Cuando estaba a punto de caer el telón de la ampliación de capital de Bankia, se ha producido un movimiento bursátil, de tintes claramente escandalosos, que ha incrementado la ruina de los accionistas minoritarios y de todos aquellos titulares de preferentes y subordinadas obligados a acudir a un canje leonino. Ha sido una actuación esperada, según los conocedores de los mercados bursátiles, pero “inesperada” para las autoridades encargadas de velar por la seguridad y la transparencia de la Bolsa española: la CNMV, cuyo historial de fiascos es sólo comparable al del Banco de España en materia de supervisión financiera.
Y eso nos mueve a levantar la voz para que no parezca que las finanzas de nuestro país se han convertido definitivamente en un puerto de arrebatacapas, gracias a la tolerancia negligente de los poderes públicos y la falta de energía y de proyecto para gestionar la crisis bancaria. El anuncio de investigaciones siempre es bienvenido, pero han sido tantos los anuncios y tan decepcionantes los resultados que éste penúltimo suceso de Bankia debería obligar a cambiar la disparatada hoja de ruta que se está siguiendo con las entidades propiedad del Estado.
Bankia era el mascarón de proa de la reestructuración del sistema crediticio hasta que se produjo su nacionalización hace ahora un año. En esta entidad se cumplieron paso a paso todas las etapas que han jalonado el devenir de las cajas de ahorros, principales afectadas por la crisis iniciada en agosto de 2007: la antigua Caja de Madrid lideró fusiones, inexplicables técnicamente, con otras cajas, teledirigidas por las autoridades y ejecutadas por el Banco de España. Cuando se demostró que eso era insuficiente y que los problemas se agudizaban, se les ocurrió sacarla a Bolsa en el verano de 2011 con todas las bendiciones oficiales, envueltas en grandes campañas mediáticas que vendían la operación como el no va más de la nueva banca española.
Nadie tiene la culpa
Menos de un año después, mayo de 2012, hubo que recurrir a su nacionalización. Por supuesto, el Banco de España y la CNMV no eran responsables de nada. La verdad es que en materia de grandes ampliaciones de capital bancario no somos afortunados: ya ocurrió algo parecido con la que hizo Banesto en el verano de 1993 para declararse en quiebra meses después. Tampoco entonces fue responsable ninguna autoridad de lo ocurrido.
Nosotros no vamos a marear a los lectores con los entresijos técnicos de lo sucedido con las acciones de Bankia en las dos sesiones últimas de la Bolsa de Madrid. Probablemente, la legislación permitirá éstas u otras filigranas financieras. En su momento, esperamos que se produzcan las explicaciones de la CNMV. Pero parece fuera de toda duda, y es lo que queremos subrayar, que la nacionalización de Bankia en mayo pasado se hizo mal, porque desde ese momento el Estado, su propietario, debió excluirla del mercado bursátil, para evitar el sinfín de abusos y especulaciones que se han producido a lo largo de éste año, perjudicando claramente a los clientes minoristas y dañando seriamente la imagen de la propia entidad y, de rechazo, del resto del sector. La confianza escasa que podía quedar se ha ido desvaneciendo hasta quedar triturada con hechos como los que motivan éste comentario. Nunca más apropiado gritar ¡hasta aquí hemos llegado! Si se suspendiera la ampliación, que es lo que debería hacerse, quedarían al descubierto los 'atracadores'.