Cultura

Wert: “Soy el que más películas candidatas a los Goya ha visto”

El ex ministro se centra en su nuevo libro en el análisis de la política española de los seis años y medio en los que Mariano Rajoy presidió el gobierno de España

  • Entrevista con José Ignacio Wert, exministro de Cultura, Educación y Deporte

José Ignacio Wert publica este mes un libro en el que habla de sus días como ministro de Educación, Cultura y Deporte y representante ante la OCD, dos cargos que desempeñó en las dos legislaturas del PP entre 2011 y 2018, hasta que la moción de censura de Pedro Sánchez desalojó a los Populares de Moncloa. Titulado como Los años de Rajoy  (Almuzara), en esta entrega Wert continúa lo que ya había hecho en el ensayo anterior, La educación en España. Asignatura pendiente,  pero centrándose en el análisis de la política española de los seis años y medio en los que Mariano Rajoy presidió el Gobierno de España.  

Centrado en la educación y el diagnóstico de los aciertos y errores de Rajoy y su equipo, Wert señala desde una falta de visión de conjunto y capacidad de diálogo entre miembros del gobierno hasta la derrota en la batalla del relato de cara. Según Wert, el Gobierno no contrarrestó la oposición encabezada por el PSOE y los nuevos actores políticos, que señalaban al de Mariano Rajoy como uno de los que más fieros y férreos recortes había impuesto en la historia de la democracia reciente.

No elude la autocrítica, pero cuando echa mano de ella lo hace con pinzas. Atribuye buena parte de la crucifixión política del gobierno a una pésima relación con los medios, así como a  una crisis fiscal que obligó al gabinete a concentrase más en la eficacia de las medidas económicas que en la forma de comunicarlas. No tiene demasiadas palabras para la Cultura en estas páginas y elude, de manera más bien acre, las explicaciones sobre sus no pocas grescas con el sector o su relación con el entonces secretario de Estado para la Cultura, José María Lasalle.

Como análisis sociológico, este libro tiene pertinencia. Pero como revisión de su papel en el gabinete de Mariano Rajoy, deja mucho que desear.

En las primeras páginas reconozco que es muy difícil. Max Weber lo escribió en El científico y el político. He intentado acaso un imposible: mantener el rigor analítico, sabiendo que en una parte relevante de las cosas  que se cuentan yo he tenido una influencia importante, lo cual invalida mi objetividad. Por eso comienzo con un yo pecador.  

Dice que el Gobierno de Mariano Rajoy desarrolló el síndrome de Fabrizio del Dongo, el personaje de La Cartuja de Parma, de Stendhal, que se vio envuelto en la batalla de Waterloo sin saberlo...

Al menos siento que me ocurrió a mí, aunque también considero que faltó una visión colectiva para percibir las transformaciones políticas que estaban ocurriendo.

Dice que hubo falta de debate político dentro del gabinete sobre las medidas que se tomaban.

Es mi opinión. Era tan catastrófica la situación de crisis económica y fiscal, y tan imperiosa la necesidad de mandar las señales de que estábamos dispuestos a hacer lo que fuera necesario para resolverla, que tomamos eso como único objetivo, olvidando un diálogo con la sociedad y nosotros mismos, y que no tuvimos la perspicacia de abordar.

José Ignacio Wert en la entrevista con Vozpópuli

Uno de los errores del PP fue la falta de relato mediático, dice. Sobre La Sexta alude al papel Sáenz de Santamaría en la fusión. ¿Es un reproche o una mención?

A estas alturas de mi vida no hago reproches, tengo una nómina de adversarios políticos lo suficientemente grande como para preocuparme de aumentarla. Yo lo que digo es que en el interés político del Gobierno habría estado seguir las condiciones de la CNMV para la fusión de Antena 3 y La Sexta, lo que hubiese supuesto que no se realizara. Si se hubiese actuado así, se hubiera interpretado como que el Gobierno se quitaba un adversario de encima. No critico lo que se hizo, porque soy solidariamente responsable de ello.

Dejar La Sexta para hacer visible a Podemos y Pablo Iglesias se atribuye como una estrategia del PP para debilitar al PSOE, ¿no?

A Mariano Rajoy nunca se le hubiese ocurrido una estrategia de este tipo, entre otras cosas y porque lo dice en su reciente libro: cree en el bipartidismo.

¿Es la crisis económica lo que desata el independentismo en Cataluña?

El nacionalismo ya se había transformado en independentismo cuando llegamos al Gobierno. Como soy muy futbolero, recuerdo los hechos en función de los partidos y recuerdo que, en 2010, cuando España ganó en Johannesburgo, hubo una reacción a la sentencia del Tribunal Constitucional a partir de la cual se encadenan una serie de Diadas. Hay un tema importante en la escalada final del independentismo, que tiene que ver con el vacío de poder que se genera entre diciembre de 2015 hasta noviembre de 2016, cuando se conforma el segundo gobierno tras diez meses en funciones. Y a lo que se sumaba una fatiga en los materiales con los que estaba construido el bipartidismo.

Insiste en que el gobierno perdió también la batalla de los medios con las imágenes de las cargas policiales del 1-O.

Sí, pero gana la batalla importante. El soberanismo es consciente de que lo estaba haciendo tenía recorrido político si daba lugar a un reconocimiento internacional y no lo tuvo. Yo estaba en la OCD y lo vi desde ahí. Se pierde la batalla de la imagen pero se gana la otra, porque ningún actor internacional relevante reconoce la declaración de independencia como una operación políticamente fundada. Y de ahí el acuerdo para la adopción del 155.

José Ignacio Wert en la entrevista con Vozpópuli

Los recortes en materia educativa afectaron la percepción de su reforma, explica en su libro. Una vez más, plantea la naturaleza económica como origen de las tensiones.

Hay dos cosas distintas. Hay una tendencia a polarizar en el debate educativo sobre los recursos que se meten en el sistema, como si la educación fuera como la producción de automóviles. Hay una evidencia abrumadora que señala que, a partir de un determinado umbral de gasto en educación, que dependiendo de los países se ubica alrededor de 50.000 dólares de gasto por estudiante. Cuando supera ese mínimo, lo determinante no es cuánto se gasta sino cómo se gasta, es decir, la eficiencia en los recursos dedicados a la educación. La oposición construyó con éxito una narrativa según la cual esos recortes afectaban la calidad del sistema educativo. En un libro anterior, publicado el año pasado, demuestro con datos que eso no es cierto. La educación mejoró sustancialmente. Eso no quiere que decir que recortar sea bueno, sino que en una situación de emergencia fiscal, no hubo más remedio que facilitar a las comunidades cómo ajustar el gasto y que eso, vendido como el desmantelamiento del sistema educativo, afectó a la percepción de la reforma educativa. Una vez que se detuvo la implementación de la ley fue imposible medir las posibilidades que tenía para mejorar la educación en España.

Los premios Goya son aburridísimos desde que el PP no ocupa la cartera de Cultura.

El problema es que, mientras estuve, la diversión la proporcioné yo, pero a mí no me pagaron por eso.

No se ofenda, quise decir…

El cine español no tuvo resultados mejores que los de esos años, en el sentido de  cuánto representan las películas españolas en la taquilla del cine. Dicho esto, que cada uno lo juzgue como quiera.

En el libro no dedica ni una palabra al IVA del 21% .

Y habrá quedado claro, una vez que se ha bajado al 10%, que el efecto fue nulo.

Tampoco menciona la Ley de Mecenazgo embutida en una reforma fiscal.

Tengo un largo capítulo sobre lo que el Gobierno del que formé parte hizo con la cultura, pero se lo va a tragar el agujero de la historia. Yo había empezado escribiendo una especie de memorias. Había una parte dedicada a la educación, que era un libro en sí mismo, otro dedicado a la política, que era también un libro en sí mismo y de hecho ambos han sido publicados. Había dos capítulos más: uno dedicado a la cultura, que es bastante extenso, y otro más corto, dedicado al Deporte. Se han quedado fuera. Si algún día tengo humor y ganas, hablaré de eso.

Usted tenía una capacidad prodigiosa para irritar al sector cultural…

El sector tenía una capacidad prodigiosa para irritarse.

¿Por qué la relación con la cultura era más áspera con usted que con el propio Cristóbal Montoro?

El mundo de la cultura estaba en un momento difícil, como todos entonces. Lo primero que hacen las administraciones públicas cuando están en una emergencia fiscal es cortar el gasto discrecional, y la cultura es un gasto discrecional. Ni los Ayuntamientos tenían la misma capacidad de contratar artistas como sí lo tuvieron gracias a los ingresos que les daba la construcción, ni las Diputaciones podían dedicar recursos a certámenes o festivales, y mucho menos las comunidades autónomas que son, de lejos, las que más protagonismo tienen en ese tema. Es más fácil focalizar el antagonismo en un único objeto fóbico que repartirlo entre 16 o 17 comunidades u 8.000 si hablamos de Ayuntamientos

¿El sector la tenía tomada con usted?

Yo tuve muy buena relación con gente de la cultura y la sigo teniendo. En la parte no publicada que dediqué a la cultura en el libro, cuento una reflexión que hice una vez en una gala de los Goya.  De los que acudían a los Goya, probablemente yo era el que más películas candidatas había visto. Siempre pienso que una película española, por mala que sea, me cuenta algo de la realidad de mi país. Por eso soy omnívoro, lo veo lo todo.

¿Cómo se llevaba con José María Lasalle, secretario de Estado de Cultura?

No hablo de esos temas.

¿Tuvieron encontronazos?

No diría eso. Discurríamos por caminos paralelos.

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