Bienestar

Cómo saber si tengo SIBO: estos son los síntomas del sobrecrecimiento bacteriano en el intestino y cómo tratarlo

El SIBO es uno de los problemas digestivos de los que más se habla en los últimos tiempos. Los expertos advierten de un aumento de casos de sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, una dolencia que puede ser difícil de detectar y tratar

  • Cómo saber si tengo SIBO -

Aunque los expertos aseguran que el SIBO ha existido siempre, esta patología es, desde hace unos años, uno de los problemas digestivos de los que más se habla. Y es que, a pesar de su reciente aparición diagnóstica, se ha observado un importante aumento de casos de sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado entre la población. Aunque este síndrome no reviste de gravedad, sí puede condicionar la vida de quien lo padece.

El SIBO, cuyas siglas en inglés significan ‘Small Intestinal Bacterial Overgrowth’ se caracteriza por un excesivo crecimiento de microorganismos en el intestino delgado. Un desequilibrio que puede tener múltiples consecuencias para la salud.

¿Qué es el SIBO y cuáles son sus principales síntomas?

Como decíamos, el SIBO es un desequilibrio en la microbiota, la cual se distribuye por todo el tracto digestivo, aunque existen lugares con mayor o menor concentración bacteriana. De forma normal, la densidad de microorganismos en el intestino delgado es menor que en el intestino grueso debido a la velocidad de tránsito, a los ácidos biliares y a la barrera gástrica que limita el paso de estos microorganismos desde la cavidad oral. Cuando la cantidad de bacterias presentes en el intestino delgado es excesiva, es cuando se genera el SIBO, y conlleva un excesivo consumo de nutrientes, incluyendo hidratos de carbono y vitamina B12.

Cómo saber si tengo SIBO
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Los síntomas que provocan el SIBO son similares a las de otras afecciones gastrointestinales, algo que puede complicar el diagnóstico que puede ser confuso. Entre los más comunes se encuentran:

  • Dolor abdominal
  • Malas digestiones
  • Flatulencia excesiva
  • Problemas de malabsorción de ciertos nutrientes
  • Hinchazón y distensión abdominal
  • Diarrea o estreñimiento
  • Náuseas
  • Pérdida de apetito
  • En menor medida, pérdida de peso

Según la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria, el SIBO afecta aproximadamente al 15% de la población española, en especial a mujeres de entre 30 y 50 años. Como es de imaginar, tanto la detección como el tratamiento del SIBO tiene que ser controlado y pautado por un especialista.

Cómo se detecta el SIBO y cuál es su tratamiento

Aunque existe una prueba específica a través de un cultivo en la zona intermedia del intestino delgado, esta no es muy habitual al tener que realizarse a través de una gastroscopia, un procedimiento invasivo. Por ello, la prueba más empleada para detectar el SIBO es un test en el que se mide la cantidad de hidrógeno o metano que se exhala después de consumir lactulosa, una solución oral. Se realizan mediciones cada media hora.

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En cuanto al tratamiento, este suele consistir en la toma de antibióticos específicos. Aunque también hay que incluir ciertos cambios en la forma de vida y en la alimentación, evitando los llamados FODMAP o carbohidratos fermentables.

Así lo apunta Alfonso Carabel Vázquez, de Centro médico-quirúrgico Olympia, que asegura que “una dieta baja en FODMAP reduce la comida que alimenta a las bacterias, ayudando al control de los síntomas y al esfuerzo terapéutico para el control de la población bacteriana”.

Además, una vez detectado el SIBO, deben corregirse las posibles deficiencias nutricionales derivadas de este problema, y se recomienda el consumo de probióticos y prebióticos para restablecer la microbiota.

Las causas del SIBO son variadas, y en algunos casos difíciles de concretar, pero los expertos recomiendan algunas pautas para prevenirlo. Entre ellas, mantener una buena higiene alimentaria; llevar una dieta rica en fibra y alimentos probióticos; limitar el uso de antibióticos, evitando una toma excesiva o innecesaria que pueda alterar la microbiota intestinal; evitar el estrés crónico, que afecta negativamente al sistema gastrointestinal; y un mayor control de enfermedades que afectan al funcionamiento intestinal como la diabetes, la celiaquía o la enfermedad de Crohn.

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