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El día en que Messi arrasó en el Bernabéu y se coronó como el mejor

Ahora que Leo Messi se marcha del Barça resulta obligatorio elegir aquí uno de sus mejores partidos con la camiseta azulgrana. Elección que después de dieciocho temporadas, tantos títulos, entre

  • Messi marca ante Casillas en el famoso 2-6 de 2009. -

Ahora que Leo Messi se marcha del Barça resulta obligatorio elegir aquí uno de sus mejores partidos con la camiseta azulgrana. Elección que después de dieciocho temporadas, tantos títulos, entre ellos cuatro Champions, tantos goles y seis Balones de Oro, se antoja más que complicada. Pero hay un partido en el que el astro argentino se coronó como el mejor futbolista de ese momento y empezó realmente su leyenda. Un partido en el que escribió una página inolvidable en la historia del balompié.

Corría el mes de mayo de 2009. El Barça de Guardiola era el líder de La Liga y visitaba el Santiago Bernabéu, donde el Madrid de Juande Ramos, segundo en la tabla, intentaría recortar la distancia y aumentar sus opciones de campeonar. Un Clásico liguero tan imprevisible como cualquier enfrentamiento entre ambos clubes. Pero lo que nadie podría vaticinar, amén del resultado final, histórico, imborrable, 2-6 para los azulgranas, es que Messi arrasaría como lo hizo desde una nueva posición, la de falso nueve.

Aquel 2 de mayo de hace 12 años Guardiola colocó al argentino en ese puesto entonces casi inaudito y hoy tan habitual con el objetivo de sumar a un jugador más en el centro del campo para generar superioridad y dominar el juego. El plan era que La pulga se aliase con Busquets, Xavi e Iniesta para controlar el esférico. Un plan que salió a la perfección para los culés, que literalmente dieron un baño extraordinario al Madrid en su propio estadio, donde no se recuerda una goleada similar en un Clásico.

Claro que la genialidad táctica del entrenador catalán salió como salió porque el elegido para protagonizarla era ese joven argentino que llevaba ya varios años en el primer equipo, que ya había marcado goles al eterno rival -brutal ese hat trick de 2007 en el Camp Nou (3-3)- y que había ganado una primera Champions -la del equipo liderado por Ronaldinho en 2006-, pero que hasta esa temporada no era la verdadera estrella del equipo. Junto a sus aliados de lujo, Messi marcó dos goles y dio una asistencia aquella noche en el Bernabéu y, con ello, se garantizó su primer Balón de Oro.

Aquel día el Barça también se garantizó la victoria en La Liga, como cuentan las crónicas de entonces. Unos días después el equipo de Guardiola levantó la Copa del Rey ante el Athletic y luego llegó la victoria en la final de Champions disputada en Roma frente al Manchester United de Cristiano Ronaldo. Así un equipo irrepetible consiguió su primer triplete. Luego vendría otro con Luis Enrique como técnico. Y muchos otros triunfos. Y otros encuentros sobresalientes de La pulga, como aquel en que él solo le metió cinco goles al Leverkusen en 2012, como aquella semifinal de Champions ante el Bayern en la que destrozó la cintura de Boateng en 2015, como aquella final de 2011 en Wembley o como aquellos otros Clásicos que desniveló.

El legado de Messi es imborrable e inigualable. Jugó otros grandísimos partidos como culé, pero ninguno como aquel. Por la exhibición que dio. Por el lugar donde lo hizo. Por el rival que tenía en frente. Y, sobre todo, por la posición en la que jugó. Volver a ver ese partido es un regalo para los seguidores azulgranas, sí, y resulta doloroso para los madridistas, también, pero asimismo supone un espectáculo imperecedero para cualquier aficionado al fútbol.

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