No desvela Artur Mas la vía que utilizará para sacar adelante su simulacro de consulta, 'una charlotada, un número circense', según la opinión más extendida entre socialistas y populares. El president puede utilizar el ambiguo título III de la Ley de Consultas catalanas que no fue impugnado por el Tribunal Constitucional. Una argucia legal, un dribling jurídico que quizás funcione. De momento ha advertido que no revelará el procedimiento hasta la víspera, para no dar pistas 'al Estado adversario', según su particular fórmula para referirse a España, nada conciliadora.
Los medios catalanes se derriten en elogios hacia su president y hablan de 'jugada maestra', 'maniobra astuta' y demás juegos florales. Estaba contra las cuerdas, había renunciado a la consulta y ahora se ha sacado un recurso disparatado, una pantomima sin mayores efectos que "seguir su huída hacia adelante y buscar la foto de largas colas de gente votando el día 9 de noviembre".
El presidente del gobierno no concedió ninguna importancia al sucedáneo de consulta e insistió en la vía del diálogo
Un ridículo mundial y sin matices
El Gobierno ha tensado de nuevo la maquinaria de la Justicia para presentar los recursos necesarios contra la convocatoria. No se puede celebrar, como no se podía celebrar la anterior, piensan en Moncloa. Pero hay voces en el PP que sugieren dejar a Mas con su estrepitoso artefacto, con su plebiscito espúreo para que haga el glorioso y mundialmente ridículo. La opinión de Rajoy no está muy clara. Ayer tan sólo mostró nuevamente su satisfacción porque la renuncia al referéndum independentista es "un éxito, un triunfo de la democracia y de la ley". No le concedió ninguna importancia al sucedáneo e insistió en la vía del diálogo. Por el Gobierno que no sea. Quien no quiere negociar es el nacionalismo catalán. Esta es la vieja consigna que esgrime Moncloa y no va a dejarla de lado.
Pretende Rajoy desde hace meses que Artur Mas se aparte de ERC y retorne al sendero de la sensatez. Puede ser ahora el momento, con charlotada o sin ella. La nueva consulta descafeinada no preocupa apenas en Moncloa, la consideran estrambótica e inoperante.
Complicidad en la calle
Pero antes de lanzarse a esta nueva aventura, que le permite mantener el control de la estrategia, meter presión a sus socios de ERC y ganar tiempo hasta la convocatoria de las elecciones, Mas ha buscado la complicidad de Teresa Forcadell, la líder de ANC, el movimiento cívico que ha apoyado las ideas delirantes de Mas con masivas concentraciones populares. El president necesita que el 9-N, aunque no se concrete el referéndum tal cual, haya mucha gente frente a las urnas de cartón. Para ello se han dispuesto algo más de 600 centros oficiales que actuarán como colegios electorales. Sin censo, sin junta electoral, sin normas, pero 'con urnas y papeletas', como él mismo ha subrayado.
"Esto nos llena de descrédito y sólo refuerza personalmente a Mas y electoralmente a Junqueras", dice un diputado nacionalista
El descrédito y las críticas
Quiere la foto, quiere las imágenes en los noticiarios internacionales, quiere mucha repercusión mediática para trasladar al mundo la idea de que en Cataluña se vota pese a la 'presión antidemocrática' del Gobierno del Estado. "Cuanta más gente acuda ese día a las urnas, más pecho va a sacar Artur Mas, en especial frente a sus contrincantes de ERC, que han quedado de momento algo descolgados con la añagaza presidencial. "Mas se ha puesto en manos de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), está necesitado de enormes colas frente a las urnas y, a ser posible, incluso no le vendrían mal un par de guardias civiles como telón de fondo. Si además intentan requisar alguna urna, sería un bingo", comenta un veterano diputado nacionalista, muy poco partidario del invento. "Esto nos llena de descrédito y sólo refuerza personalmente a Artur Mas y electoralmente a ERC", aseguraba a este diario esta misma fuente.
La rueda del plebiscito no se detiene. Es lo único que busca el presidente de la Generalitat. Que no cese la dinámica puesta en marcha hace un par de años, cuando arrancó la carrera enloquecida hacia la consulta secesionista. Con su nuevo truco, Mas ha dado con una singular fórmula de alcanzar el 9-N sin demasiados agobios. E incluso ha conseguido que ERC no se ponga de perfil, porque Junqueras no puede aparecer ni por un minuto en el grupo de los refractarios al seudo-referéndum, es decir, en las filas del PP y Ciudadanos.
Nadie es capaz de saber a estas alturas si Mas pretende celebrar elecciones plebiscitarias en enero, como se dice, o aguantar hasta el fin de la legislatura con ayuda de los socialistas, como algunos sugieren. Lo único diáfano es que persigue que su nuevo 9-N, su consulta apócrifa, tenga una respuesta popular de importancia y una repercusión mediática sin fronteras. Ese es, ahora mismo, su principal y único objetivo.