En el año 1822, en los alrededores de la pequeña aldea alemana de Klütz apareció una cigüeña blanca muerta con una flecha clavada en el cuello. El análisis posterior permitió comprobar que aquella flecha procedía de algunas tribus del centro de África, lo que contribuyó a resolver un viejo enigma: aquellas aves que desaparecían en invierno no hibernaban en el mar, como se había creído hasta entonces, sino que viajaban enormes distancias hacia tierras del sur y regresaban en primavera. Dos siglos después, los científicos que estudian a estas aves ya no necesitan que se produzcan estas casualidades para seguir sus movimientos. Utilizan dispositivos de localización por GPS que les sirven para conocer dónde pasan el invierno y en qué lugares se detienen a descansar y alimentarse. Y para constatar que se ha producido un enorme cambio.
La organización SEO/BirdLife ha dado a conocer esta semana el informe “Migración y ecología espacial de la cigüeña blanca en España”, en el que se recogen siete años de seguimiento de 79 cigüeñas blancas marcadas con dispositivos GPS (34 adultos y 45 pollos), de las que 53 fueron marcadas en España y 26 fueron marcadas en Centroeuropa. Las aves fueron estudiadas entre 2012 y 2017 en el marco del programa Migra de SEO/BirdLife y ha desvelado por primera vez con todo detalle los movimientos de la cigüeña blanca a lo largo de todo el ciclo anual: temporadas de cría, de invernada y ambas migraciones entre estas zonas. Estos datos muestran con claridad dos comportamientos migratorios diferenciados. Las cigüeñas centroeuropeas invernan en España (50,0%), norte de Marruecos (33,3%) y en el Sahel (14,3%), mientras que las poblaciones españolas se quedan mayoritariamente en la península (80%) y solo las crías migran hacia África y cruzan el desierto del Sáhara, un comportamiento que tienen prefijado genéticamente y que provoca unas tasas de mortalidad altísimas entre los juveniles.
“Aunque la población de cigüeñas ha crecido, el panorama general es un poco triste”, asegura a Vozpópuli Fernando de la Puente, uno de los autores del estudio. “Hemos alterado completamente la dinámica de la especie, hemos modificado su hábitat y eso ha producido que suban sus poblaciones debido básicamente a la existencia de grandes vertederos donde se alimentan en invierno”. El informe concluye que “existe un cambio espacial sustancial en las zonas de invernada, que cada vez son más importantes en el sur de España, especialmente en el caso de los adultos” y que se ha incrementado significativamente el número de aves sedentarias a la vez que se han acortado las distancias de migración.
En los vertederos de Madrid se juntan cigüeñas locales con las suizas, las alemanas y las francesas
La existencia de grandes vertederos en las afueras de las ciudades que proveen de alimento a las cigüeñas y otras aves durante todo el año ha producido, según el informe, concentraciones en ciertos puntos clave como Cáceres, Badajoz, Ciudad Real, Sevilla y Cádiz. En el centro de la península, el vertedero de Rivas- Vaciamadrid se ha convertido en un importante núcleo de población invernante de miles de cigüeñas que vienen de todos los rincones de Europa Occidental para pasar unos meses en la zona. De hecho, apuntan los autores del informe, varias de las cigüeñas marcadas con GPS en otras zonas de España han pasado su invernada en Rivas-Vaciamadrid. Muchas de ellas duermen en los alrededores del Jarama y otras en las antenas del pueblo de Vallecas o en las farolas de las carreteras cercanas. “Las cigüeñas de aquí se juntan aquí con las suizas, las alemanas y las francesas, que también vienen en invierno”, explica De la Puente.
Historias individuales
El seguimiento por GPS ha permitido conocer la historia individual de algunas de estas cigüeñas. “Teníamos marcada en las cercanías de Madrid a una pareja, Goyo y Enara”, relata el coautor del trabajo. “Las dos invernaban en un vertedero, se pasaban unos meses cuidando el nido y luego se separaban y cada una a su aire durmiendo por las graveras. Una de ella sigue emitiendo y la otra murió”. Otra cigüeña blanca, bautizada como “Blas” que cría en Pinilla del Valle en Madrid y fue marcada en 2012 con un transmisor dentro del programa Migra, pasa medio año, de agosto a enero, en este municipio y su entorno. “Las tres parejas que marcamos en Madrid iban a comer al vertedero y luego dormían por las graveras o en el río Jarama. También hemos marcado una del País Vasco, de Álava, que sigue viendo a invernar a Rivas”, explica De la Puente. En la localidad riojana de Alfaro, una cigüeña llamada Yerga se hizo muy popular entre la población local, que estaba pendiente de cuándo llegaba al nido y cuándo se iba. “Era una de las pocas que eran migradoras transsaharianas y al final murió cruzando el Sahara también”, indica el investigador.
Gracias a esta publicación, aseguran sus autores, se ha pasado de no tener apenas información detallada sobre los movimientos de las poblaciones españolas de cigüeña blanca, a disponer con todo detalle de la posición de las aves a lo largo del año. De hecho, esta especie ha resultado ser un modelo ideal para mostrar cómo los cambios producidos por el hombre a nivel global (producción de grandes cantidades de residuos, puesta en cultivos de regadío de enormes zonas, etc.) están produciendo profundos cambios en el medio ambiente y el comportamiento de las especies. Especies que hace tan solo unas décadas invernaban en África ahora se quedan en España. Al mismo tiempo, otras que lo hacían en nuestro país se han desplazado más al norte. “En este escenario debemos prestar mucha atención a la ciencia y a estudios como este. Sólo con el conocimiento en la mano se pueden poner en marcha acciones basadas en la naturaleza para garantizar una transición ecológica justa y frenar la actual crisis climática”, concluye Asunción Ruiz, directora ejecutiva de SEO/BirdLife.
Referencia: Migración y ecología espacial de la cigüeña blanca en España. Monografía n.º 5 del programa Migra. SEO/BirdLife. Madrid. https://doi.org/10.31170/0071.