El Área de Conservación del Ngorongoro, en el norte de Tanzania, es una zona espectacular formada por extensas llanuras, bosques y sabanas. También alberga una enorme caldera (depresión por la erupción y derrumbe de un volcán) conocida como el cráter del Ngorongoro.
El Área de Conservación, que abarca unos 8 292 km2, es especial por la gran cantidad de fauna que alberga, lo que hizo que fuera declarada Patrimonio de la Humanidad en 1979.
También es especial porque cuando se estableció en 1959 se planificó como una zona de uso múltiple del suelo, donde fauna salvaje y pastores masái coexistirían. Los pastores han subsistido en esta zona durante al menos los últimos 100 años y se les aseguraron derechos territoriales permanentes. Entre ellos se encontraban los derechos de circulación, de residencia y de pastoreo y cultivo.
Sin embargo, preocupa que el Gobierno tanzano esté intentando obligar a miles de personas a abandonar el Área de Conservación. Se está haciendo mediante acoso y restricciones, como prohibir cultivos y limitar el acceso a ríos y pastos para alimentar a su ganado.
Masái, una población creciente
El Gobierno argumenta que la reubicación de los pastores ayudará a conservar este lugar Patrimonio de la Humanidad. Deriva de diputados que afirman que la reserva está amenazada por poblaciones de humanos y ganado en fase de crecimiento explosivo.
Es cierto que el número de personas ha aumentado en los últimos 60 años. Entre 1959 y 2017, la población del Área de Conservación del Ngorongoro pasó de unas 10 000 a unas 100 000 personas. La cantidad de ganado ha fluctuado en torno a las 250 000 cabezas.
Como investigadores, sostenemos que la eliminación de estas comunidades no es la respuesta para conservar el medio ambiente.
Mientras tanto, en los últimos 60 años especies silvestres como el búfalo africano, la gacela Thomson y la jirafa han menguado o se han estancado en el cráter del Ngorongoro y sus alrededores. Tal declive se ha atribuido tanto a factores naturales, como el cambio de los patrones de lluvia, como a factores humanos, por ejemplo la competencia por las tierras de pastoreo.
Como investigadores de la ganadería y el medio ambiente, y habiendo estudiado el Área de Conservación del Ngorongoro y las intervenciones que apoyan a las comunidades de pastores, sostenemos que la eliminación de estas comunidades no es la respuesta para conservar el medio ambiente.
Si la razón del Gobierno es proteger el medio ambiente, es crucial apoyar a las comunidades que comparten la zona con la vida silvestre.
Pobreza y conservación
Los ecosistemas silvestres no existen de forma aislada. Aproximadamente el 60 % de la fauna salvaje de Tanzania vive fuera de los parques nacionales en un momento dado. Aunque se encuentre en zonas de conservación delimitadas, se verá afectadas por lo que ocurra fuera de ellas.
Se sabe que la disminución de la fauna está íntimamente relacionada con los niveles de pobreza. Por ejemplo, la pobreza puede llevar a la caza furtiva oportunista y, unida a una gobernanza débil, puede provocar una disminución en el número de animales silvestres.
Se sabe que los desalojos de pastores en otras regiones del mundo han provocado un mayor empobrecimiento de estas comunidades.
Sostenemos que el mismo destino podría aguardar a las comunidades que sean desalojadas de esta zona: no sólo sufrirán, sino que podría dar lugar a nuevos problemas de conservación, como la caza furtiva y los conflictos entre el hombre y la fauna.
Por lo tanto, sostenemos que hay que esforzarse más por mejorar el acceso a la educación y atajar la pobreza y el desempleo si se aspira a conseguir políticas de conservación sólidas.
Algunas respuestas
La educación puede trasladar a gran parte de la creciente población de pastores a otros sectores de la economía y permitir la diversificación de los ingresos. Esto aliviaría la pobreza y reduciría la presión sobre la tierra al disminuir el número de personas que viven directamente de ella.
En Kenia, por ejemplo, la vinculación de la conservación de la fauna salvaje con la mejora de los pastos, el aumento de los ingresos y el arraigo de negocios sostenibles ayudó a promover que los locales se apropiasen de las iniciativas de conservación, y contribuyó a la paz.
Un mayor nivel educativo también puede estimular la migración voluntaria fuera de la zona, reduciendo la presión sobre la tierra, y frenar el crecimiento de la población. La educación reglada conduce a una menor tasa de natalidad, promueve familias más pequeñas y frena el crecimiento de la población. Esto se debe a que la escolarización retrasa el matrimonio y a que el nivel educativo está vinculado a un mayor empoderamiento de las mujeres jóvenes: es más probable que adopten mecanismos modernos de control de la natalidad y eviten el matrimonio polígamo.
Todo ello protegería los derechos humanos y promovería la conservación compatible de la naturaleza, empoderaría a las comunidades y reduciría la presión sobre la tierra.
En el distrito de Ngorongoro hay graves carencias en la prestación de servicios de educación primaria y secundaria. Por ejemplo, solo 40 372 de los 70 000 niños en edad de asistir a la escuela primaria y secundaria en la parte sur del distrito estaban escolarizados en 2014.
La educación también puede integrar a los miembros de la comunidad en la gestión de los ecosistemas, proporcionando puestos de trabajo que dependen de la conservación de los mismos. Esta es la base del modelo de conservación comunitaria. En algunos lugares, como Kenia, se ha aumentado la resiliencia de la comunidad y se ha fomentado una actitud más positiva hacia la conservación de la naturaleza, haciéndola socialmente más sostenible.
Diversificación de la economía local
Pero el ecoturismo no es una solución mágica. La diversificación de otros ámbitos de la economía de la zona es igual de importante.
Por ejemplo, la industria ganadera podría desarrollarse añadiendo valor a los productos ganaderos, incluidos el cuero, los productos lácteos y los productos cárnicos certificados. Las inversiones del sector privado o las asociaciones público-privadas en el distrito podrían promover productos y aumentar su disponibilidad durante todo el año.
Se pueden encontrar ejemplos de esta estrategia exitosa en diferentes continentes y en diferentes entornos de pastoreo.
La actual crisis en el Área de Conservación del Ngorongoro apunta a una creciente tensión entre la conservación de la naturaleza y los medios de vida locales en África. Pero hay pruebas de que la biodiversidad y los programas de erradicación de la pobreza pueden coexistir, siempre que se mantengan las estrategias a largo plazo.
Esperamos que el Gobierno tanzano las tenga en cuenta, ya que pueden servir para proteger a las comunidades y servir como estrategia de conservación.
Pablo Manzano, Ikerbasque Research fellow, bc3 - Basque Centre for Climate Change y Lucas Yamat, PhD candidate, bc3 - Basque Centre for Climate Change
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.