Decir que Sergio Scariolo es el mejor seleccionador de la historia de España es la pura verdad. Los años y los continuos éxitos deportivos y formativos han colocado al técnico de Brescia en el lugar que merece. Este Eurobasket de 2022 ha sido su mayor obra maestra. Un bloque alejado de favoritismos, con un roster desigual y en el que nadie creía antes de empezar el torneo.
Obreros al servicio de un gurú casi incuestionable, pero cuya suma de talentos ponía en dudas hasta las habilidades tácticas del hombre que ha conquistado el corazón del baloncesto español. Hoy, Sergio Scariolo es leyenda. Hace no mucho, tuvo que pelear contra todo y contra todos por seguir en el juego.
Corrían tiempos de cambio en el baloncesto español en los primeros compases de 2009. La selección, vigente subcampeona olímpica tras perder ante Estados Unidos en el partido de los partidos en el Wukesong Arena de Pekín, necesitaba savia nueva.
El periplo de Aíto García Reneses al frente del banquillo nacional había sido única y exclusivamente para preparar los Juegos Olímpicos. Con semejante vacío de poder, y la obligación de seguir cosechando éxitos tras el Mundial de 2006 y la plata en el Eurobasket de 2007, el entonces presidente José Luis Sáez dio un volantazo y decidió poner en el centro del universo baloncestístico a Sergio Scariolo.
La decisión pilló a todos un poco a contrapié. Scariolo era un viejo conocido de la ACB. Su paso victorioso por el Real Madrid, equipo con el que conquistó la Liga del año 2000 en el quinto y definitivo partido en un Palau que siempre guardará en su retina el gesto victorioso de Djordjevic, le abrió camino en el imaginario colectivo del baloncesto español. Seis años después de aquello, llevó al Unicaja de Málaga a su Valhalla particular ganando la ACB con un roster de ensueño: Jorge Garbajosa, Pepe Sánchez, Berni Rodríguez, Marcus Brown, Walter Herrmann y Daniel Santiago, entre otros.
Sin embargo, y pese a sus buenas credenciales deportivas, había algo en él que no conectaba con el aficionado medio. Esa imagen de italiano protagonista de película de Vittorio De Sica, además de su look engominado y actitud chulesca, construyó una imagen de él absolutamente alejada de la realidad. Pese a todo, se esperó pacientemente los primeros resultados de su trabajo en el Eurobasket de Polonia que aguardaba a la vuelta de la esquina.
Tras una primera y segunda fase horrible, en la que España acabó cuarta de su grupo por detrás de Eslovenia, Turquía y Serbia, empezaron a aflorar las primeras críticas a Scariolo. Duraron poco, ya que los tres cruces se resolvieron con sendas palizas ante Francia, Grecia y Serbia (con la que había perdido en la primera fase) para culminar el primer oro europeo en la historia de la selección española. Los éxitos no fulminan las dudas, solo las esconden debajo de la alfombra hasta que llega el siguiente desafío.
España era un bloque continuista, plagado de estrellas que brillaban en la NBA y la Euroliga, un grupo cocinado a fuego lento desde el Mundial Junior de Lisboa de 1999, donde Navarro, Gasol y compañía empezaron a asombrar al mundo. No había un legado de Scariolo tangible a nivel táctico ni una marca de agua que hiciera del equipo su extensión en la pista. Llegó el Mundial de Turquía de 2010 y España se pegó un batacazo tremendo tras caer en cuartos de final ante Serbia con un triple lejano de Milos Teodosic que defendió muy mal la selección nacional. Scariolo volvía estar en el centro de la diana.
Para bálsamo, otro Eurobasket. La cita continental de Lituania 2011 devolvió a España la sonrisa, esta vez sin dudas por el camino. Francia fue testigo, la primera vez de muchas, del poderío nacional. La mente de los Gasol, Navarro, Rudy, Chacho y compañía estaba en los Juegos de Londres. Tras la final ante The Redeem Team en 2008, las esperanzas de otro nuevo choque de reyes en el parqué londinense eran muy reales. Scariolo, ahora con la confianza de todo un país y un currículum que empezaba a apuntar muy alto, sacó en los Juegos Olímpicos todo su arsenal táctico.
España sobrevivió a todos los entuertos previos a la final gracias a la experiencia de las estrellas y el rigor de un seleccionador capaz de hacer entender a jugadores de semejante entidad su plan. Se cayó de nuevo ante USA, aunque por momentos la sensación de superioridad fue mayor que en 2008. Pese a los esfuerzos de un grupo embravecido, el ciclo de Scariolo toca a su fin. Dos oros y una plata olímpica eran el peaje de su llegada al banquillo español. La prensa y el pueblo empezó a quererle, pero desconocían por completo que lo mejor estaba por llegar.
Fracaso de Orenga y regreso triunfal de Sergio Scariolo
José Luis Sáez, valiente en 2009 con el nombramiento de Sergio Scariolo, decidió hacer una apuesta continuista y dejar de seleccionador a Juan Antonio Orenga, segundo entrenador del italiano durante su primera etapa en la selección. Poco se puede decir del ridículo espantoso al que llevó Orenga al combinado español durante sus dos años en el cargo. El bronce del Eurobasket 2013 fue un jarro de agua fría a las aspiraciones nacionales, pero era solo el aperitivo de lo que estaba por venir.
España organizó el Mundial de 2014, una cita en la que la ilusión lo desbordaba todo. Las estrellas NBA españolas decidieron apuntarse todas al torneo, además de los veteranos que jugaban en la ACB y Euroliga. Tras unos primeros partidos irregulares, la selección claudicó antre Francia en los cuartos de final con un Palacio de los Deportes que fue testigo de primera mano del gran batacazo baloncestístico de la era moderna en nuestro país.
La machada de los franceses solo fue el fin de un calvario a corto plazo. Las concesiones de Orenga, la mala preparación física y el nulo conocimiento táctico de los rivales acabó devorando a un equipo y a un seleccionador al que todo esto le vino muy grande. Con una generación triunfal a la que todavía quedaba mucho partido que sacar, Sáez encomendó su alma de nuevo al Ulises de Brescia. Sergio Scariolo regresaba a la selección española.
Pero este míster era otro. El gesto de su cara se había dulcificado hasta el extremo y su aspecto era bien distinto. De aquellas camisas blancas patrocinadas y la acreditación puesta en el cuello, Scariolo se pasó al polo de manga corta por dentro del pantalón y el cinturón. Un paso campechano que empezaba a asemejarse con el gran hombre que se escondía tras aquel rostro de galán.
En tiempo récord, Sergio Scariolo reconfiguró el equipo, dio paso a jóvenes como Mirotic, y puso el talento al servicio del colectivo. España no era tan poderosa como en 2009 o 2012, pero era un equipo reconocible en todo el mundo. Pau Gasol puso la guinda en la memorable semifinal ante Francia con una exhibición para los anales del baloncesto, pero fue el plan diseñado por Scariolo el que remató la medalla ante Lituania y abrió camino antes del choque con los galos. Habíamos dejado de producir cine de acción para volver al minimalismo táctico que era habitual en España en tiempos de barbecho.
Las citas del europeo 2017 y Juegos Olímpicos de 2021 fueron una ofrenda a los jugadores que habían llevado a España a lo más alto. Navarro se despidió con un bronce en 2017 y los Gasol con una honrosa derrota ante Estados Unidos en los cuartos de Tokio. Entremedias, y para engrandecer su leyenda, Scariolo y España ganaron el Mundial de 2019, en el que fue el año más importante en la vida del italiano.
El oro mundialista pilló a todos por sorpresa, excepto a él. Había hecho que España sobreviviese a las inútiles ventanas FIBA con un equipo de retales mientras compaginaba su labor de técnico asistente de Nick Nurse en los Toronto Raptors que acabarían ganando la NBA ante Golden State Warriors. Scariolo se convertía así en toda una institución del baloncesto mundial. Tras Cristóbal Colón, España había vuelto a encontrar a su italiano fetiche.
Si bien había demostrado que sabía dirigir a un grupo talentoso plagado de estrellas, la mejor faceta de Sergio Scariolo había quedado patente en los años de trincheras de 2017 a 2019, cuando siguió trabajando en silencio para devolver a España a lo más alto, sin prisas ni reproches. Lo vivido estas semanas en el Eurobasket ha sido un cuento de hadas que difícilmente se repetirá, pero con Sergio cualquier cosa es posible.
Un milagro atemporal que hace ver dos cosas: la resiliencia natural de España ante los desafíos y la veda que se abre para que la magnífica generación sub-17 vaya ganando peso en los años venideros. Mientras tanto, saboread esta medalla. Sigamos disfrutando de Sergio Scariolo.