Para unos descorazonadora. Para otros elogiable. La imagen de Fernando Alonso empujando su coche para poder llegar al paddock y tratar de posicionar el desastroso McLaren-Honda en la Q3 es la imagen del fin de semana. El ovetense vio como su coche le dejaba tirado en mitad de la Q2. El coche quedó parado a unos metros de la entrada al paddock y ni corto ni perozoso, Alonso se bajó del McLaren y comenzó a empujarlo. Enseguida unos comisarios de pista ayudaron al piloto a empujar el coche hasta el garaje de su escadería.
Alonso fue ovacionado por su pundonor, pero la cara de su jefe, Ron Denis, era de circunstancias. Un ingeniero advertía por la emisora interna que los controles advertían que el coche debía seguir. Pero la realidad era totalmente diferente. El coche se paraba y nadie sabía el motivo. McLaren sigue haciendo el ridículo y sus pilotos están muy por encima de sus automóviles.
Segundos después el ovetense ofrecía sus impresiones ante los micrófonos: "Un conecror se paró dos veces durante la vuelta. Cuando llegué al box me dijeron que si el coche no entraba en marcha no podía salir. En la Q1 la vuelta fue mala, pero podríamos haber llegado al 12. Aquí en Hungría las carreras acaban el sábado porque es un circuito urbano y es difícil. Además Button tuvo problemas con el KERS en su vuelta buena. Era un fin de semana en el que podíamos estar entre los diez primeros, pero estaremos abajo".
Lo peor no es la imagen chapucera en la que queda el equipo, o esa foto que perseguirá a un impetuoso Alonso. Lo peor es que nadie en el equipo sabía la reglamentación o si lo sabían, nadie avisó a Fernando que se pegó una paliza empujando el coche con el mono y el casco puesto.