España

El año en el que Pablo Iglesias se divorció de Yolanda Díaz y lanzó a Podemos al vacío

Los morados se sumaron a regañadientes al proyecto de Sumar, pero los desplantes de la vicepresidenta segunda y su intento de llevarles a la irrelevancia dinamitaron todo

  • Yolanda Diaz y Pablo Iglesias, en una imagen de archivo.

Es posible que 2023 haya sido, para los votantes de izquierdas, el año de elegir entre mamá y papá. El divorcio entre Podemos, es decir, Pablo Iglesias, y Yolanda Díaz se consumó por fin tras casi dos años de broncas, desplantes y eternas discusiones. Los morados se casaron a regañadientes con el proyecto de Sumar, pero el intento de la vicepresidenta segunda de llevarles a la irrelevancia lo dinamitó todo. No hay futuro compartido si ninguno de los dos quiere una vida juntos. Y, en verdad, ninguno de los dos la quiere. La ruptura de la izquierda es consecuente. Ni a Yolanda Diaz le apetece tenerles en el poder, ni Podemos desea que les mande Yolanda Díaz. El matrimonio fue de conveniencia para evitar un gobierno de la derecha.

Con su decisión de sacar a Podemos de Sumar, Pablo Iglesias -e Ione Belarra e Irene Montero- han lanzado al partido nacido al calor del 15-M al vacío. Solo que el vacío se llama Grupo Mixto. Podemos ha pasado de la vicepresidencia segunda del Gobierno al soporte de cinco diputados en el Congreso. Es cierto que la exigua mayoría que sostiene al Ejecutivo de coalición les permitirá lograr el protagonismo que buscan y podrán colgarse las medallas que quieran si consiguen que Moncloa incluya alguna de sus medidas. Bien sea en los presupuestos o en alguna otra ley que la coalición necesite convalidar o aprobar en la Cámara.

Pero a nadie se le escapa que el partido ha entrado en otra fase. La ruptura ha pillado a todos con el pie cambiado. Nadie se la esperaba tan pronto. De manera que las elecciones gallegas del próximo 18 de febrero serán el primer test. Podemos anhela darle una bofetada a Sumar y demostrarle que su tirón es el responsable del peso político del partido de la vicepresidenta segunda. Los morados concurrirán en Galicia y Sumar, que presenta este miércoles su candidatura a la presidencia de la Xunta en Santiago de Compostela, también. Esa será la primera gran pelea. Pero no la última.

La gran ambición morada son las elecciones europeas de junio. El 9 de ese mes, España votará a los representantes que se sentarán en el parlamento comunitario. Ese día, no hay circunscripciones ni repartos de escaños por provincia. Ese día, España funciona como una única circunscripción. Y Podemos calcula que con al menos 300.000 votos, podrá lograr uno o dos eurodiputados. Ya está claro que será Irene Montero quien ponga rumbo a Bruselas en caso de lograr finalmente representación. La exministra de Igualdad fue la gran purgada. Y, además, el principal motivo del distanciamiento entre Yolanda Díaz y Sumar.

La vicepresidenta segunda es, sobre todo, una política pragmática. Yolanda Díaz se aprovechó del impulso de Podemos para arribar a Madrid tras su paso por la política gallega. Una vez fue ungida por Pablo Iglesias para sucederle al frente de su espacio político, identificó con rapidez que ninguno de los rostros que batallaron en último decenio en Unidas Podemos tenían salida o hueco. Díaz les desechó. Ella tenía los mandos y, como no estaba quemada, se permitió convertir la izquierda a la izquierda del PSOE en su particular coto. Atrás quedó la batalla por el relato con el intento de situar a Nacho Álvarez en el Gobierno. Y el posterior pertinente rechazo de Podemos a la idea, que siempre quiso a Montero.

El exvicepresidente y exlíder de Podemos está avivando una guerra sin cuartel contra todo aquel que considere traidor por pasarse a las filas de Yolanda Díaz, a la que considera una vendida. Podemos ha decidido volver a los orígenes. Si el partido no está en el Gobierno, la coalición es casta, élite. Y toca asediarla y bombardearla. En cierta manera, con su salida del Consejo de Ministros, los morados van a replicar el experimento primigenio: forzar al PSOE a ser de izquierdas. Pero no solo al PSOE, también a Sumar. Porque casi nadie en Podemos cree que el partido de Yolanda Díaz represente una izquierda valiente, auténtica.

Los morados lamentan que tanto Yolanda Díaz, como Íñigo Errejón y el resto de aliados de la vicepresidenta segunda dentro de Sumar se esfuercen en ser una suerte de marca blanca del PSOE, aceptable para la élite. En Podemos molesta que solo ellos sean el rostro enfadado, fuerte y duro que dice las cosas como piensan que son sin importar a quién pueden incomodar. Por eso consideran que hay una concertación entre Yolanda Díaz y el PSOE para destruirles. En plata; que la operación destrucción morada cuenta con el beneplácito de Pedro Sánchez. Ahora, este año que llega, tienen intención de hacerles sudar la camiseta.

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