Todo acabó en un gol ridículo. En una patética carrera hacia atrás de Asenjo después de una subida en falso a rematar un córner con todo un partido de vuelta por delante. El mayor error de cálculo de la era Simeone, que sirvió para sepultar la presencia del Atlético en una competición que en realidad no quiso competir. El entrenador milagro tiró voluntariamente aquella Europa League de 2013, un pecado que compensó eso sí con la histórica conquista de la Copa del Rey en el Bernabéu. Y lo de ayer ante el Olympiacos recordó a aquello. No fue lo mismo, ni en el más delirante de los supuestos cabe imaginar que el Atlético no quiera disputar al máximo esta Liga de Campeones, esa competición con tantas deudas pendientes con el escudo, no hubo rendición ni desgana, pero recordó. Oblak tampoco es Asenjo. Pero recordó.
Ni Ancelotti insiste ya en una medida definitivamente nociva. Lo de alternar la titularidad de los porteros en las dos competiciones mayores del curso, Liga y Champions, no es buena medicina ni para pacificar el ambiente. Pero Simeone, al que la fórmula ya le salió mal, ha decidido ir de nuevo por ahí. Quizás porque le parece mejor portero Oblak, pero no puede sentar del todo a Moyá dadas sus actuaciones ligueras y en la Supercopa. O quizás porque sabe que el esloveno era el fichado para ser titular, el mayor gasto en la historia del club y de la Liga BBVA por un portero, y que ese dinero no conviene desaprovecharlo en el banquillo. O quizás fue la tentadora y clásica salida a lo Salomón. El caso es que la medida, acaso sólo experimental, le salió mal.
No es que Oblak sea científicamente el responsable de la derrota del Atlético en Atenas, pero ocurrió que su presencia repentina coincidió con el peor día del mejor montaje defensivo del lustro. Juanfran pareció otra vez Juanfran, Godín y Miranda estuvieron irreconociblemente flojos y Ansaldi, otro que entró en rotación, fue un desastre. Mario fue también su peor versión en el segundo gol. Todos atacaron bien, pero fallaron en lo suyo, en lo que mejor hacen, blindarse atrás. Y el Olympiacos, que no jugó mejor que el Atlético, marcó tres goles de tres tiros. Oblak no evitó ninguno. No llegó a Asenjo, pero no fue el actual Moyá y mucho menos el inolvidable Courtois. Un asunto de forma posiblemente. No es fácil ser portero desde la falta de partidos, desde la inadaptación a un sistema defensivo en el que el meta no sólo es uno más, sino es el que más.
No fue Olympiacos lo del Rubin Kazan de 2013. Sobre todo porque Simeone salió con todo. O con casi todo. O con lo mejor. Pero tocó la portería que nunca (se) toca. Y por eso, aunque es pronto, este tropiezo recordó a aquel.