Las piernas inquietas es un problema que no siempre se toma con la importancia con la que se debería. Este síndrome de origen neurológico suele deberse a un desequilibrio de la dopamina, que es la sustancia química del cerebro que envía un mensaje a nuestros músculos para mantenerlos bajo control. Cuando se produce ese desequilibrio, se sienten molestias u hormigueo que puede ser muy perjudicial para el descanso de las personas que lo sufren y por lo tanto para la salud física y la salud mental.
Aunque no es una dolencia grave, este síndrome, conocido también como enfermedad de Willis-Ekbom, puede interferir en el sueño, algo que podría llegar a provocar somnolencia durante el día, una merma en la capacidad de concentración y atención para las tareas diarias y una sensación de falta de energía y agotamiento que afecta sin duda a la calidad de vida de los pacientes. Esto puede hacer que los pacientes se sientan menos motivados, con pocas ganas de nada y les puede llevar incluso a procesos de depresión causados por el insomnio. Por esto, cuando se notan los primeros síntomas, hay que acudir al médico para que él pueda valorar si se padece este problema y darnos una solución.
Según estimaciones de la Sociedad Española de Neurología (SEN) en España, al menos dos millones de personas padecen esta enfermedad crónica que, sin embargo, sigue siendo poco conocida e insuficientemente diagnosticada. De hecho, hasta un 90 por ciento de los afectados podría estar sin diagnosticar. Este síndrome puede aparecer a cualquier edad, incluso en niños (un 25 por ciento de los pacientes comienzan a experimentar los síntomas de la enfermedad en la infancia o en la adolescencia), aunque es más frecuente en la edad adulta y más común entre las mujeres.
Las causas por las que una persona puede padecer el síndrome de las piernas inquietas pueden ser variadas. Algunas investigaciones aseguran que puede haber un factor hereditario y que cuando es así, el síndrome comienza a partir de los 40 años. Hasta en un 50-60 por ciento de los casos existe algún tipo de patrón familiar. A veces también aparece durante el embarazo debido a los cambios hormonales, sobre todo, durante el tercer trimestre de gestación. Eso sí, cuando es así, suele desaparecer después del parto. Incluso en momentos puntuales de estrés o en los que se produce una alteración emocional por causas ajenas a la salud física, los síntomas se pueden agravar.
No existe una enfermedad subyacente que esté relacionada con este problema pero en ocasiones puede llegar junto a otras patologías como una neuropatía periférica debida a enfermedades como la diabetes, una deficiencia de hierro, la insuficiencia renal o afecciones de la médula espinal o la enfermedad de Parkinson.
Síntomas de las piernas inquietas
Muchas veces es difícil describir qué se siente cuando se padece este trastorno, pero fundamentalmente, los síntomas son una sensación desagradable en las piernas (y a veces también en los pies) que suele mejorar al moverlas. Esto puede suceder mientras uno está acostado en la cama o en una situación de reposo y habitualmente se nota por la noche, lo que provoca que la persona que lo sufre no pueda conciliar bien el sueño o se despierte en varias ocasiones mientras duerme. En ocasiones pueden aparecer estas sensaciones también en los brazos.
La duración de las molestias puede llegar a ser de una hora y se mejora cuando se mueven las piernas o cuando nos levantamos de la cama, algo que influye de manera muy negativa sobre la calidad del sueño. Estos síntomas pueden aparecer también cuando se está realizando un viaje en avión o coche al estar mucho tiempo sentados o incluso durante una reunión o una clase.
Los pacientes describen la sensación como un cosquilleo u hormigueo y a veces como la sensación pulsátil, dolor o escozor. Otro de los síntomas y que padece hasta un 80 por ciento de los pacientes es un movimiento involuntario de las piernas (como una especie de pataleo) mientras se está dormido, y algunos también lo notan estando despiertos o en un estado de vigilia mientras se está tumbado o sentado.
Por lo tanto, los tres síntomas habituales son: sensación desagradable en las piernas, movimientos involuntarios de las mismas y un problema grave a la hora de conciliar el sueño con facilidad. Los síntomas pueden ir variando de intensidad con el paso de los días e incluso pueden aparecer y desaparecer en diferentes momentos.
Cómo se tratan las piernas inquietas
Una vez que el médico ha diagnosticado que se padece el síndrome de las piernas inquietas después de una exploración física y en algunos casos también neurológica, se encargará de ponernos el tratamiento más adecuado. A veces, el profesional médico también puede solicitar un análisis de sangre para ver si hay una deficiencia de hierro y descartar así otras causas del problema. En estos casos se mandará una administración de hierro suplementaria al comprobar que hay una disminución de los acúmulos de hierro en sangre. Por nuestra cuenta nunca debemos tomar estos suplementos y siempre hay que hacerlo bajo supervisión médica.
Habitualmente puede ser que necesitemos un cambio en el estilo de vida que llevamos por otro más saludable. Hablamos de poner en práctica algunos hábitos como acostarse y levantarse siempre a la misma hora, realizar estiramientos suaves antes de irnos a la cama, dedicar algo de tiempo cada día a relajarnos, ya sea haciendo yoga, meditación e incluso respiración consciente (ideal antes de dormir) y evitar productos excitantes como la cafeína, el alcohol o el tabaco.
Si esto no funciona, el médico recetará al paciente algún fármaco como alguno que aumente el nivel de dopamina en el cerebro, otros que afectan los canales de calcio o relajantes musculares y medicamentos para dormir que ayuden al paciente a conciliar mejor el sueño y estar más relajado en el momento de acostarse. Hay ocasiones en las que los fármacos que tienen que ver con la dopamina pueden volverse ineficaces después de un tiempo o los síntomas pueden aparecer durante el día o afectan a los brazos, es entonces cuando el médico deberá cambiar el tratamiento.