El huracán María devastó Puerto Rico en septiembre de 2017. Era de categoría 5, la más alta de la escala Saffir-Simpson, y en esta isla caribeña murieron casi 3.000 personas. Por supuesto, la mayoría de los cultivos quedaron inundados y las cosechas se perdieron. No obstante, gran parte de los terrenos que practicaban la agroecología sobrevivieron y demostraron ser resistentes a eventos meteorológicos drásticos.
Lo cuenta Jesús Vázquez, miembro de Vía Campesina, el mayor movimiento de agricultores del mundo. “En ese momento cuando la isla se quedó sin comida, nosotros podíamos proveer a las comunidades necesitadas, mientras que las grandes industrias no fueron capaces”. Explica que esto fue posible porque “protegen el entorno natural diversificando la siembra y no utilizando fertilizantes químicos, semillas transgénicas o monocultivos”.
El campesino del siglo XXI
Vía Campesina está formada por 200 millones de campesinos de todo el planeta: África, Europa, Asia, América... El agricultor del siglo XXI “necesita los apoyos de la sociedad”, destaca Laura Tarrafa, de Vía Campesina de Portugal. Cosas tan nimias como la conexión por transporte público entre los pueblos, ayudaría a los trabajadores a potenciar la agroecología e implantar el comercio local. Vázquez explica que "la agroecología es tecnología, es resiliente", pero busca "preservar la cultura y las tradiciones de los pueblos".
No solo lo advierte Vía Campesina, también la FAO, la Organización para la Alimentación y la Agricultura. El 70% de la comida que se produce en todo el mundo, proviene de los cultivos de los campesinos, “que ocupan un 30% de los terrenos”, apuntilla Jesús. Además, la ONU reconoció en 2018 los Derechos de los Campesinos, y señalaba que las contribuciones de estos trabajadores "constituyen la base de la producción alimentaria". En esta misma declaración, advierte de las condiciones "peligrosas y de explotación" en las que trabajan muchos agricultores.
La soberanía alimentaria
Jesús es tajante con el problema: “El hambre del mundo tiene que ver con la distribución”. Asegura que se pierde mucha comida en todos los procesos entre la recolección de la cosecha hasta que llega al otro lado del mundo. Además, aun en el vertedero, emite gases. Por eso luchan por la soberanía alimentaria. Esta teoría se introdujo en 1996, en el marco de la Cumbre Mundial de la Alimentación de la FAO. Sostiene que sean “los pueblos, las naciones o las uniones de países” los que definan sus políticas agrícolas y alimentarias. También la ONU reconoce el concepto.
Puede parecer que la agricultura ecológica eleva el precio del producto, pero Laura Tarrafa lo desmiente. "No se emplean tantos productos químicos, que encarecen la producción". Además, añade, "la agricultura industrial consume los recursos de una forma acelerada".
También insisten en el comercio local y de proximidad, que evitaría el transporte desde el otro lado del mundo de alimentos que se pueden producir en el país. Aseguran que no excluyen el intercambio, sino que buscan potenciar el mercado tradicional.
De hecho, alimentar una ciudad de tres millones de habitantes como Madrid sería posible según sus tesis. "Nosotros siempre hablamos de los trabajos que se hacen en el campo, en la costa y en las ciudades. No decimos que los campesinos de Madrid tenga que alimentar a la ciudad, pero sí promover el intercambio con los cultivos próximos", explican.
La justicia climática
"Tenemos soluciones reales", repiten Jesús y Laura. "Estamos en la Cumbre del Clima representando a millones de personas y deben de ser ellas las que gestionen los sistemas agroalimentarios". Claman por la justicia climática, y entienden que sin ella no se alcanzará la justicia social. Y viceversa. Sin justicia social, no se alcanzará la justicia climática.
Jesús Vázquez cruza la pierna, mira a su alrededor y ve a unos niños de un colegio que juegan en las actividades de la Cumbre del Clima. Gira la cabeza y zanja la conversación: "¿Qué es lo que pasa? Que los recursos naturales son finitos, tienen límite, y si se agotan en un lugar, las empresas se van a otro a seguir extrayendo, y eso es lo que promueve el cambio climático".