Cuando el pasado junio Pedro Sánchez se autoproclamó candidato de su partido a la presidencia del Gobierno en un escenario ocupado por una gran bandera española, muchos pensaron en el PSOE que fue un acierto, los que opinan que no debe regalársele a Mariano Rajoy el monopolio de la unidad nacional, mientras que otros, la inmensa mayoría de las cabezas pensantes del PSC, lo concibieron como un profundo error del joven e inexperto líder socialista. Pasados tres meses escasos y a la vista de las curvas dadas por el propio Pedro Sánchez y por referentes históricos de su formación como Felipe González, hoy suman mayoría los que concluyen que dar tanto protagonismo a la simbología patria en un acto como éste fue una equivocación. “Los mismos que se abrazaron a esta bandera, ahora la han arriado al calor de las elecciones catalanas, hasta el punto de que nos va a ser muy complicado competir en las generales con el PP en la defensa de la unidad de España y esto nos pasará factura”, mantiene un destacado dirigente socialista.
Los socialistas ven ahora desnaturalizado el mensaje que Pedro Sánchez quiso transmitir envuelto en la bandera española
La mayoría de los análisis que se hacen ahora en la ejecutiva federal del PSOE y en sus federaciones pasan por el tamiz electoral, en el que cuenta la experiencia de lo que ocurrió en mayo en las elecciones del Reino Unido. Los observadores del partido que siguieron con atención aquellos comicios y han tenido contactos con los laboristas británicos saben que ellos culpan a Escocia de la victoria de David Cameron por mayoría absoluta. Fue allí donde el laborismo sufrió el mayor castigo en pérdida de diputados y donde su antiguo líder, Ed Miliband, pagó cara su oposición a la independencia. El 45% de los votos a favor de la separación de Escocia del Reino Unido fueron al partido que la apoyaba y que representaba esta opción desde la izquierda. El sistema electoral mayoritario hizo el resto.
Se trata de un proceso al que los socialistas catalanes prestaron gran atención por la cuenta que les trae, pero del que han podido sacar poco provecho, se reconoce en el PSOE. “A nosotros, la bandera de España y el abuso de la simbología nacional nos deja fríos, a lo que se añade que no creemos que aporte más votos al partido ya que todo el mundo sabe que el PSOE es españolista. La de Pedro fue una sobreactuación innecesaria, como pone de relieve lo que estamos viviendo después”, reflexionan fuentes del socialismo catalán.
Tercera vía frente al inmovilismo y la independencia
Y lo que ha sucedido después es que el PSOE ha desnaturalizado el mensaje que quiso emitir Pedro Sánchez el día de su proclamación, respaldando a Compromís en la comunidad valenciana o a la alcaldesa Ada Colau en Barcelona. La manoseada declaración de Granada, concienzudamente elaborada durante el mandato de Alfredo Pérez Rubalcaba para abrir un paréntesis en el enfrentamiento que el papel de Cataluña en España despierta en el partido, se ha quedado reducida solo al mensaje de que es necesario hablar y negociar con el independentismo hasta la extenuación, una tercera vía frente al inmovilismo y a la pulsión secesionista en la que el PSC ha confiado su examen electoral del día 27 y que, según todas las encuestas, logrará superar con escaso éxito de público.
En el PSOE, también en su vieja guardia, se percibe un cabreo monumental con Felipe González porque se opina que sus últimas exploraciones en la selva catalana han sido todo, menos acertadas. Tardó 72 horas en desmentir públicamente que había dicho en su entrevista con La Vanguardia que Cataluña debe ser reconocida constitucionalmente como una nación y eso llevó a Pedro Sánchez, al exlendakari Patxi López y al primer secretario del PSC, Miguel Iceta, entre otros, a hacer auténticos malabarismos para no contradecir al expresidente y, al mismo tiempo, no reavivar un fuego del que algunos dirigentes nacionales del PSOE culpan, en diferentes etapas, a Pasqual Maragall, a José Montilla y a Pere Navarro, por no citar a José Luis Rodríguez Zapatero, usuarios en ocasiones de la autopista que conduce al derecho de autodeterminación, en otras a la consideración de Cataluña como nación y, en la versión actualizada de Pedro Sánchez, al reconocimiento de su singularidad en la futura reforma de la Constitución.
Las encuestas reflejan que el PSC puede perder el 27-S hasta 14 escaños en Cataluña
Los periódicos virajes del PSC y su influencia sobre el PSOE le han llevado a encarar el 27-S con expectativas muy pesimistas que le colocan en la franja de los cinco o seis escaños, frente a los 20 que obtuvo en las autonómicas de 2012. Son fronteras parecidas a las que se enfrentan en Cataluña el PP o Unió Democrática. Ello explica, en parte, el trabajo de socorrista al que se ha prestado la plataforma Tercera Vía, presidida por el notario Mario Romeo, que coloca a los socialistas catalanes en la centralidad política, “lejos del inmovilismo del PP y del bloque independentista”.