Los más de mil militantes del PP desembarcaron en el inhóspito solarium de la Feria de Madrid con voluntad de cambio, con enormes recelos ante lo que les depara el futuro y con la clara idea de que apenas hay tiempo para modificar el rumbo y evitar el desastre. Los relevos en la cúpula de la formación, con el cambio de caras más que de contenidos o de cultura, permitía albergar esperanzas. La propuesta de futuros 'congresos asamblearios' iba en esa línea. Y prendió lamecha de la esperanza.
Un formato moderno e innovador tuvo que pugnar con la profusión agobiante de ministros y altos cargos, la rigidez en el uso de los tiempos y un aire general de improvisación. Si se trataba de escuchar a los militantes, a las bases, se logró con un cierto éxito. En las salas de conferencias, voces decididas recordaban la necesidad de efectuar cambios drásticos y urgentes. Los ponentes, seleccionados entre miembros del Gobierno y barones regionales, tiraban de muleta y se acoplaban al runrún que circulaba por pasillos y butacas. Un espíritu de expectacón flotaba en el ambiente. Muy imaginativos los decorados, la tecnología, el ornamento, pero demasiadas palabras gastadas, discursos recurrentes, reiteradas letanías. "Es nuestra última oportunidad, y no la podemos desperdiciar", se escuchaba entre los corrillos.
Dolores Cospedal, reaparecida en combate tras su eclipse post-electoral, abrió la espita a la esperanza con una tímida bandera nacional a sus espaldas. La secretaria general del PP deslizó en su mensaje de bienvenida una idea que ilusionó a los participantes en el cónclave. Los afiliados y los militantes han de tener más protagonismo en la elección de sus dirigentes. No hablaba de primarias pero sonaba a algo parecido. Minutos más tarde, en uno de los foros, se encargaria de precisar su inicial discurso. No a las primarias al uso en otras formaciones, pero sí el anuncio de más participación, de nuevos modos, un hombre, un cargo.
Línea aperturista
En esa línea aperturista se había pronunciado también Esperanza Aguirre, una de las veteranas en esa reivindicación. O Núñez Feijóo, que promovió unas primarias en Galicia. Pero Rajoy desprecia esta fórmula. Hubo debate, se expusieron reclamaciones, se invocaron exigencias de renovación y, naturalmente, más contundencia con la corrupción, que se trasladaran este sábado a las conclusiones definitivas. Casi todos saben que hasta el congreso del año próximo, esa asignatura no toca.
Los más de mil militantes congregados en el recinto madrileño tenían necesidad de transmitir sus ideas, sus deseos, sus quejas, a los dirigentes del partido
Hubo, eso sí, algunos anuncios estimulantes ya filtrados en los días anteriores, como el debate sobre la limitacón a ocho años de los mandatos de altos cargos o la reforma de la ley electoral, a fin de que se prime al partido mas votado. Buenas ideas, quizás algo tardías, según opinaba una parte de los asistentes. A cuatro meses de las generales, este encuentro con la militancia resultó un ejercicio necesario para lamerse las heridas del 24-M pero quizás no ha logrado por el momento el objetivo primordial de señalar un camino claro hacia la recta final de las elecciones generales. Juanma Moreno, el líder del PP andaluz, cncretó algunas resuestas al ambiente general. Habló de "congresos asamblearios" para designar candidatos, una propuesta bien recibida. Más paticipación a los miliantes, más apertura. Promesas de un horizonte necesario. De una realidad reclamada.
Pablo Casado, el más mediático de los miembros de la nueva cúpula del partido, era reclamado por el sector más joven de los asistentes para selfies y abrazos. Cristina Cifuentes recibía felicitaciones por doquier antes de apuntar en una autocrítica casi solitaria, al referirse a que el PP ha pecado de lejanía con la gente y de falta de humildad. Cristóbal Montoro también era objeto de parabienes por la decisión de rebajar el IRPF, recién aprobado en el Consejo de Ministros. La vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, se mostraba satisfecha con el anuncio inesperado de una rebaja en el recibo de la luz.
Los más de mil militantes congregados en el recinto madrileño tenían necesidad de transmitir sus ideas, sus deseos, sus quejas, a los dirigentes del partido. Lo hacían con pasión y vehemencia, aunque con un relativo escepticismo. Los ponentes tan sólo disponían de cinco minutos para su exposición y se abría luego un turno de preguntas sin temario fijo. Muchas dudas sobre el futuro y muchas incógnitas sobre la estrategia a seguir. Pero la respuesta a las grandes cuestiones está guardado bajo siete llaves en la esfinge de Rajoy, aunque los mensajes de ayer permitieron abrigar esperanzas de cambios.
La sorpresa de Rajoy
A De Guindos se le preguntaba por Grecia, y por Tsipras y por Podemos. Y el ministro de deshacía en explicaciones, amable y cordialmente. Algunos ministros llegaron y desaparecieron como por ensalmo tras cumplir con su intervención. Casi como Rajoy, que sorprendió con su presencia en la apertura de las sesiones en la que hizo una exaltación a la libertad y le sacudió un sonoro golletazo a Podemos y al PSOE.
En los corrillos se hablaba de los desastres de las autonómicas, de la gente que ha perdido cargo y nómina, del fiero avance de Podemos y su gente a ayuntamientos y gobienros autonomicos, del despegue de Ciudadanos, de la severa incertidumbre hacia el futuro. Se reclamaba más política, más liderazgo, más lucha, más pelea. Las encuestas arrojan resultados pesimistas para el partido recién renovado, logo incluído.
El ambiente, muy 'guay', relajado, moderno, distendido, sonriente y simpático, consigió su objetivo taumatúrgico. El resultado fue un encuentro entre amigos, salpicado por algunos ministros/marcianos y por altos cargos de sensibilidad coriácea. Ha faltado, hasta el momento, algo de espíritu autocrítico y, especialmente, un sentido claro de lo que pretende hacer el PP para ganar las elecciones a finales de año. Aventar el fantasma del 'miedo a los barbaros', prodigarse sin pausa en las tertulias de la tele e insistir en los logros de la recuperación parece que, por el momento, no es artillería suficiente para dar el vuelco necesario a la actual situación. Pasada la cita electoral, se celebrará el congreso en el que, todo lo ayer apuntado, democratización interna, articipación de la militancia, será una realidad. Quizás tardia.