El sobresalto irreparable de la muerte de Luis Aragonés y las inolvidables emociones posteriores, culminadas ayer en el Calderón con la ceremonia de cariño más hermosa del mundo, suspendieron la reacción a un mercado de invierno que el Atlético debería enmarcar y colgar en el salón de su casa. Una noche de cierre histórica la del viernes, de mundo al revés, en la que los madrileños no sólo no se deprimieron con el traspaso a traición del Jurado de turno o fichajes de relleno sino que se agitaron con la contratación de su vida. El retorno de Diego, el deseado, el mejor futbolista creativo que había vestido la rojiblanca en los últimos 20 años. La bomba.
El Atlético no pierde esta vez a su mejor jugador por una venta. Simplemente el que era el mejor ya no lo es porque el que llega le adelanta en el escalafón. El Atlético es lo mucho que era a día 30 de enero multiplicado por un futbolista que es mejor que los que ya estaban. Por una vez hay que quitarse el sombrero ante los que llevan la gestión, casi abrazarles. Tras muchos amagos, al fin llega Diego. Un jugón mayúsculo. Calidad, imaginación, dotes de mando, capacidad para proteger la pelota, conducirla, pasarla y golpearla. Un jefe continuo de juego. El punto de fútbol con el que redondear un equipo altamente competitivo, casi perfecto en solidez defensiva, lucha solidaria, oficio táctico colectivo, pericia a balón parado y pegada. Un tipo que no tiene ni que adaptarse, que es un valor seguro. porque ya estuvo y triunfó (y se le echaba de menos).
El Atlético le aguantó la carrera al Barça y al Madrid durante la primera parte del campeonato con lo que tenía. Para la segunda tiene más (ha perdido a Óliver, pero su cesión era un necesidad urgente para no perderlo, y a Guilavogui: ninguno contaba para el Cholo). mientras que las dos superpotencias se mantienen en lo mismo. El brasileño no necesitó ni entrenarse el sábado para entrar en la convocatoria ante la Real: calentó, ilusionó, salió un rato, relanzó al Atlético y hasta se permitió marcar un golazo. De una sola vez, el Atlético se hizo más fuerte llorando unido, se puso líder y enseñó a Diego. La mesura impuesta por Simeone (el artífice de todo) corre peligro. Los aficionados están a esto de tirar por la ventana la estricta dieta del partido a partido y ponerse a soñar bien alto.