Sobre el papel, se podría pensar que el negocio de embotellar y vender agua es un business redondo. Se coge un bien que la madre naturaleza ofrece de forma gratuita, se embotella y se vende a 1 euro los 300 centilitros. La gallina de los huevos de oro. Sin embargo, la bien conocida marca asturiana Aguas de Fuensanta no está consiguiendo salir adelante y ha ido recientemente a concurso de acreedores con una deuda de 25 millones de euros. La empresa tenía que gestionar 'chollos' empresariales, como la distribución de la cerveza del grupo Mahou-San Miguel en Asturias, que no ha podido afrontar con garantías.
Según Parahoreca.com, los trabajadores de AF están sufriendo retrasos en el cobro de sus nóminas (abril y mayo), además de un ERTE para un 30% de su plantilla y 10 despidos. Desde el comité de empresa de la compañía embotelladora se acusa al presidente del grupo, Jesús Serafín Pérez, de una gestión negligente de la compañía.
Ratos y botines y una operación poco clara
Dos ilustres y adineradas familias con hondas raíces en la cornisa cantábrica y una larga tradición dentro de los círculos de poder españoles, los Rato y los Botín, también han tenido mucho que ver en la historia de esta compañía ahora en problemas. El caso de Aguas de Fuensanta estuvo en el candelero durante la etapa de Gobierno de José María Aznar e incluso con el Gobierno Zapatero. La familia Rato, siendo Rodrigo vicepresidente del Gobierno (1996-2004), poseía un 45% de las acciones de Aguas de Fuensanta. Ya por entonces la compañía perdía dinero, con Banesto, filial del Santander y presidido por Ana Patricia Botín, como principal acreedor.
Aguas de Fuensanta debía 2,5 millones a Emilio Botín. Se solventó comprándola el Santander por 4, lo que reportó a la familia Rato casi 800 millones de pesetas de plusvalías
A 'don Emilione' se le debían, según se dijo entonces, unos 2,5 millones de euros. La solución encontrada consistió en que el Santander-Banesto se hiciera con un 42,9% de la empresa por más de 4 millones de euros, una cifra notablemente por encima de la deuda que arrastraba la compañía. Un grupo de accionistas del Santander discrepantes con Botín denunció que el sobreprecio pagado pretendía "ganarse el favor de Rodrigo Rato", entonces titular de la cartera de Economía.
Pero la justicia decidió no meter mano en una operación en la que la familia Rato se embolsó casi 800 millones de pesetas. Se dio carpetazo con rapidez a las sospechas de apropiación indebida, administración desleal, cohecho o negativa al derecho de información del socio. Aunque Alfredo Sáenz (CEO del Santander), Jaime Botín (hermano de Emilio) y Ramón Rato (hermano de Rodrigo) desfilaron ante el juez como imputados en mayo de 2008, el caso terminó finalmente durmiendo el sueño de los justos. ¿Será un acicate para volverlo a abrir la dramática situación de Aguas de Fuensanta?