Fernando Grande Marlaska se lo pasa en grande en el Gobierno y está dispuesto a repetir en el gabinete socialista de Pedro Sánchez. Preferentemente de ministro del Interior pero "aunque sea de Marina", como se bromeaba en los círculos de poder del tardofranquismo.
Y es que Marlaska le ha cogido gusto al mando sobre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y, además, sabe que si vuelve a la judicatura le va a tocar lidiar toros difíciles como aquellos otros que le costaron bastantes críticas hace años. No quiere volver a tener que instruir asuntos como el caso Faisán, por el chivatazo a ETA que terminó con la condena a dos policías; ni por el archivo de las diligencias por la fraudulenta identificación de 30 de los 62 militares que murieron en el accidente del Yak-42.
El ministro del Interior se encuentra ahora mismo en el ojo del huracán de la política española por su gestión de la seguridad en la segunda ciudad española, Barcelona. Este mismo lunes, el acoso al que fue sometida la Familia Real, allí presente para la entrega de los Premios Princesa de Gerona, ha vuelto a desatar la crítica a Marlaska de los partidos de la oposición. No entienden que el Ejecutivo socialista siga contemporizando con los independentistas del PDeCAT y ERC mientras los CDR se enseñorean de las calles en la Ciudad Condal.