El temor por el avance de Unidos Podemos vence la repugnancia por los casos de corrupción. Los estrategas del Partido Popular empiezan a detectar síntomas de un mal disimulado optimismo entre sus filas ante el resultado que suponen que arrojarán las urnas el 26-J. Las encuestas -a la espera del CIS de este jueves- anuncian un resultado unánime: El PP aparece inevitablemente en cabeza. Al tiempo, se detecta un hundimiento notorio del PSOE, que puede alcanzar dimensiones catastróficas, y un frenazo en seco de Ciudadanos. El bloque de la extrema izquierda mantiene su escalada, aunque parece ya haber tocado techo.
Mariano Rajoy transmite estos días una sensación de tranquilidad, y hasta de confianza. Su campaña electoral 'a favor', apoyada en vídeos certeros y mensajes lineales y directos, le permite palpar a pie de calle un mejor ambiente que en las inquietantes previas de diciembre, de acuerdo con lo que comenta gente de su entorno. A pesar de los cuatro años de dificultades y penurias económicas y a los continuos estallidos de todo tipo de escándalos, el PP pierde tirón pero mantiene el tipo. La teoría es que el miedo a Podemos funcionará como un potente activo en las urnas. De ahí la estrategia de la ‘bipolarización’, de ahí el ninguneo a Sánchez, de ahí las invocaciones permanentes al voto útil, la moderación, la fiabilidad.
La teoría del PP es que el miedo a Podemos funcionará como un potente activo en las urnas
Este estado de ánimo, más entusiasta que hace apenas tres meses, empieza a calar en los diferentes estratos de la formación conservadora, de ahí que desde la cúpula del partido haya empezado a lanzarse el mensaje de que el optimismo es estimulante pero que exhibido en exceso puede convertirse en contraproducente.
Síntomas y análisis
La última muestra de esta especie de súbito ataque de moral victoriosa son los datos del voto por correo, que ya han superado las 800.0000 peticiones, es decir, el triple que el 20-D. Arguyen en el PP que esta movilización corresponde en gran parte a votantes conservadores, que no quieren engrosar las filas de los abstencionistas, en especial teniendo en cuenta que la fecha electoral puede encontrarles ya en su zona habitual de vacaciones de verano. “Nuestra gente, en especial la de mayor edad, está mucho más movilizada, se nota a la legua, no tiene nada que ver con la apatía del 20-D”, comentaba días atrás un alto cargo de la formación.
No todo son sonrisas exultantes en el equipo que comanda la campaña electoral. Se respira una cierta tranquilidad ante la constatación demoscópica de que el suelo de su voto no ha caído, pero no hay datos fiables de que el elector que optó por quedarse en casa en diciembre esté pensando en cambiar de opinión. “Se aprecia más el regreso del votante que se fugó a Ciudadanos el 20-D que el que se quedó en casa”, comentan en estas fuentes.
“Se aprecia más el regreso del votante que se fugó a Ciudadanos el 20-D que el que se quedó en casa”, comentan fuentes del PP
Desde Génova se envían permanentemente invocaciones a la serenidad, a no dar nada por ganado, y, como hizo Jorge Moragas, a recordar que se necesitan 1,5 millones de votos más para superar la barrera sicológica del 30 por ciento. Si no se logra esa meta, no parece demasiado creíble pensar en que los resultados de junio vayan a ser mejor es que los de diciembre. Y la noche del 26-J puede convertirse en una auténtica tragedia.
La campaña electoral de los populares discurre por una línea muy elemental, centrada en la actividad personal de su candidato por las provincias donde hay alguna posibilidad de arañar un escaño con la suma de restos. Bien sea de los abstencionistas o de Ciudadanos. Andalucía, Castilla la Mancha y la región levantina serán cruciales en esta operación. También Cataluña, donde la evolución de los acontecimientos políticos, con el atasco del gobierno de Puigdemont en su empeño de sacar adelante los presupuestos, traslada una imagen de inestabilidad que bien podría extrapolarse a la del 26-J, en el caso de que los votantes se abracen a las posiciones radicales.
Podemos, el segundo en las urnas
“Aún no hemos ganado nada, hay que salir a pelearlo todo”, insisten estos dirigentes populares que confían en que la fotografía final de las elecciones sea la de un Podemos en segundo puesto pero no por encima de los 85 escaños y un PSOE como tercera fuerza, lo que forzaría la abstención de los socialistas en una posible investidura de Rajoy. “Sánchez no encumbrará a Podemos, no puede hacerlo, estaría muerto”, es el argumento más escuchado.
“Sánchez no encumbrará a Podemos, no puede hacerlo, estaría muerto”, es el argumento más escuchado
Rajoy está contento, pero no se fía. El tiempo y los acontecimientos le vienen dando la razón. Su decisión de no presentarse candidato a la Investidura fue un acierto, coinciden ahora incluso quienes, entre los suyos, lo consideraron en su día un error. Sánchez resultó quemado en su empeño imposible. Da por hecho que su propuesta de gobierno de coalición no se materializará. Ni quiere Rivera ni menos aún, Sánchez. Pero si logra superar los resultados de diciembre al menos un punto y unos cuantos escaños, resultará difícil desalojarle de la Moncloa. Para que esto ocurra, es imprescindible mantener la movilización al límite y, especialmente, sostener la imagen del fantasma de Podemos, una fuerza de extrema izquierda “disfrazada con la corbata de la piel de cordero”, en opinión de Moragas.