Hace unos días, el Instituto Nacional de Estadística publicó el avance del comportamiento de la economía española durante el pasado ejercicio, que se ha saldado con un crecimiento estimado del 5% que, aunque suponen un importante cambio de rumbo en relación con 2020 (el PIB se redujo entonces un 10,8%), no termina de satisfacer ni las previsiones del Gobierno ni sus necesidades ni tampoco las aspiraciones de las principales instituciones y organismos nacionales e internacionales.
A precios de mercado, el valor del Producto Interior Bruto en 2021 fue de 1.202.994 millones de euros, un nivel muy similar al de 2018, y un 7,7% superior al de 2020, pero 41.381 millones por debajo (un 3,69%) del alcanzado en 2019. La aportación de la agricultura al PIB fue inferior a la de 2020, la de la construcción, también, y solo la industria mostró una regularidad a prueba de circunstancias excepcionales. Su aportación en euros (185.116 millones) ha sido la más alta de la historia, y supone el 15,38% del PIB.
La actividad en el sector servicios creció notablemente (808.871 millones de euros), pero no lo suficiente como para superar los valores de 2019 o 2018. El sector supuso el 67,24% del PIB, pero ha sido sin duda el que más se ha resentido de los daños colaterales de la crisis sanitaria. Desde que en 2012 alcanzase el 68,53% de la riqueza nacional, su participación más alta, las cifras han ido cayendo a un ritmo muy parsimonioso, pero cayendo siempre, con la salvedad de 2020.
La principal rúbrica del sector corresponde a las actividades de “comercio, transporte y hostelería”, de acuerdo con la nomenclatura que utiliza el INE. De los 808.871 millones de euros que aportó el sector servicios a la economía española el año pasado, 234.946 millones correspondieron a este subsector, por delante de “administración pública, educación y sanidad”, con 219.356 millones. Aunque la cifra es un 16,17% superior a la de 2020, sigue siendo la más baja desde el año 2015.
En términos de aportación al PIB de 2021, comercio, transporte y hostelería representaron un 19,53% de la cifra total, casi dos puntos porcentuales menos que en los años 2017 (21,63%), 2018 (21,49%) y 2019 (21,44%). La comparación con 2020 apenas tiene sentido, porque la actividad de este segmento estuvo muy condicionada todo el año, y especialmente restringida en el segundo trimestre, tras la declaración del estado de alarma en todo el país.
Desde que en 2012 alcanzase el 68,53% de la riqueza nacional, las cifras del sector servicios han ido cayendo a un ritmo muy parsimonioso, con la salvedad de 2020
Habría que remontarse a los años 2006 y 2007 para encontrar una participación de estas actividades en el PIB similar a la de 2021. Pero no solo las circunstancias económicas eran otras, sino que la propia economía no tenía mucho que ver con la actual. Con los datos de crecimiento del PIB del pasado año se constata que el sector servicios representó el 67,24% del precio de mercado de nuestra economía; la industria, el 15,38%; la construcción, el 5,21% y la agricultura, el 2,68%. El resto, hasta completar el 100% corresponde a los impuestos sobre los productos.
En aquellos años previos a la crisis financiera internacional nacida tras el estallido de la burbuja de las hipotecas “subprime”, la agricultura era entre el 2,5 y el 2,5% de la economía; la construcción representaba casi el doble que en la actualidad (en torno al 10,5%); la industria se mantenía en torno al 15,9%, y los servicios suponían entre el 60 y el 61% del PIB. En esos años, el comercio, el transporte y hostelería representaron el 19,88% del PIB (2006), y el 19,73% (2007). Y fue en esos ejercicios cuando la participación del comercio, el transporte y la hostelería bajó también del 20%. En el resto de los años que han transcurrido del siglo XXI, nunca.
Más ahorro, menos gasto para la hostelería
El Banco de España ha recalcado a lo largo de la crisis sanitaria que buena parte del incremento del ahorro llevado a cabo por los hogares durante los casi dos años de pandemia por la imposibilidad de poder gastar es inaplazable; no puede volver a realizarse porque se concentró en servicios como la restauración, el ocio o el transporte. “No es fácilmente aplazable”, por utilizar la misma expresión del banco central.
Se pueden realizar los viajes que no se pudieron hacer o algunas de las comidas, cenas o celebraciones que hubo necesariamente que posponer, pero no se pueden recuperar los trayectos en cercanías que no se pudieron llevar a cabo al cerrarse los centros de trabajo, por el confinamiento total de la población, o beberse las cervezas y los refrescos que no se tomaron cuando la hostelería fue obligada a cerrar sus puertas en los primeros momentos de explosión de la Covid 19. El Banco de España ha hablado en repetidas ocasiones de un “ahorro forzoso” de alrededor de 28.000 millones de euros, el 2,5% del PIB.
Por todas esas circunstancias excepcionales, la tasa de ahorro llego a superar el 22% de la renta bruta disponible en el segundo trimestre de 2020, cuando la media de los últimos veinte años se ha situado en el 8%. La ministra de Economía, Nadia Calviño, confiaba en que buena parte de ese ahorro se convirtiera en 2021 en consumo en sus previsiones de los PGE, pero no ha sido así.