El pasado 29 de octubre, la DANA más catastrófica del último siglo en España arrasó casi 80 municipios en distintas regiones. Las fuertes inundaciones arrastraron todo a su paso, cobrándose más de 200 vidas y destruyendo el hogar de cientos de valencianos que un mes después siguen luchando contra el lodo. Miles de coches apilados y el barro sustituyendo el asfalto de las calles es la imagen de lo que muchos describen como un escenario bélico. 30 días desde que se produjera la peor catástrofe de los últimos años, la cual sigue marcando el día a día de aquellos que intentan reconstruir sus casas y negocios.
Entre el fango y las escobas se esconden miles de historias protagonizadas por pequeños comerciantes que luchan por sobreponerse a la tragedia y sacar adelante aquello que en un principio parecía perdido. Metros de agua anegaron sus establecimientos convirtiéndose más tarde en metros de barro que empañaron el sueño de toda una vida. Historias como la de José Carlos, Guillermo, Pepito y José Vicente, quienes cuentan en Vozpópuli cómo han sido estas últimas semanas para ellos y sus familias.
Taller de coches en Paiporta
Guillermo tiene junto a su socio Eusebio un pequeño taller de coches ubicado en la localidad de Paiporta, uno de los municipios más afectados por la DANA. La tarde del 29 de octubre, Guillermo estaba en su taller como cada día. Alrededor de las 18:30 horas, momento en el que se desbordó el Barranco del Poyo, el agua empezaba a entrar en el establecimiento. "Se fue la luz tres veces y a partir de ahí decidimos dejar de trabajar. Cuando quise irme a casa el agua llegaba ya por la mitad del coche", describe.
Al día siguiente, era imposible acceder a la zona: "Nos costó seis días acceder al taller. No podíamos ni movernos de casa porque los primeros cuatro días por Picaña no aparecía absolutamente nadie". Según detalla el dueño de este pequeño negocio, en el interior del taller había 25 vehículos, amontonados unos encima de otros, que con la fuerza de la riada acabaron entrando en el local. Para acabar con la montaña de coches, Guillermo tuvo que contratar una grúa de grandes dimensiones para poder sacar todos los vehículos y empezar a analizar los daños sufridos.
Un mes después, él y su socio calculan que los daños ascienden a más de 200.000 euros: "Cuando llegamos a esa cantidad, digo vamos a dejar de contar". Por el momento, Guillermo denuncia que no ha recibido ninguna ayuda económica por parte de la Administración y que mientras el Gobierno o la Generalitat tramitan su solicitud, no ha tenido otra alternativa que invertir todos sus ahorros en la reconstrucción del taller y servirse de la ayuda de voluntarios que a través de una cuenta de crowdfunding (bajo el nombre de Segui Automoción) aportan aquello que pueden para ayudar al pequeño comercio de la zona. "Los primeros días fueron muy jodidos, porque pasas de alegría a depresión. Luego lo aceptas y así funcionas", añade.
Pepito Vicent, de 82 años, se pone las botas para salvar su negocio
La historia del negocio de Pepito, de 82 años, es la historia de dos generaciones. En los años 40, José Vicent padre dejó su puesto como cobrador en autobueses para seguir su sueño, montar un taller de bicicletas. Durante décadas, Vicent regentó uno de los locales más conocidos de su pueblo, Catarroja, y muchos de esos años en compañía de su hijo. Ahora, Pepito regenta el negocio que en su día vio nacer su padre y gracias al cual disfruta de una rutina diaria que le apasiona.
El pasado 29 de octubre, Pepito estaba en su taller reparando la bicicleta de un cliente. Alrededor de las 18:00 horas, cuando la lluvia empezaba a inundar los primeros centímetros de acera, alguno de sus vecinos le pidieron que se fuera a casa. Al cabo de un rato, "mientras escuchaba los gritos de la gente diciendo: 'Se ha desbordado el barranco'", decidió echar la persiana para evitar que el agua entrase en el local.
Sin más tiempo para reaccionar, el agua le llegó al pecho y, como pudo, consiguió salir del establecimiento. Una vez fuera, logró arragarse a las rejas de las ventanas de varios locales contiguos hasta que un vecino logró sacarle del agua y ponerle a salvo. Tras el susto y calmar las dolencias físicas provocadas por el agua a baja temperatura, Pepito pudo pasar la noche en casa de unos vecinos a esperar que pasara la tormenta.
A los pocos días, Pepito pudo acceder al local para ver los daños: "Era una imagen de guerra total". Además de la pena generada al ver el sueño de toda una vida cubierto de barro, ha tenido que lidiar con la preocupación añadida de proteger el locar de posibles asaltantes.
Ahora, un mes después, la familia de Pepito explica que aún están en una fase muy preliminar de la reconstrucción y que lo poco que han podido avanzar ha sido gracias a la ayuda de muchos voluntarios. En el terreno económico, también han tenido que tirar de la ayuda de vecinos a través de un crowdfunding, gracias al cual han conseguido ya más de 5.000 euros para Ciclos Vicent. Asimismo, el taller familiar también ha recibido 8.000 euros de la iniciativa impulsada por Juan Roig para recuperar los negocios arrasados por la DANA.
La idea del dueño del negocio y su familia es poder abrir el taller cuanto antes y que este histórico comerciante de Catarroja pueda volver a su rutina. Con boli y papel en mano, Pepito seguirá haciendo sus anotaciones y cuentas a mano, tal y como se hacía en la época de su padre.
Pastelería Galán
Más de un metro de agua llegó a entrar en la Pastelería Galán, uno de los negocios más antiguos de la localidad de Albal. Así lo cuenta José que, junto a su hermana Noelia y su mujer Raquel, regenta la pastelería que hace ya más de 52 años abrieron sus padres, condecorados recientemente como hijos predilectos del pueblo. El día de la DANA, él y su familia pudieron observar desde su casa como el agua arrasaba todo a su paso, sin poder hacer nada más que esperar que los daños sufridos en el local no fueran demasiados.
"Cuando llegamos al día siguiente estaba todo desecho, todo destrozado. Nos entró un metro treinta de agua, lo suficiente como para estropearlo todo: maquinaria, batidoras, neveras, hornos, mostradores...", explica a Vozpópuli José Vicente. Las pérdidas alcanzan los 300.000 euros, un duro golpe para este pequeño comercio local que ahora tiene que vivir de los ahorros de la familia y la ayuda de donantes.
A pesar de todo, José se muestra esperanzado, según dice, gracias al apoyo de su mujer. "El objetivo es abrir para Navidad y darle a los vecinos el servicio que se merecen". Para ello, su familia y muchos vecinos del pueblo se han puesto las botas de agua para poner todo a punto: "La verdad es que ha sido súper gratificante ver cómo se ha volcado el pueblo con nosotros".
Panadería Don Pa Artesans, desde 1987
La panadería familiar Don Pa Artesans, que tiene varios establecimientos repartidos por la provincia de Valencia, sólo cuenta con una de sus nueve tiendas en activo, el resto han sido devastadas por la DANA. José Carlos, uno de los dueños del comercio explica a Vozpópuli cuáles han sido los daños materiales sufridos en el negocio que hace ya casi cuarenta años levantaron sus padres.
Precisamente, la tarde del 29 octubre el padre de José Carlos estaba trabajando en el obrador que la familia tiene en Paiporta. Mientras preparaba la última hornada del día se vio sorprendido por la lluvia, a duras penas, logró subirse al mostrador donde el agua llegó a subir a la altura del pecho. Tras pasar varias horas en la oscuridad, unos vecinos pudieron rescatarle sobre las dos y media de la madrugada.
Un mes después del episodio, la familia al completo se ha volcado para sacar adelante el negocio. Obras para mover maquinaria pesada, labores de limpieza y la compra de material especializado, cuyo coste total superará el millón y medio de euros. "Todavía no hemos recibido ayuda de la Administración. La verdad es que si no fuera por empresarios o gente del ámbito privado que nos ha ayudado por para ir arrancando... Nosotros llevamos un mes sin ingresos y al final hay mucha gente con miedo de saber si íbamos a retomar la actividad o no", explica.