Moderna y medieval, urbana y rodeada de naturaleza, Friburgo encarna el contraste perfecto para disfrutar de un fin de semana conociendo una de las zonas más interesantes de Suiza, la región de Üechtland. Esta ciudad, ubicada en el cañón que el río Sarine fue creando a su paso -el mismo que baña ahora la villa por tres parte-, una de las ciudades más grandes e importantes de la Edad Media.
Fundada en 1157 por el duque Berthold IV de Zaehringen, la villa de Friburgo con sus más de 200 fachadas góticas, es reconocida como uno de los conjuntos más importantes de arquitectura medieval de Europa.
Friburgo en el medievo
Murallas, torres y un gran bastión son los restos que quedan hoy día de lo que fue Friburgo en el medievo. En aquel tiempo, cuando la ciudad fue creada en el siglo XII, estaba protegida por dos kilómetros de murallas de las que hoy en día todavía quedan restos y tramos que se pueden recorrer a pie, además de poder subir a alguna de sus catorce torres y a su baluarte.
Al estar ubicada en este promontorio rocoso rodeado por el río Sarine, Friburgo se ha convertido por necesidad en la ciudad de los puentes. Uno de los más interesantes es el Puente de Berna que, construido en 1250, es considerado uno de los puentes más antiguos de Suiza y el último puente cubierto de madera de la región. Hoy día, bajo su techo, todavía siguen cruzando coches y autobuses urbanos, esperando pacientemente a que les toque su turno. Sin duda alguna este es uno de los puntos más visitados y fotografiados de la ciudad.
Una ciudad dividida en dos
Friburgo sorprende porque está literalmente dividida en dos, la villa alta y la villa baja. En la primera, la zona alta de la ciudad, se ubica un cuidado casco antiguo medieval, con callecitas empedradas y casas bajas, en el que se ubica la Catedral Gótica de San Nicolás, desde la que se puede vislumbrar a 74 metros de alto todo el conjunto de la ciudad, y todo su patrimonio nobiliario perfectamente preservado. Mientras que en la villa baja hace referencia a toda la zona residencial que se ubica a orillas del río Sarine, una zona más moderna y cosmopolita perfecta para pasear y jugar al golf en su primer campo de golf urbano de Suiza.
Por supuesto, desde cualquiera de las dos zonas de la ciudad, se encuentran unas panorámicas impresionantemente bellas de cada una de las zonas. Además de esta división física, también hay una división lingüística puesto que en Friburgo hay dos idiomas oficiales: el francés y el alemán, provocando la curiosidad de que todas las calles tengan el nombre en los dos idiomas, haya dos radios oficiales independientes y la mayor parte de sus habitantes sean bilingües por naturaleza.
Un histórico funicular
Esta división en zona alta y baja, hizo que se construyera en Friburgo un necesario funicular que en la actualidad hace las delicias de los visitantes. Y es que desde 1899, este funicular histórico funciona gracias al contrapeso que proporcionan las aguas residuales de su río, sin la necesidad de otra fuente de energía.
Entre el arte y la cultura
Además de su patrimonio e historia, Friburgo también es una ciudad cultural en toda su esencia. Entre sus calles el arte se vive a diario entre exposiciones y esculturas. Ejemplo de ello es el Museo de la Marioneta, muy típica de Suiza, el Museo de Gutenberg, el Museo de Historia Natural o el de la Máquina de Coser. Pero sin duda alguna, uno de sus museos más curiosos es el de Jean Tinguely y Niki de Saint Phalle, una pareja de escultores -Jean era natural de Friburgo- que están muy presentes en toda la ciudad e incluso, cuentan con un museo en la misma casa en la que vivieron.
Naturaleza viva
Además de la ciudad, los alrededores de Friburgo son otra de las zonas que no hay que perderse. A orillas del río Sarine, y a muy poca distancia de la ciudad, se encuentra la abadía cisterciense más antigua de la Suiza francófona. Mientras que, siguiendo el curso del río, a muy pocos metros del puente de madera del centro de la ciudad, se abrie ante el visitante a un frondoso valle que conduce a Las Gargantas del Gotteron, cuya leyenda dice que cobijan a un dragón.