Las opas hostiles en banca están de moda. BBVA y UniCredit han resucitado estos movimientos que en el caso de España llevaban años en el cajón. En la era de tipos altos en Europa, las fusiones amistosas están más complicadas, pero las ansías de crecer siguen intactas. Estos son los casos del grupo de La Vela y la entidad encabezada por Andrea Orcel.
Carlos Torres, presidente de BBVA, fue el primero en abrir la espita. Tras volver a acercarse a la cúpula del Sabadell para intentar una integración, lanzó una opa en contra del consejo de la entidad catalana. Su objetivo: crear un gigante bancario con más de un billón de euros.
Para Orcel, el fichaje frustrado de Ana Botín en 2019 y banquero estrella de la banca de inversión, la meta es más ambiciosa. Ha puesto el ojo en dos entidades, el alemán Commerzbank y su rival italiano Banco BPM. Del primer banco ha tomado un 28% y parece haber abandonado su plan de lanzar una opa ante la fuerte oposición del Estado alemán, que es uno de los grandes accionistas de la entidad.
Si Torres y Orcel fracasan en sus intentos de compras tendrían que volver a lanzarse a nuevas operaciones para saciar sus planes de crecimiento
El ejecutivo italiano ha puesto ahora en la diana a su competidor doméstico BPM, cuya cúpula ha utilizado el mismo argumento que la del Sabadell: la oferta “infravalora” la situación de la entidad, que apuesta por mantenerse como independiente. Pero todo apunta a que Orcel no cejará en su ambición de hacerse con el tercer banco más grande de Italia.
En riesgo su reputación
Tanto Torres como el banquero estrella de inversión se juegan su reputación. En caso de que fracasen en sus asaltos, sólo les quedará una opción: volver a replantearse la compra de otras entidades. La cuestión es si apostar por rivales domésticos o lanzarse a protagonizar la primera gran fusión a nivel europeo.
“Es difícil una consolidación transfronteriza en Europa”, advierte Ana Botín
Pero los fuertes recelos del Gobierno de Berlín a Orcel en Commerzbank, donde el Estado alemán cuenta con una participación del 12% como herencia de un rescate de más de 20.000 millones, están desalentando a los banqueros. Ana Botín, presidenta del Santander, el único de los grandes candidatos a competir con las ansias de Orcel en Alemania, se encargó de echar agua al fuego de las integraciones europeas.
“Es difícil una consolidación transfronteriza en Europa”, se quejó a mediados de diciembre Botín, alegando, como suele ser habitual en el sector, que no se cumplen condiciones básicas como un mayor alineamiento fiscal y garantías en todo el territorio. Aún falta “tiempo” para impulsar una verdadera Unión Bancaria dentro de las fronteras de la Unión Europea, que sería la llave para crear gigantes bancarios en Europa.
“Si su empresa está en un mercado que no crece demasiado y ya es una de las más grandes de su país, la única forma de crecer es hacerlo con la consolidación en ese mercado. Eso es lo que estamos viendo ahora”, admitió la presidenta del Santander. En el grupo de Boadilla siempre se mantienen atentos a posibles compras, aunque marcan una línea roja clara: que la rentabilidad supere el 20%.
Dificultad de sinergias
“Si no hay generación de sinergias, lógicamente las potenciales fusiones paneuropeas son incompletas. Una operación que se realice en distintos países, idiomas y culturas incrementa de manera exponencial el riesgo de implementación”, ha advertido en varias ocasiones, por su parte, José Ignacio Goirigolzarri, presidente de CaixaBank hasta finales de 2024. Para Goirigolzarri, la “única manera de tener bancos potentes” en Europa pasa por una “auténtica unificación” en la zona común.
En el caso del banco de origen catalán, que se convirtió en 2020 en el líder indiscutible de la banca en España tras la compra de Bankia, está atento a la posible venta de Novo Banco en Portugal. El fondo Lone Star, propietario del 75% del banco que heredó los activos sanos del extinto Banco Espírito Santo, sondeará a las grandes entidades españolas antes de salir a Bolsa para detectar su apetito. Pero las altas pretensiones en el precio, de más de 4.000 millones, echa atrás a los bancos españoles, como CaixaBank.
La realidad es que, como se quejan los banqueros, no hay voluntad política. Siempre que se plantea algún tipo de operación entre países, surgen los recelos y cada gobierno defiende sus intereses. Prueba de ello ha sido el intento de Orcel con Commerzbank, que se ha considerado en partes de la sociedad germana como una injerencia extranjera.
Ya se han cumplido diez años desde que la Unión Bancaria echó a rodar con la creación de un mecanismo único de supervisión bancaria, que arrancaba el ambicioso proyecto europeo de contar con un sistema único en el continente. Pero la piedra fundamental, como la unión de grandes bancos europeos, no termina de llegar. Y todo parece indicar que los banqueros se decantarán por esperar para dar un paso en firme.