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Caja Madrid ya despidió en la era Blesa a varios de sus directores de sucursal por abusos con las preferentes

Las malas prácticas con las preferentes fueron causa común en el pasado. Caja Madrid tuvo que despedir al menos a cinco directores de sucursal en el pasado por arbitrar con los precios de los clientes en beneficio propio. Anticorrupción investiga estas prácticas. Las querellas siguen aflorando. 

  • Miguel Blesa, en una imagen de archivo.

Al menos cinco directores de sucursal de las áreas de Madrid, Valencia y Cataluña fueron despedidos de Caja Madrid en los tiempos de máxima eclosión de las participaciones preferentes (2006-2009, con Miguel Blesa de presidente) por arbitrar a su favor con estos instrumentos, según señalan fuentes cercanas a altos ejecutivos que han abandonado la entidad (Bankia) recientemente. Estos responsables de oficina se dedicaron a recomprar las participaciones a determinados clientes que querían vender, colocándolsea a nuevos titulares sin pasar por el mercado secundario, generando un diferencial que se quedaron ellos mismos.

“Por ejemplo, por un lado recompraban a un titular sus preferentes al 88% de valor nominal. Por otro lado, tenían controladas las órdenes de compra de otros clientes, a los que les vendían esos acitivos a otro precio, incluso inferior al 100%, es decir, con descuento para el comprador, pero superior al de la venta previa. Lo que sobraba se lo asignaban para ellos. Y todavía presumían frente al nuevo cliente de que les daban un activo por debajo del 100% del valor, por lo que la rentabilidad anual del cupón era aún mayor”, señalan las fuentes.

Desde Bankia no realizan comentarios, entre otras cosas porque estos hechos pertenecen al momento en que la entidad era Caja Madrid. Blesa dejó la presidencia a principios de 2010 y estas prácticas fueron especialmente intensas entre 2006 y 2009.

El asunto generó cierta controversia sindical en su momento y “organizaciones como ACCAM (sindicato de directivos y cargos medios de la entidad) o CC OO apoyaron la decisión de los despidos, ya que se trataron de los casos más escandalosos”. Sin embargo, algunos de estos ejecutivos se amparaban en el vacío legal interno, que no recogía qué debía hacerse en estos casos. Las preferentes seguían en la entidad y si por el camino había una pequeña plusvalía, no estaba claro qué hacer con ella. Así de chusco.

Lluvia de querellas

Esto tiene especial relevancia ahora que acaba de conocerse algunas querellas puesta contra el presidente de la CNMV en esos años, Julio Segura, y Miguel Blesa. Por encima de esto, la Fiscalía Anticorrupción ha iniciado diligencias para averiguar las malas prácticas sobre la operativa con estos activos beneficiando a unos clientes en perjuicio de otros.

Cuando las alertas saltaron, ya era tarde. Segura reconoció hace algo más de un año de las malas prácticas casi generalizadas poco tiempo después de haber lanzado las primeras advertencias. También el Banco de España hizo algo parecido, pero era 2009 y el desastre ya no podía evitarse. El escándalo ya había llegado al Congreso y de nada servía entonces dar voces.

Los mercados secundarios ya estaban hundidos y no era posible recuperar la inversión sin materializar una fuerte pérdida. Eso, en los mejores casos. Por supuesto, ya no había órdenes de compra de otros clientes.

Así, al antiguo supervisor y a la propia Caja Madrid les llueven las querellas, tanto de partidos políticos como de particulares.

Luz verde siempre

Las fuentes consultadas añaden que, además de los despidos, hubo numerosas sanciones menores, como degradaciones, traslados, etcétera. Eso sí, este modo de actuar “fue habitual en la práctica totalidad de entidades financieras, no sólo en Caja Madrid”, señalan

Las preferentes llovían sobre el mercado si el menor freno: “la CNMV nunca rechazó ni un folleto de preferentes de Caja Madrid y estaríamos por asegurar que en ninguna otra entidad. Pero en Caja Madrid, desde luego, no hubo constancia”.

Las cajas de ahorros fueron muy intensivas en la colocación de estos instrumentos, especialmente después de la crisis de Lehman Brothers, a finales de 2007. En esos tiempos, los mercados de capitales comenzaron a cerrarse, especialmente para las cajas, famosas por su exposición al ladrillo y con los políticos en sus órganos de gobierno, por lo que las preferentes empezaron a venderse entre clientes casi a destajo para capitalizarse.

A estos, prácticamente no se les informó de que para recuperar la inversión había que vender las participaciones en un mercado secundario, concepto este que no se manejaba con soltura en bastantes redes comerciales. Se les garantizó verbalmente la recompra prácticamente al 100% del precio, con unas expectativas basadas en que siempre había clientes deseosos de comprar. No hacía falta pasar por mercado: si un titular quería deshacerse de preferentes, siempre había cola para comprar. Hasta que esa cola finalizó y saltaron las alarmas de que en el mercado secundario cotizaban muy por debajo de nominal. Ahí comenzó a gestarse la tragedia que ya conoce casi toda la sociedad. 

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