Economía

Diez retos que España debe superar para mejorar su competitividad

Los principales informes de competitividad sitúan a España en posiciones muy por debajo de lo que le correspondería por el volumen de su economía. Aquí presentamos diez retos para que la innovación sea un pilar de la competitividad de España.

  • El ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos.

Los principales informes de competitividad sitúan a España en posiciones muy por debajo de lo que le correspondería por el volumen de su economía. Aquí presentamos diez retos, elaborados por COTEC, para que la innovación sea un pilar de la competitividad de España.

Para empezar, es necesaria una mejora de la educación a todos los niveles. Todos los niveles formativos deberán conseguir no solo que los alumnos adquieran conocimientos, sino también que se capaciten para aprovecharlos, aprendan a valorar su utilidad y sepan aplicarlos de forma participativa. En el caso español, los datos de competitividad y productividad hacen suponer que nuestro sistema educativo tiene un amplio margen de mejora.

Aunque la distribución de la población española por nivel de estudios terminados ha experimentado una importante transformación en los últimos años, dista mucho de la que exige una economía del conocimiento. Así, por ejemplo, en 2011, en España, el porcentaje de población entre 25 y 64 años que habían completado al menos el nivel de educación secundaria no obligatoria era solo el 54%, cuando en Francia era el 72% y en Alemania el 86%. Por tanto, España debe invertir en educación.

En segundo lugar es necesario que la sociedad valore a los emprendedores innovadores que asumen riesgos inteligentes. La buena disposición para la toma de riesgos importantes es una característica de las empresas que tienen éxito en las economías avanzadas. Por lo tanto, solo de una sociedad cuya cultura valore y estimule el espíritu emprendedor, no penalice el fracaso y lo reconozca como una fuente de experiencia, surgirán, y en número suficiente, empresarios y trabajadores capaces de asumir con naturalidad el riesgo que está implícito en toda innovación.

En tercer lugar hay que evitar que las leyes, la fiscalidad y la regulación obstaculicen la innovación. Las políticas y regulaciones de los gobiernos pueden ser una fuente de barreras a la innovación y, por tanto, a la competitividad. Normas, procedimientos burocráticos y falta de información sobre los mismos son causas frecuentes de obstáculos que pueden llegar a ser potencialmente insalvables, especialmente para las pequeñas y medianas empresas. El problema se complica aún más en España por los múltiples niveles administrativos con capacidad de influir en la vida de la empresa. Y eso es algo que hay que resolver.

En cuarto lugar es necesario atraer el talento y la inversión extranjera. España debe ser atractiva para los mejores estudiantes, investigadores y empresarios del mundo. Es necesario alcanzar una masa crítica que asegure la atracción de más talento e inversión, la consolidación de conexiones con redes multinacionales, la sistemática difusión del conocimiento y la implicación de la capacidad local de investigación tanto pública como privada.

En quinto término hay que conseguir que la Universidad y la investigación pública se impliquen plenamente en la solución de los problemas de su entorno. El sistema público de I+D, que es la mayor fuente de generación de conocimiento científico y tecnológico del país, debe convertirse en un sólido pilar de la competitividad nuestras empresas. El conocimiento científico y tecnológico es un bien económico, y como tal debe ser considerado y gestionado. Además, el sistema público de investigación es la mayor concentración de capacidad investigadora del país, un potencial de competitividad que no puede desaprovecharse.

El sexto punto establece que hay que hacer conscientes a las empresas de que su sostenibilidad depende de su capacidad para crear valor. Las empresas deben competir en el mercado global, sobre la base de una mayor capacidad tecnológica conseguida con la incorporación de personal cualificado, la participación en el diseño de la Formación Profesional y la cooperación con otras empresas y con el sistema público de I+D. La Administración debe implicarse en el apoyo a la internacionalización, a los sectores de futuro y al fomento de la cooperación, creando un contexto macroeconómico y financiero más fiable.

Las empresas deben asumir el compromiso de incluir la innovación en su estrategia, incorporarla en su cultura e implantar una gestión de la innovación que las lleve a dotarse de medios adecuados y personas capacitadas, y a reconocer los beneficios de la actividad innovadora.

En séptimo lugar hay que implicar a la financiación privada en la innovación. Un sistema de innovación avanzado y competitivo cuenta con abundantes líneas de financiación privada adaptadas a las peculiaridades de la actividad innovadora, desde el capital semilla, capital riesgo o business angels hasta los productos bancarios tradicionales. En España, desde el lado de las empresas, se denuncia que los productos financieros disponibles no se adecuan a las necesidades de los proyectos de innovación. Son precisos créditos capaces de adaptarse a los largos ciclos de vida de los proyectos de innovación y que aprovechen la financiación pública para reducir el alto riesgo de este tipo de proyectos. Los bancos admiten que no conocen suficientemente la actividad innovadora de las empresas. Pero también hay una falta de cultura financiera en muchas de las empresas innovadoras, que les hace difícil proporcionar la información que los bancos necesitan.

El punto número ocho establece que hay que preparar a las pymes para el mercado global. Se debe incorporar la tecnología adecuada, aprender a colaborar, internacionalizarse y crecer. Todas estas pautas deberán ser objetivos fundamentales en la estrategia de las pymes, que tienen un peso en la economía española mucho mayor que en otros países de nuestro entorno. Esto hace que la mejora de su competitividad sea un objetivo ineludible para nuestro país. Para lograrlo, las empresas deberán hacer mayor uso de la tecnología, incluso si se trata de empresas de sectores tradicionales.

En noveno lugar es necesario aprovechar el mercado de las grandes empresas y de la Administración como tractores tecnológicos. Tanto la gran empresa como las administraciones deberán ser conscientes de que su potencial de compra es un eficaz estímulo de la capacidad innovadora de su entorno. Y hay que tener en cuenta que las compras de soluciones innovadoras benefician tanto al comprador como al vendedor.

Y por último, el décimo punto de nuestro decálogo dice que hay que lograr que las pymes encuentren una amplia oferta de servicios para la innovación. Las pymes deben manifestar sus necesidades de servicios tecnológicos, y las organizaciones de soporte a la innovación deben atenderla.

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