Son las siete y cincuenta y cinco de la tarde. María Antonia Iglesias ocupa su silla en una tercera y discreta fila de la sala de columnas del Círculo de Bellas Artes. La tertuliana y periodista hoy no luce gladiadora. Tampoco grita ni increpa a nadie. Ella, como el resto de los asistentes, espera la llegada del candidato presidencial del Partido Socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, a la presentación de Las mil frases más feroces de la derecha de la caverna (Aguilar, 2011), el nuevo libro del periodista José María Izquierdo, en el cual el autor recoge, a lo largo de 12 capítulos, una selección de opiniones que contra el gobierno de Zapatero han hecho columnistas de El Mundo, ABC, o La Razón.
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Cinco minutos más tarde, Alfredo Pérez Rubalcaba llega a la cita acompañado del autor, José María Izquierdo, y algo más atrás, el periodista Iñaki Gabilondo. La ministra de Defensa Carme Chacón y la jefa de campaña de los socialistas, Elena Valenciano, completan el grupo.
La entrada de Rubalcaba en la sala arranca aplausos. Una vez en su butaca, en primera fila, el ex ministro del Interior se sienta, flanqueado a su derecha por la secretaria de Estado de Vivienda y Actuaciones Urbanas, Beatriz Corredor, e inmediatamente después por Valenciano. A su izquierda, el presidente del Círculo de Bellas Artes, Juan Miguel Hernández León. Más a la izquierda de todos, Carme Chacón toma asiento con el mismo e inexplicable cruce de piernas con la que salió retratada en el suplemento S Moda, y que le valió en su día una peregrina polémica.
Más que auditorio, hay feligresía entre los asistentes a la presentación del libro. "Yo no diría que he encontrado en la prensa más progresista frases como ésta, que son verdaderas ponzoñas (...) Esto es algo muy típico de Madrid", dice Izquierdo.Después de una sesión de preguntas, complacientes casi todas ellas, Iñaki Gabilondo lee algunas frases del libro. Rubalcaba, mientras escucha la descripción de sí mismo como una "excrecencia", muerde un padrastro inexistente. Desde que comenzó el acto, el candidato no separa las manos de su boca. Si no es el índice que reposa sobre el labio, será el mordisqueo inapetente de las uñas o la mano que peina la barba de su mentón.
Carme Chacón celebra las ironías de Gabilondo. Cruza y descruza sus piernas. Rebusca en su bolso cosas que no terminan de salir. De tanto en tanto, saca un coqueto Iphone de funda color rosa y confirma la hora. La ministra, en toda regla, o se ríe o se aburre.Rubalcaba mira con sigilo el reloj. A veces, casi por compromiso, dibuja una sonrisa de Papa y continúa, impasible, en su asiento.
Al final del acto, rodeado por una espesa corriente de simpatizantes, el candidato intenta abrirse paso para fotografiarse con José María Izquierdo. Ya de salida, Rubalcaba responde a la pregunta sobre si ha leído el libro. “No, no lo he leído”, dice. Pero no contesta, sin embargo, por qué ha asistido a una acto al que, por demás, tampoco le falta "caverna".
El candidato se aleja, otra vez entre aplausos y abrazos conmovidos. “Alfredo, he venido desde Galicia para verte”. “Suerte, mucha suerte, presidente”, dice otra mujer, también mayor. Alfredo Pérez Rubalcaba baja las escaleras de mármol con un ejemplar del libro de Izquierdo en la mano. El acto llega a su fin, pero el barullo no se detiene. El candidato ya se ha marchado y, sin embargo, un raro olor a campaña y sahumerio flota todavía en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes.