Hace ahora 350 años un comerciante de telas de la localidad holandesa de Delft se convirtió en el primer ser humano en ver microorganismos vivos, entre ellos las primeras bacterias. Anton Van Leeuwenhoek fabricó por sus propios medios unas diminutas lentes con las que podía observar un universo nuevo en el interior de una gota de agua o atisbar por primera vez el movimiento de sus espermatozoides. Cuando los miembros de la Royal Society tuvieron noticia de sus descubrimientos apenas podrían creer que fueran verdad, hasta el punto de que enviaron corresponsales a la ciudad de Delft para confirmar que aquel hombre, ajeno al mundo de la filosofía natural, había abierto las puertas de una realidad nueva.
Solo once de aquellos microscopios que han sobrevivido y abrir las lentes no es una opción
¿Cómo fabricaba aquellas misteriosas lentes diez veces mas potentes que las de su época? Durante su vida, Leeuwenhoek fue muy celoso de su secreto y apenas reveló información sobre cómo construir aquellos aparatos. En alguna ocasión llegó a revelar a un grupo de nobles que había inventado un método nuevo para soplar el vidrio, aunque parece bastante claro que pulía sus lentes. Han pasado tres siglos y los microscopios de Van Leeuwenhoek siguen guardando algunos secretos sobre su estructura y composición. Solo once de aquellos fabulosos microscopios que han sobrevivido al tiempo - el último descubierto por un coleccionista gallego en una subasta - y cuatro de ellos se conservan en el Rijksmuseum, o Museo Nacional de Amsterdam. Las lentes están sujetas con remaches entre dos piezas de metal, pero abrirlos para examinarlos no es una opción, dado su valor histórico, así que un equipo de científicos holandeses ha ideado otra estrategia: utilizar la física de partículas para desvelar su secreto.
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Un equipo de técnicos del Rijksmuseum, junto a investigadores de la Universidad Tecnológica de Delft (TU Delft), ha sometido a uno de estos microscopios a una tomografía de neutrones para despejar las dudas sobre cómo se fabricaron. Los autores del trabajo han utilizado el reactor del Instituto de reactores nucleares en Delft para atravesar las lentes sin dañarlas y generar una imagen de su interior. “La tomografía implica rotar el objeto en un haz de neutrones frente una cámara y tomar fotografías mientras el objeto rota”, explica Lambert van Eijck, investigador del instituto. “Los neutrones son partículas sin carga y atraviesan el metal- a diferencia de los rayos X, por ejemplo. Una vez que has rotado el objeto 180 grados, puedes usar la colecciono de imágenes en 2D para construir una imagen en 3D del objeto en el ordenador”, añade.
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El resultado de la tomografía aclara el misterio de una vez por todas: las lentes fueron pulidas y no fundidas como su autor habría sugerido en alguna ocasión. “Parece que no había un método exótico de producción después de todo, pero Van Leeuwenhoek era excepcionalmente hábil en la fabricación de pequeñas lentes”, asegura Tiemen Cocquyt, conservador del museo que participó en la investigación. La tecnología más sofisticada, la que dominamos ahora que hemos sido capaces de ver mucho más allá y manipular las partículas que componen los átomos, ha permitido de esta forma desentrañar el funcionamiento de un microscopio que durante 150 años no fue superado por ningún otro instrumento en cuanto a capacidad de aumento y que fue fabricado gracias a la destreza de un simple comerciante de telas cargado de curiosidad.
Fuente: Mystery of superior Leeuwenhoek microscope solved after 350 years(TU Delft)