A mediados de la pasada década, Fernando Martín Álvarez, triste protagonista de la actualidad por llevar a Martinsa-Fadesa (la compañía que controla y preside) a entrar en vías de liquidación, fue protagonista inesperado de una comida entre las directivas del Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona, previa a un partido entre ambos clubes. En un momento determinado, Florentino Pérez, que por entonces estaba cerca de agotar su primera etapa como presidente del club blanco, tomó la palabra y comenzó a desgranar las excelencias de su junta directiva, a la que Martín pertenecía. Al llegarle su turno, Pérez dijo: "¿Y qué decir de Fernando Martín? Sabéis cuántos pisos vendió el año pasado?". Ante el asombro de los dirigentes barcelonistas, Florentino desveló la incógnita: "¡Nada menos que 10.000!".
Tiempo después, en la primavera de 2008, Martín buscaba dinero a la desesperada para evitar el concurso de acreedores de Martinsa-Fadesa. Con la ayuda del fallecido David Taguas, por entonces jefe de la Oficina Económica de Presidencia, trataba de localizar durante un fin de semana a Aurelio Martínez, que ostentaba la presidencia del ICO, para que la institución obrara el milagro en forma de crédito. Pero la única alocución que salía del otro lado del teléfono fue la del buzón de voz. Martínez estaba disfrutando de unos días de descanso con una de sus aficiones favoritas: la escalada. Y la mediación con el ministro Pedro Solbes tampoco resultó: “si tiene que caer alguien, que caiga”. Y desde entonces no ha dejado de caer hasta acabar por determinar la mayor liquidación de la historia de España.
Entre estos dos momentos apenas transcurrieron tres años, prueba de la montaña rusa en que se convirtió el panorama empresarial español con el engorde de la burbuja inmobiliaria y su posterior y violento estallido, escenario del que Martinsa-Fadesa es un claro paradigma.
Y es que hace diez años Fernando Martín era un absoluto triunfador. Había construido su particular pequeño imperio inmobiliario, sobre todo en torno a la Comunidad de Madrid, con su promotora Martinsa y había hecho mucho dinero en una época en la que cada año se vendían más de 800.000 viviendas en España e incluso hubo algún ejercicio en el que se rozó la cota del millón. Para colmo, había contado con el inestimable apoyo de Florentino Pérez (a cuyo negocio constructor le venía de maravilla el desarrollo de los ensanches y PAUs que Martinsa estaba promoviendo en todo Madrid), quien no dudó en sentarle en el palco del estadio Santiago Bernabéu junto a otros empresarios de postín como Juan Abelló y Fernando Fernández-Tapias.
La ambición por ganar tamaño
Sin embargo, había algo en toda esta descripción que chirriaba al empresario hecho a sí mismo y llegado desde Valladolid en busca de fortuna: el tamaño del imperio. Martín y Martinsa eran muy conocidos en la provincia de Madrid pero menos en la capital, donde se concentran buena parte de los grandes negocios del país, y mucho menos en el resto de España. Aquella época del 'boom' era la ideal para comenzar a resolver ese problema.
Ni corto ni perezoso, Fernando Martín se asomó al foco más potente del mundo empresarial: la Bolsa. A finales de 2002 se convirtió de golpe en accionista significativo de la inmobiliaria Vallehermoso, por entonces controlada por Banco Santander, al comprar un paquete de algo más del 6% del capital. Apenas unas semanas después redondeaba esta participación hasta cerca del 10% al adquirir un 3% adicional, en poder entonces del Banco Zaragozano, entidad que Alberto Alcocer y Alberto Cortina, los Albertos, estaban a punto de vender al británico Barclays.
El coste total de la operación se fue hasta los 150 millones de euros, lo que dejaba claro que alguien capaz de hacerla no era un cualquiera. Muchos entonces comenzaron a preguntarse quién era Fernando Martín, que incluso había pasado desapercibido en la directiva del Real Madrid ante el aura desprendida por los Pérez, Abelló, Fefé... e incluso Luis del Rivero, por entonces presidente de Sacyr y que también tiene que ver en esta historia.
Porque después Sacyr se hizo con Vallehermoso y la fusión entre ambas provocó, en primer lugar, que la participación de Martín se diluyera hasta poco más del 6%; y en segundo lugar, que se le negara un puesto en el consejo de administración bajo el argumento de que se trataba de un competidor.
Quería mandar y compró Fadesa
Así las cosas, Fernando Martín, acostumbrado a mandar donde tenía su dinero, terminó por salir de Sacyr Vallehermoso y tras un muy fugaz y agrio paso por la presidencia del Real Madrid, dio definitivamente un paso hacia adelante. En aquel verano de 2006 en el que el sector inmobiliario entró definitivamente en el manicomio, Martinsa lanzó una OPA sobre Fadesa previo acuerdo entre Martín y Manuel Jove, fundador y presidente de la inmobiliaria gallega y uno de los pocos que supo salir a tiempo de la vorágine suicida en que se había introducido el sector.
La operación superaba los 4.000 millones de euros, una cantidad que, por aquel entonces, no asustaba. Una vez más, el pez chico se comía al grande, con la inestimable colaboración de las entidades financieras, muy especialmente de Caja Madrid, cuyo presidente de entonces, Miguel Blesa, conocía de sobra a Martín. Pero también de Bancaja, cuyos balances acabaron, como en el caso de la entidad madrileña, carcomidos por el ladrillo tóxico.
Se unían dos compañías con una enorme cartera de suelo por desarrollar, un auténtico bombazo de operación si se hubiera dado diez años antes. Pero no justo antes de que se iniciara una crisis de alcance mundial, con especial incidencia en los sectores financiero e inmobiliario y de que las ventas de viviendas se desplomaran de forma espectacular.
Unos meses después de completarse la fusión entre Martinsa y Fadesa y apenas un año antes de declararse en concurso de acreedores, Carlos Vela, el hombre que Caja Madrid situó en Martinsa-Fadesa para tener la situación bajo control, aseguraba no haber visto "un caso de compañía similar, con tanto potencial". Y al mismo tiempo, blandía una hoja de papel con un gráfico en el que se apreciaban los tiempos medios en que un suelo tarda en completar su desarrollo de rústico a plenamente urbanizable: siete años, justamente los de la crisis.
El cóctel no podía acabar de otra forma que explotándole en las manos al científico, como en muchos laboratorios inmobiliarios. La diferencia es que en este se emplearon pipetas gigantescas y la deflagración fue incontrolable.
A concurso bajo amenaza
En 2008, en pleno estallido de la burbuja, a Martinsa comenzó a atragantársele la digestión de Fadesa. La banca, que aún no había provisionado sus activos relacionados con el ladrillo, le dio algún respiro y acordó refinanciar el enorme pasivo que acumulaba la compañía, superior a los 5.500 millones de euros. Pero con una condición: que lograra dinero extra para asegurar el día a día de la empresa (las nóminas, los recibos, la operativa diaria).
En ese instante, llegó el momento descrito más arriba con la desesperada llamada al ICO. Martín no obtuvo respuesta y tuvo que presentarse en un agrio consejo de administración sin el dinero pero, al mismo tiempo, sin la voluntad de presentar el concurso de acreedores. Aquel día, el consejero Juan Carlos Rodríguez Cebrián, uno de los empresarios más influyentes de Galicia y esposo de Dolores Ortega (sobrina del fundador y máximo accionista de Inditex, Amancio Ortega), llegó a amenazarle con los tribunales si se resistía al concurso.
A partir de ahí, todo fue cuesta abajo. Martinsa-Fadesa logró salir del concurso tres años después, con una propuesta de convenio que no contemplaba quitas y prometía repagar toda la deuda en diez años. Pero también fue insostenible. Mientras, Martín siempre declaró ser víctima de un engaño por parte de Manuel Jove, al que denunció de repetidas ocasiones, tanto personalmente como en nombre de la compañía. Martinsa-Fadesa puso en marcha una acción social de responsabilidad contra Jove al que solicitaba en concepto de indemnización más de 1.500 millones de euros. El Supremo acaba de fallar en contra la inmobiliaria que, para más inri, deberá afrontar unas cuantiosas costas.
Cuando la compañía ha vuelto a llamar a las puertas de la banca, ésta ya tenía más que provisionadas las pérdidas del ladrillo. Como en 2008, Martín quería seguir adelante; también como entonces, le han obligado a frenar.
El legado de Fernando Martín será una lección para el futuro: el hombre capaz de vender 10.000 viviendas en un año también fue capaz de protagonizar el mayor proceso de liquidación de la historia.