"¿Y qué pasará el lunes 28?". En Moncloa responden con naturalidad a la insistente pregunta. "No pasará nada. Empezaremos a preparar las generales. Igual que ellos". Las elecciones de diciembre son las de Rajoy, en las que se juega su futuro. Y las catalanas pueden servir de báculo o de trampolín. Un resultado de derrota puede, tres meses después, colaborar para la victoria.
Si Mas gana por mayoría absoluta de escaños, proseguirá al frente del proceso hasta las anunciadas constituyentes de dentro de 18 meses. Si necesita a la CUP, el actual presidente quedaría políticamente moribundo. La Generalitat se convertiría en un gallinero de fuerzas de ultraizquierda, con Romeva o Junqueras al frente. Más que un Govern, un quilombo.
En ambos casos, la perspectiva de un dirigente secesionista en Cataluña, con el único proyecto de 'desconectarse' de España, daría alas al PP en las generales, argumentan en Moncloa. Es una perspectiva razonable. Un Rajoy firme frente a unos nacionalistas desquiciados. Ni puentes, ni diálogo fuera de la Constitución. "Con quien tiene que dialogar Mas es con la mitad de los catalanes que no le siguen", espetó Sáenz de Santamaría este viernes tras el Consejo de mInistros.
Un líder despendolado
No se esperan en Moncloa salidas de pata de banco en Cataluña al menos antes de las generales. Artur Mas y sus compañeros de órbita confían en la victoria 'en Madrid' de un partido más proclive al entendimiento. Un PSOE apoyado por Podemos y algún otro refuerzo podría ser lo ideal. Otra cosa será si el actual president no logra una victoria holgada y sus propios compañeros le arrojan por la borda. "El problema, en ese caso, sería que su sustituto resultará alguien más despendolado que el actual líder de Convergencia", apuntan las mencionadas fuentes. En ese caso nadie descarta algún tipo de provocación desde Cataluña. No se piensa en una salida al balcón a lo Companys, pero sí algún tipo de inciativa desde el Parlament. Deberá entonces Rajoy reaccionar de manera implacable. Otra actitud no se entendería. "Si el presidente hace cumplir la ley, será aplaudido por todos", aseguraba esta semana Esperanza Aguirre en esRadio. Esa actitud, indudablemente, cala en un electorado que considera que Rajoy no ha sido capaz de hacer respetar el ordenamiento jurídico en Cataluña, ni de hacer cumplir los dictados del Supremo. Todo un vuelco, quizás tardío, pero necesario.
Dirigentes del PSOE y de Ciudadanos abonan la teoría maquiavélica de que lo que ahora malo para Cataluña será, en tres meses, bueno para Rajoy. Una lectura desportillada y algo tóxica del cuanto peor, mejor. "A Rajoy le viene bien una victoria nítida de los separatistas", comentaba un alto dirigente del partido de Rivera, sin entrar en otras consideraciones. Más lejos iba la versión apuntada esta misma semana por un veterano dirigente del PSOE: "El PP parece haber trabajado en Cataluña con la mirada puesta en las generales. A Rajoy no le quita el sueño un triunfo de los secesionistas. Más bien, lo contrario."
La gran movilización
El PP ha llevado a cabo una campaña electoral intensa, aunque no brillante. Algunos ministros menudearon por Cataluña, como García-Margallo y su famoso cara a cara con el líder de ERC. Rajoy apareció cinco veces en mítines junto a García-Albiol. También acudieron esporádicos dirigentes regionales y altos responsables del partido. Pero la labor más importante la hicieron desde Moncloa y Exteriores. El respaldo internacional (Obama, Merkel, Cameron, Sarkozy, Comisión...) a la tesis de una Cataluña independiente fuera de la UE resultó el arma más contundente. Mas y su equipo acusaron fieramente el golpe. Igual que las teorías sobre las pensiones, el corralito, la fuga de capitales..."Un corte de mangas", fue el argumento esgrimido por el president ante esta lluvia de catástrofes anunciadas para una Cataluña alejada de España.
Ha sido precisamente el PP el partido que más ha movilizado a sus seguidores escépticos. Juntos por el Sí también lo han logrado. Son los vencedores de la campaña. El PP, gracias a la designación de Albiol, un buen candidato. El consorcio de Mas, merced a la utilización partidista de Diada, punto de partida la campaña. El resto de las formaciones ha ido detrás, aunque los bailongos de Iceta, ya en las postrimerías de la campaña, despertaron al PSC de su letargo. "El candidato empezó a aparecer en los medios, dejó de ser tansparente", comentaba uno de los expertos demoscópicos. Rivera se volcó por plazas y pueblos, pero el candidato era otro. Inés Arrimadas, combativa y esforzada, carece aún del tirón de su líder. Podemos (Catalunya si que es Pot) ha sido un batiburrillo esotérico, con Pablo Iglesias cantando por Manitú y sin acercarse a Cataluña el día del voto. La CUP de la zapatilla ha sumado a mucho desertor de Convergencia. Con Unió se han quedado los cabales, la gente fiel a Duran, catalanistas prudentes y serenos. Es decir, dos puñados de seny que quizás algo sumen.