La primavera llega y con ella los temores de más de ocho millones de españoles con alergia al polen. Será también nuestro debut primaveral al aire libre con mascarilla porque, con sus más y sus menos -muy superiores estos-, la de 2020 estuvo marcada por el confinamiento.
Negar la evidencia de que la covid-19 es un desastre y que su impacto negativo es infinitamente mayor que el positivo no significa que no nos deje algunas cosas buenas, aunque sean mínimas. Es el caso de la aparición de las mascarillas como elemento de atuendo cotidiano y una ventaja que para todos aquellos que sufren cualquier tipo de alergia al polen agradezcan, que servirá para prevenirlas o limitarlas.
Sea a las clásicas gramineas, más frecuentes en la Meseta; al olivo, popular en toda Andalucía; al ciprés, bien repartido por toda la península; e incluso en ambientes urbanos como es el platanero o a la temida parietaria en la zona mediterránea, son pocos los rincones de España que no sufren las inclemencias del polen. Hasta en el norte sucumben, aunque generalmente al efecto del abedul.
Los síntomas son bien conocidos: rinitis, prurito, dificultades respiratorias, sensación de ahogo... El polen es un silencioso pero visible enemigo que llega todas las primaveras. De él hablamos con el doctor Antonio Valero, presidente de la SEIAC (Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica), que nos atiende en este despertar primaveral con la mascarilla como protagonista, que además nos indica web de la SEIAC para comprobar las incidencias de pólenes en nuestro entorno.
"Históricamente el uso de mascarillas se ha realizado como filtro entre nuestro organismo y el ambiente", comienza. "Y creo que después de esta epidemia de covid-19, sea dentro de un año, dos, o los que sean, va a estar más extendido el uso de las mascarillas como factor de protección", confía.
"Hace años cuando veíamos a los turistas con mascarillas pensábamos que eran bichos raros, pero no es así, y espero que, después del aprendizaje de la covid-19, la gente las considere un método más de protección", explica, aunque eso no quiere decir que se prescindan de las medicaciones pautadas.
Razón por la que, de todas las causas negativas que esta pandemia arrastra, la de popularizar el uso de las mascarillas sea una de las pocas ventajas. "Hablamos de un filtro que evita que en nuestra nariz y bronquios entren sustancias que dificultan la respiración, por tanto los alérgicos estarán menos expuestos y a menor cantidad que en otras primaveras", asegura.
"Habrá menos síntomas y la intensidad de estos será menor porque nuestras vías respiratorias estarán protegidas. Eso no evita que no los haya, o que se deba prescindir de la medicación, pero sí es cierto que serán menos intensos", considera.
Cuidado en casa con la alergia
Aunque remarca matices para combatir la alergia: "no te aísla por completo del ambiente, pero sí disminuye la exposición, sobre todo en espacios abiertos". Por eso, insiste en extremar las precauciones del alérgico en casa. "Si vivimos en una zona rural, o en un primer piso o en un bajo, y abrimos las ventanas, estamos dejando que el polen entre en casa, y en casa lo más probable es que no llevemos mascarilla", añade.
A lo que se suma otra particularidad: no todo el polen llega a la vez, ni solo en primavera. "Se suele pensar que las mayores cargas de polen vienen en primavera, pero algunos se extienden en otras estaciones", afirma el doctor Valero. "Las parietarias típicas de la zona mediterránea van de abril a octubre, aunque en verano hay menos carga, o los plataneros tienen un claro pico entre marzo y abril, pero cada tipo de árbol poliniza en una determinada fecha", aclara.
"La mascarilla va a ayudar a los pacientes con alergias al polen y puede ser una herramienta útil que confío se deje de ver como algo raro, ya que en determinados ambientes o circunstancias puede ser muy provechosa", apostilla, reivindicando que no se estigmatice socialmente el uso de las mascarillas más allá del tiempo que dure la obligación y la pandemia de la covid-19.