Quien haya seguido la actualidad política nacional durante los últimos meses habrá podido comprobar que Pedro Sánchez es un político bastante dado a los bandazos. Primero con Podemos, luego contra ellos. Más tarde con Ciudadanos, al final contra Susana y, en su epílogo, contra casi todos. La semana pasada, fueron Jordi Évole y su equipo de Salvados quienes pudieron cerciorarse de su particular modo de hacer las cosas y de planificar sus apariciones en público. El programa fue un éxito, pero los tiempos impuestos por Sánchez obligaron a algunos de los miembros de la productora a trabajar contrarreloj para que la emisión pudiera comenzar a su hora.
Cuentan a este Buscón que la entrevista se acordó el pasado miércoles, cuando Sánchez aceptó la propuesta que le habían trasladado hace varias semanas desde Salvados. Para la productora y para La Sexta, esto suponía anotarse un tanto importante, dado que eran muchos los medios de comunicación que habían solicitado al exlíder socialista que rompiera su silencio en sus páginas, en previsión de que rajaría contra quienes precipitaron su caída. Vaya, como finalmente hizo.
Pese a que Sánchez había dado su consentimiento unos días antes, la hora de la entrevista no se fijó hasta el viernes por la noche, cuando llamó a un miembro del equipo de Salvados para confirmarle su disponibilidad para el domingo por la mañana. Es decir, para después de que tuviera lugar la investidura de Mariano Rajoy y de que aireara la renuncia a su escaño.
Évole, a la carrera
Eso obligó al equipo de Évole, por un lado, a realizar el montaje del programa desde la habitación de un hotel -con el sonidista en una cafetería- y en un tiempo mucho menor al que sus miembros están acostumbrados (de los 55 minutos de entrevista apenas si se recortaron finalmente “algunas redundancias y pausas”). También a buscar un emplazamiento casi de forma improvisada. A la carrera.
¿Cómo consiguieron esto último? Primero, buscando en 'San Google' locales que abrieran los domingos por la mañana y, una vez seleccionada la Cafetería HD, en Madrid, enviando a una emisaria a negociar con sus dueños con el lógico temor a que un "no" rotundo les pusiera en serios aprietos. Finalmente, accedieron a acoger la entrevista y a retrasar una hora el inicio de su actividad a cambio de la promoción gratuita que les otorgaba el servir como emplazamiento del programa.
Por si algo fallaba, la productora había preparado un coloquio entre militantes del PSOE que tenía previsto emitir entre las 21.30 y las 22.30 del domingo, como plan B. Sin embargo, finalmente sólo se ofreció un fragmento, dado que todo salió según lo previsto. Aunque eso implicara una sobredosis de tensión y algún que otro viaje a la carrera entre el centro de Madrid y San Sebastián de los Reyes, donde se ubica Atresmedia.
La esperada entrevista apareció en las pantallas de los españoles tan sólo 12 horas después de que terminara su grabación y, como se esperaba, incluyó una buena ración de críticas a Susana Díaz, a los barones autonómicos, a Telefónica o a El País que hoy ha salpimentado todas las tertulias televisivas y radiofónicas. La gran expectación que había levantado en los días previos explica su buen dato de audiencia, del 20%, que le permitió liderar la noche del domingo.
Ahora bien, el modus operandi de Sánchez no ayudó a desterrar la fama de líder imprevisible y veleidoso que tiene entre sus críticos. Más bien, todo lo contrario.