La salida de Rafael Sánchez Lozano de Iberia se hizo efectiva este miércoles pero, en realidad, su sentencia definitiva llegó hace dos meses, concretamente el pasado 24 de enero, en el transcurso de una tensa reunión del consejo de administración de IAG, del que el ejecutivo también formaba parte. Aquel encuentro sirvió para echar por tierra la estrategia de Sánchez Lozano para acabar con el conflicto entre Iberia y los trabajadores a cuenta del plan de ajuste laboral de la compañía, que estaba a punto de cristalizar con éxito.
En realidad, el desencuentro comenzó el 17 de diciembre, cuando la dirección de Iberia y los sindicatos alcanzaron un principio de acuerdo en la sede del Servicio Interconfederal de Mediación y Arbitraje (SIMA) para establecer una serie de bases sobre las que se articulara la negociación del ajuste laboral. Un paso que no fue bien visto desde la sede de IAG, ya que incluía aspectos siempre rechazados por el holding, como la aplicación del ERE actualmente en curso en Iberia, lo que incrementaba de forma notable los costes de los despidos.
El acuerdo sirvió para que los sindicatos desconvocaran la huelga que habían programado para la semana previa a las fiestas de Navidad, quizá el único punto positivo que IAG vio en este escenario. El holding ganaba tiempo por un lado y también veía como se aproximaba la fecha del 31 de enero, dada como plazo para cerrar un acuerdo definitivo sobre el ajuste laboral.
Sin embargo, pese a una serie de desencuentros entre la dirección de Iberia y los sindicatos que se registraron a comienzos del presente año, las negociaciones comenzaron a ser cada vez más fluidas, entre otras cuestiones, gracias a que Sánchez Lozano había pactado de forma verbal con los representantes de los trabajadores las líneas maestras de un futuro acuerdo que, básicamente, respetaba las bases del pacto del SIMA.
Entre la espada y la pared
Entre los sindicatos, el optimismo iba en aumento hasta el punto de que durante la última semana de enero daban prácticamente por hecho el acuerdo, aunque mantenían sus dudas sobre si podría cerrar antes del 31 de enero.
En esa última semana de enero tuvo lugar la reunión ordinaria del consejo de IAG, en la que se firmó la sentencia para Sánchez Lozano. El consejero delegado del holding, Willie Walsh, consideró inaceptable la marcha de las negociaciones sobre las bases del acuerdo del SIMA mientras que los representantes de Iberia trataron de reconducir la situación bajo el precepto de que el acuerdo estaba muy avanzado y reventarlo sería un importante paso atrás.
En la reunión quedó de manifiesto que Sánchez Lozano no había seguido las directrices de IAG, hasta donde había llegado su pacto verbal por los sindicatos. Presionado desde el holding, por los trabajadores de Iberia y también por el Gobierno español, sobre todo por el Ministerio de Fomento, Sánchez Lozano comenzó a ser el lado más débil de una cuerda de la que todas las partes tiraban con inusitada fuerza.
Una semana después, IAG ratificaba que el acuerdo del SIMA quedaba sin efecto e impuso un plan de ajuste después de que llegara la fecha del 31 de enero sin que sindicatos y compañía hubieran sido capaces de alcanzar un acuerdo (y el que estaban a punto de lograr, fue dinamitado por el holding).
Un CEO demasiado desafiante
Después llegó la huelga y la mediación propuesta por Fomento que ha terminado con un acuerdo que recoge en parte el denostado pacto del SIMA. Para entonces, Sánchez Lozano ya jugaba los minutos de descuento pero este desenlace acabó con las escasas posibilidades que tenía de seguir en su puesto. Por si fuera poco, tampoco contó con el predicamento de la ministra de Fomento, Ana Pastor, y sus más estrechos colaboradores, que siempre vieron al ya ex consejero delegado de Iberia demasiado rígido en sus planteamientos y, en ocasiones, un tanto altivo.
La actitud de Sánchez Lozano fue incluso afeada por el secretario de Estado de Fomento, Rafael Catalá, en uno de los últimos encuentros que tuvo en el Ministerio cuando, ante la posibilidad de que el Ejecutivo impusiera un laudo para resolver el conflicto, el ejecutivo señaló a la aerolínea como una experta en dejar los laudos en papel mojado.
Sánchez Lozano percibirá una indemnización por su salida de Iberia que rondará el millón y medio de euros, aproximadamente. Su sucesor, Luis Gallego, anterior consejero delegado de Iberia Express, deberá negociar con los sindicatos la ejecución del acuerdo del mediador Gregorio Tudela, aceptado por ambas partes. Los representantes de los trabajadores esperan que Gallego no traslade a Iberia la estrategia de Iberia Express, la cual consideran como “antisindical”.