España

Botella retira los 300.000 euros anuales que cuesta mantener el obelisco de Calatrava de Plaza Castilla

El monumento, que costó más de diez millones de euros, el doble del presupuesto, fue un 'regalo' de la Caja de Madrid de Miguel Blesa a la ciudad, pero su autor no quiso ni asistir a la inauguración presidida por el Rey.

El Ayuntamiento de Madrid, que preside Ana Botella, ha decidido apagar definitivamente el obelisco de Plaza de Castilla, diseñado por el polémico arquitecto Santiago Calatrava, y que 'regaló' Caja Madrid a la ciudad con motivo del tercer centenario de la entidad, que entonces dirigía Miguel Blesa.

Hasta el año pasado el Ayuntamiento sacaba a concurso y publicaba en el BOE la convocatoria para adjudicar el mantenimiento de este monumento, que ha resultado ser un caramelo envenenado para Madrid. El presupuesto de este año ya no incluye más partidas que para cuidar los jardines. Sí que se revisa, como el resto de los monumentos de la ciudad, la seguridad, especialmente en este caso, al tener una altura cercana a los cien metros.

El Ayuntamiento tenía un presupuesto de 300.000 euros al año y, después de hacerse cargo del regalo de Caja Madrid, intentó que la fundación de la entidad colaborara en el mantenimiento. La fundación salió huyendo ante la propuesta y los socialistas exigieron que se paralizaran los concursos millonarios para mantener el artilugio.

No se sabe quién vendió la idea a la caja de Miguel Blesa, pero la realidad es que costó cerca de 14 millones de euros y nadie entiende cómo el Ayuntamiento aceptó ese presente, cuando ni lo había encargado ni quería mantenerlo.

Una "pieza única" que nunca funcionó

El obelisco es un cilindro de acero y bronce de 93 metros de altura, dos metros de diámetro y 572 toneladas de peso. La superficie está forrada con barras de bronce revestidas de pan de oro. Las barras están dotadas de un suave movimiento de basculación que se transmite a través de la vinculación de los extremos de las 493 láminas. Este movimiento da lugar a la sensación de una onda a lo largo del mástil, según explicaron los constructores.

Esa es la explicación que dieron los que hicieron la obra de Calatrava. La realidad es que no funcionó más que las primeras semanas y poco tiempo. Para lograr este movimiento, que pocos ciudadanos han visto, había que mantener un costoso sistema informático que salía a concurso, lo que unido al cuidado del jardín elevaba la factura a 300.000 euros al año.

Calatrava no debía tener mucha fe en esta maravilla, parecida a la esfera armillar que quiso construir PSV/UGT hace veinte años en Valdebernardo. No acudió a su inauguración en el año 2009 a pesar de que Miguel Blesa, en su apogeo entonces, logró que acudieran el rey Juan Carlos; la ministra de Vivienda, Beatriz Corredor, y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón.

No obstante, mandó un comunicado que decía que se trataba de "una pieza única, nunca antes concebida, que cabalga entre la arquitectura, la escultura y la ingeniería". Y añadió "es un obelisco móvil que participa de la masculinidad de la vertical y de la delicadeza y la feminidad del movimiento".

"Es –decía Calatrava- la primera obra mía en Madrid y mi objetivo es darle un carácter especial, un sentido de modernidad y de futuro a través de una gran columna, situada en medio de la plaza y acabada en punta para sustentar el cielo de Madrid. Además, el hecho de ser de bronce le dará simpatía a la escultura cuando esté iluminada por el sol de poniente de Madrid".

Eliminación del presupuesto

Los problemas con el obelisco empezaron antes de comenzar y es que los cimientos llegaban hasta el Metro y ponían en peligro la red de transportes. Se solucionó con otro sistema de cimentación, mucho más caro. La realidad es que nunca se supo lo que costó, pero en aquellos años se habló de 14 millones de euros, prácticamente el doble de lo presupuestado.

Releer las palabras de Miguel Blesa en la inauguración produce sonrojo: "Es un regalo simbólico que dejara constancia del agradecimiento y el cariño a la ciudad". "Recomiendo ver el monumento en el ocaso, cuando tiene un color especial por la luz del sol". "En su construcción se han conjugado el diseño artístico, la potencia de la máquina y la ingeniería". "No hay precedente de una obra así en ninguna otra ciudad".

Esto último parece que tampoco era cierto, pues un artilugio similar se construyó también en una universidad de Oriente Medio. Lo inauguró un tal Santiago Calatrava en la Universidad de Technion, en Israel. Este no tenía las láminas de color oro. Eran de plata.

La crisis apagó pronto el movimiento y ni en los presupuestos de 2013 ni tampoco este año se ha destinado dinero al mantenimiento técnico e informático de este monumento a la "masculinidad de lo vertical" y "de la delicadeza y la feminidad del movimiento", como decía su autor. La ciudad ya se ha ahorrado 600.000 euros.

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