A raíz de la apuesta soberanista del nacionalismo catalán, la fundación presidida por José María Aznar, FAES, ha decicido dedicar sus Cuadernos de Pensamiento Político a "poner España en claro", como dice su nota editorial y a lanzar durísimos epítetos al presidente de la Generalitat, Artur Mas, y a su decisión de alimentar la vía soberanista aunque eluda la palabra "independencia". No se le cita de forma explícita, pero FAES es clara en ese sentido al señalar que, en mitad de los desafíos a los que se enfrenta el país "algunos parecen decididos al clausurar su vínculo con una realidad de la que también son responsables, incluso en mayor medida que la mayoría". Puesta en claro, avanza la nota de FAES, la idea de que ser español "es un asunto de sentimiento y voluntad parece lo que es: una coartada. Somos 'objetivamente españoles' quienes compartimos la suerte y la responsabilidad de España, de la que no tenemos derecho a abdicar porque es nuestra obra, sean cuales sean nuestros deseos y sentimientos al respecto".
A continuación carga las tintas contra Mas al aseverar que plantear como un derecho no tener más responsabilidad que la se siente como propia, pretender una vida "sin obligaciones" o no deberse "a nada ni a nadie más que a uno mismo", "no tiene nada que ver con la política sino con la mera inmadurez moral". Y no para ahí: "es un comportamiento pueril sublimado en impostado hecho nacional, , escusa (sic) de envanecidos y motivo para el engaño. La nación que el nacionalismo pretende no se rebela contra España sino contra al evidencia de su propio fracaso gestor, contra la realidad y la manera occidental de estar en ella: el rendimiento de cuentas, al vida responsable, el Estado de Derecho".
Al hilo de este demoledor análisis, FAES lanza un mensaje al Gobierno para advertirle del riesgo de cambiar las reglas del juego con le objeto de favorecer un encaje "que, si no se produce, es porque no se aceptan los principios del sistema y no por otra razón". Alerta que el trabajo de las instituciones "no es degenerar el sistema para satisfacer a nadie y menos a quien lo quiere mal". Considera hasta lógico y "seguramente" inevitable, que el nacionalismo identitario "se encuentre incómodo en un sistema plenamente democrático" o que pretenda ocultar su fracaso "detrás de la polvareda", pero no que logre sus objetivos.
FAES lanza un aviso al Gobierno para que no cambie las reglas del juego o "degenere" el sistema para satisfacer al nacionalismo
Además, la Fundación ha reeditado algunos de los discursos que se pronunciaron en el Campus de Verano de Navacerrada (madrid), en concreto, el del catedrátivo emérito Tomás Ramón Fernández Rodríguez. Y las propuestas que defiende, y que, en buena medida FAES hace suyas, pasan por "una reforma en profundidad del modelo territorial", esto es, "una reforma que implante un modelo, porque la Constitución de 1978 se abstuvo de establecer modelo alguno". Cree este catedrático que el Estado de las autonomías "se constituyó a empellones, atropelladamente, al margen de toda reflexión", pasando por una inflación de comunidades "que nadie decidió de antemano y que es a todas luces excesivo porque iguala el de los Länder" alemanes a pesar de que nos doblan en población. Explica que hay Comunidades que apenas superan los 320.000 habitantes, y que otros países como Italia exorcizaron este peligro estableciendo un mínimo de un millón de habitantes para que se pudiera constutir una región. "Setenta años después sería lógico elevar ese mínimo, aunque se establecieran ciertas excepciones por razón de la insularidad (Baleares) o de la Foralidad (Navarra)", señala el catedrático.
Asimismo apuesta por aclarar el reparto competencial, que, a su juicio, también se hizo "a borbotones", de modo que "en rigor, más que un Estado propiamente dicho lo que tenemos hoy son diecisiete estaditos yuxtapuestos", argumento que ha empleado Aznar en algunos discursos. FAES se suma a la tesis de que "rigurosamente insostenible" en términos económicos este sistema, que tampoco ha mejorado "en nada la eficacia del denostrado centralismo anterior", al tiempo que recahza la identificación de autonomía y descentralización con progresismo y con conservador, "reaccionario o algo peor" "a aquel que se atreva a poner un pero a la expansión ilimitada de las competencias autonómicas".
"El Estado de las autonomías se nos ha ido de las manos --agrega el catedrático, pàrtidario de reformar el Título VIII de la Constitución-- y con él se ha volatilizado también el crédito internacional que nos otorgó como país una transición a la democracia que todo el mundo consideró ejemplar", pero no sólo, porque el autor considera imposible de mantener "artificialmente en pie 8.000 municipios, de los cuales solo un millar, como mucho, es viable".