La exigencia de la troika de recortar los salarios en Grecia está dando más de un quebradero de cabeza al Gobierno heleno. El primer ministro, Lukas Papadimos, se ha enfrentado esta semana a una dura prueba, al llegar a un punto muerto sobre esta cuestión, condición necesaria para seguir recibiendo ayuda económica.
La prensa griega se hizo eco el viernes del rumor de que Papadimos se negaría a aplicar esta medida en caso de no contar con el apoyo de los partidos con los que comparte gobierno de coalición. Según publica The New York Times, incluso si el Ejecutivo consiguiera acallar estos rumores “está claro que el primer ministro se está quedando sin opciones”.
La competitividad como excusa
Escudándose en la falta de competitividad y en la baja productividad de los trabajadores griegos en comparación con el resto de la zona euro, el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional han pedido a Grecia un recorte en los salarios del sector privado. Este ajuste podría ir en dos direcciones: una bajada de hasta el 25% o la reducción del salario mínimo, fijado en 876 euros, al entorno de los 600 euros, acorde con los niveles de España y Portugal, este último también en proceso de rescate.
En una carta enviada al primer ministro, sindicatos y líderes empresariales griegos afirman que la falta de competitividad del país está más relacionada con problemas estructurales que con los niveles salariales. “La falta de competitividad a nivel nacional está afectada por más factores, como la burocracia – que se alimentan de una regulación compleja, la intervención estatal, el sistema impositivo, la corrupción y la mentalidad anti empresarial más que en los costes salariales”, dice la misiva.
Algunos economistas griegos no han dudado en señalar que el recorte salarial está fuera de lugar. En declaraciones a The New York Times, el economista Yannis Stournaras afirma que “el efecto sobre la competitividad es muy pequeño pero el impacto social es enorme”.
Evitar el colapso económico sin caer en una crisis política
“Es terrible estar forzado a recortar pensiones y salarios pero lo que estamos intentando evitar es indescriptible”, advirtió el viernes el ministro de Finanzas, Evangelos Venizelos. Algunos analistas señalan que, con este tipo de declaraciones, el Gobierno está comprando tiempo, con la esperanza de mostrar ante los votantes que la troika está imponiendo la aprobación de medidas impopulares, transfiriendo la culpa a Europa y al FMI.
Ante la cercanía de las elecciones que terminarán con el actual gobierno interino, a los partidos griegos les interesa aplacar las iras de los votantes, aunque, por otra parte, deban continuar con las exigencias de los acreedores si quieren evitar que el país caiga en la bancarrota, situación que el propio Venizelos sugirió como única alternativa a la tan criticada austeridad.
Pero el miedo a la quiebra del Estado se extiende por el país. Según revela el diario alemán Die Welt, los griegos han acumulado unos 49.000 millones de euros en efectivo, según datos citados por Venizelos en el Parlamento. Los ciudadanos parecen estar preparándose para un posible colapso de la economía griega y la consiguiente salida del euro, volviendo al dracma, que tendría que ser depreciado.