El malestar en el PP resultaba ya indisimulable. Han llovido llamadas y mensajes de queja sobre Génova por la forma en la que el Gobierno ha manejado el desafío del plebiscito secesionista. Ni Alicia Sánchez-Camacho ni Dolors Montserrat, dos referencias en el PP catalán, eran capaces de apaciguar las aguas iracundas de sus filas. La indignación era supina. La interpretación de los episodios del fin de semana coincidía en el derrotismo. Las bases del PP se sentían enojadas, enfurecidas y abandonadas. Cayetana Álvarez de Toledo, diputada nacional, se ha erigido en portavoz pasivo de este malestar al subrayar la sensación de 'desamparo' de militantes y simpatizantes ante el silencio del Ejecutivo.
Sáenz de Santamaría rompió el silencio en una intervención muy beligerante contra el plebiscito espúreo
La respuesta de Moncloa
Sáenz de Santamaría rompió el silencio gubernamental en una intervención muy beligerante contra el plebiscito espúreo, contra el secesionismo y contra Artur Mas. "Si lo que quieren es la independencia de Cataluña difícilmente vamos a llegar a un acuerdo", dijo la vicepresidenta en una intervención en el Senado. Se mostró muy beligerante tanto con el plebiscito como con sus promotores. E incluso habló en nombre no sólo del Gobierno sino del partido. Un guiño a la militancia encabritada.
Pese a que recurrió a airear las cifras de la abstención en el referéndum -cayó en su propia trampa, puesto que si no ha habido plebiscito, como dijo Rajoy, poco puede hablarse de su resultado-, señaló luego con claridad cuál va a ser la respuesta de Moncloa a la misiva en petición de diálogo que ha enviado Artur Mas. "Ni este gobierno ni este partido van a prestar sus votos para un acuerdo de secesión". No cerró la puerta a otro tipo de negociación. Pero hablar de la celebración del 'verdadero referéndum' sobre la independencia, como plantea este martes el presidente de la Generalitat, está fuera de cuadro. No se contempla.
Rajoy sigue silente. En Moncloa se aferran a que sólo una tercera parte de la población catalana se prestara al juego de las urnas de cartón. Incluso se muestran satisfechos con el dato. El arriolismo funciona. Pero el malestar en el partido es ostensible. Sánchez Camacho, la presidenta de los populares catalanes, intentó disimular el desánimo con escaso éxito. De ahí que Mariano Rajoy haya decidiro romper este miércoles su silencio con una rueda de prensa en Moncloa. Ayer se produjo la convocatoria oficial, en forma algo acelerada, ya que mañana viaja a Australia, a la sesión del G-20, y ya no hablaría hasta el domingo, cuando está prevista una rueda de Prensa. Muy largo me lo fiais.
La Fiscalía imputará posibles delitos de desobediencia, cohecho y malversación al Govern
La Fiscalía, al fin, se mueve
También la Fiscalía despertó de su letargo y se anuncia que este miércoles presentará finalmente la anunciada denuncia contra Mas, su vicepresidenta y los consellers de Interior y Educación. El sucedáneo de referéndum se saltó las normas estipuladas por el Constitucional. Hubo actos administrativos impulsados por la Generalitat en la consulta, algo que estaba específicamente vedado. Mas se reclamó responsable de todo, en su estrambótica intervención en la mañana del domingo. El president sobreactuó para monopolizar el éxito de la jornada y, de paso, para robarle foco a ERC, sus directos rivales en el patio autonómico. Se erigió en mártir de la causa, en promotor único del desafío. Ya está en campaña.
La Fiscalía imputará posibles delitos de desobediencia, cohecho y malversación al gobierno catalán. Un gesto tardío, pero necesario. Los nacionalistas han hecho ostentación de su burla al Estado y a sus instituciones. Torres Dulce, fiscal general, todavía insistía el martes en que las cosas han de llevarse adelante sin 'ninguna precipitación'. Unas palabras que sonaron en Moncloa a cuerno quemado. Ya se trabaja en Justicia para buscarle un hueco fuera de la Fiscalía.
El martes fue el día de la reacción de Madrid. Mas ha llevado la iniciativa en este pulso, pero el Gobierno está convencido de que está cavando su fosa política. Algo que no le conviene a Moncloa, donde la posibilidad de unas elecciones anticipadas y una victoria de ERC se antoja el peor escenario de los posibles.