical para calmar a los empresarios", cuando afirmó con sonrisa aquel dichoso "tranquilos, que yo no soy comunista".

Vendrá la muerte y tendrá los ojos de Carmena, y cuando se vaya la desmovilización será histórica y todo quedará para el PSOE, y siempre todo queda para la PSOE

Ramiro dice todas estas cosas, pero nadie le hace mucho caso: Podemos acaba de lograr sesenta y nueve escaños en las elecciones generales. Es la tercera fuerza y está a dos pasos de convertirse en el partido mayoritario de la izquierda. Ramiro insiste en que las elecciones están supeditadas a los intereses de la clase dominante —que controla los medios de masas que forjan la opinión pública— que a través de un tremebundo espectáculo mediático en el cual ningún partido cuestiona la opresión de clase mata la conciencia, y llama la atención sobre cómo Pablo Iglesias considera que "los pequeños y medianos empresarios son los que sacan España adelante", y no el proletariado.

El PSOE, la tómbola y el prostíbulo

Il popolo, como quien farda y chincha rabiña, que tengo una piña, que tiene piñones, se jacta de sus sesenta y nueve escaños, sesenta y nueve diputados, sesenta y nueve oradores, sesenta y nueve trileros, varios ayuntamientos —el madrileño incluido—: sesenta y nueve extremos del ciempiés humano donde la mierda sale al final disparada por sus bocas. "Quien piense que puede acabar con el capitalismo es un ingenuo, y nosotros de ingenuos no tenemos nada", comentaba Pablo Iglesias en La Sexta Noche; los auténticos ingenuos serán quienes piensen que Pablo Iglesias acabará siendo otra cosa que un mejor gestor de la gran maquinaria burguesa, lacayo que del capitalismo mueve la manivela, capaz de besar su bandera y su ideología y su Rey y su patria. Ramiro insiste en todo esto, esforzándose mucho por creer, pero hay amigos que responden con sesenta y nueve diputados y muchas ilusiones.

Ramiro dice que Carmena plantará encantada mil arbolitos para ocultar lo que de verdad hace su Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo, pero no irá más allá de la estética; los creyentes arguyen movilizando las garantías de alternativas habitacionales o el proyecto de municipalizar la recogida de basuras. Ramiro dice que todo eso quedará en nada; los creyentes responden que ya está propulsando algo y que Madrid será total y completamente transformada tras unos cuantos años de gobierno y política, los suficientes para revertir los estragos provocados por el Partido Popular.

Casa Roja en Lavapiés, barrio céntrico de Madrid

Sólo hace falta leer unas cuantas páginas del programa: auditoría ciudadana de la deuda pública, reestructuración de la deuda, recuperación de la gestión pública de los servicios municipales externalizados, eliminación de cesiones, subvenciones y exenciones de tasas injustificadas a organismos privados, creación de un banco público municipal-regional, freno de todo tipo de venta de patrimonio público, identificación visible de los agentes de policía, paralización de desahucios y desalojos forzosos de primera vivienda, aplicación de la Ley de Memoria Histórica. Ramiro dice que todo eso no pasará, que Zapata ya ha caído, que caerán muchos más, que no habrá en el consistorio nadie de izquierdas y que vendrá la muerte y tendrá los ojos de Carmena, y cuando se vaya la desmovilización será histórica y todo quedará para el PSOE, y siempre todo queda para la PSOE, partido capaz de convertir el neokeynesiasmo en una tómbola de prostíbulo, y cómo pueden no darse cuenta del enorme entramado y castillo de naipes que aparece para ilusionarlos y jugar con sus sentimientos, de todos estos castillos en el aire que prometen que el camino hacia un mundo más libre, más bello y más justo lo andarán ellos solos y sin dolor, sin esfuerzo, sin que nadie llore bajo ninguna circunstancia.

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