El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, está decidido a impulsar a sus peones del Consejo de Ministros en las direcciones territoriales del PSOE. El líder socialista está moviendo sus piezas en el mapa político del país con un perfil predilecto: mujer. El jefe del Ejecutivo empezó su particular de tronos con la ministra de Ciencia, la valenciana Diana Morant, a la que aupó a la dirección del partido en la Comunidad Valenciana tras la salida del expresidente Ximo Puig. Las siguientes en la lista son la ministra de Educación, la aragonesa Pilar Alegría, -quien ya anunció su intención de pelear por el liderazgo de la federación autonómica contra el 'lambanista' Darío Villagrasa-, y también, previsiblemente, la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a quien sus compañeros en Andalucía ya señalan como el reemplazo dictado por Sánchez para enterrar a Juan Espadas.
Los ministros constituyen el principal activo del Gobierno, ya que le ponen rostro y política. Por eso, casi todos terminan involucrándose políticamente como grandes forofos del partido que les sustenta y terminan recalando en las listas electorales de las generales. La mayoría, como grandes cabezas de cartel en cada provincia.Otros, como candidatos a alcalde -fue el caso de Reyes Maroto y de Carolina Darias-. Y, otros, como candidatos a presidentes autonómicos, como Salvador Illa. En cualquier caso, la fórmula tiene ventajas e inconvenientes. Hay quienes creen que la proyección pública de Moncloa es un arma imbatible, como aseguran fuentes de otro ministro candidato, el titular de Transformación Digital, Óscar López, que acaba de tomar las riendas en Madrid. Pero también hay quienes señalan el riesgo para Sánchez de ver sus apuestas derrotadas en primarias y en las propias elecciones.
El Partido Socialista lleva tiempo asimiliando que Sánchez impulsaría a sus afines en los territorios para laminar cualquier ápice de contestación interna, que en los últimos meses se ha intensificado por culpa del pacto fiscal para Cataluña que suscribió Moncloa con ERC a cambio de la investidura del socialista Salvador Illa como presidende catalán. La sangría de las elecciones autonómicas y municipales del año pasado dejó a las federaciones socialistas desnortadas y a sus cuadros muy molestos por la entrega de la dirección federal a las formaciones de izquierda regionalista o independentista.
En verdad, no se entiende el funcionamiento interno del PSOE sin sus federaciones territoriales. Los barones tienen mucho que decir sobre la línea política del partido, aunque el secretario general ha ejercido en estos diez años años desde su llegada al poder un liderazgo vertical que ha conseguido contrarrestar la influencia de las sucursales socialistas de España. Pero el pacto de marras las dejó aterrorizadas por sus consecuencias electorales por mucho que del cónclave de Sevilla del pasado noviembre saliera un consenso lo suficientemente ambiguo como para contentar a todos.
El expresidente aragonés Javier Lambán se atrevió a poner palabras a ese sentimiento este pasado verano: "El pacto [en Cataluña] pone los pelos de punta. Me temo que el resultado catastrófico del 2023 va a ser una broma comparado con el de 2027". Cabe recordar que los comicios de mayo de 2023 hicieron perder a los socialistas siete ejecutivos autonómicos. Solo retuvieron (y con dificultad) Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra. Aquel fue un fuerte golpe que Pedro Sánchez, no obstante, logró neutralizar azuzando el miedo a la ultraderecha para movilizar a los votantes progresistas y unirlos en torno a la papeleta del puño y la rosa apenas dos meses después.
Es más, algunos en el partido consideran que aún puede menguar más el ya de por sí escaso número de gobiernos autonómicos y municipales que lideran. Por eso, algunos socialistas echan un falta un proyecto nacional, porque ven al partido subsumido en una maraña inquietante: por tener el poder, se abraza a políticas que ponen en jaque el sistema constitucional de 1978. Y el acuerdo en Cataluña es el penúltimo ejemplo. En verdad, cada vez más miembros del PSOE se miran y no se reconocen.
Uno de los grandes debates en el PSOE este 2024 es si la política del partido está alimentando en exceso a los partidos regionalistas, nacionalistas e independentistas. Hace tiempo que destacados socialistas acusan a Sánchez de propiciar la desaparición del partido a nivel autonómico. La inclusión de estas formaciones en la mayoría de la investidura les ha abierto un gran hueco a estas formaciones en sus territorios autóctonos. El análisis de algunos dirigentes socialistas es que el voto dual les está matando. Es más, fuentes de la dirección asumen que son estos partidos los que están rentabilizando la acción del Ejecutivo central cuando se abren las urnas.
El propio Sánchez llegó a pedir a los suyos que auparan liderazgos autonómicos que incluso trasciendan las siglas socialistas. Y, precisamente, ese es el gran lamento de la vieja guardia, capitaneada por el expresidente Felipe González. Estos socialistas lamentan ver cómo su partido ha dejado de aspirar a gobernar aglutinando mayorías para contentarse con formar parte de una sopas de siglas en los consejos de gobierno autonómicos, especialmente los de la España perifiérica. Aunque la apuesta de Sánchez por situar ahora en las comunidades a sus afines tiene dos lecturas, aparentemente contrapuestas: bien como una renuncia a esa entrega a los socios independentistas, bien como la fijación de ese principio a través de quienes se ponen la camiseta del sanchismo.
Birmania
31/12/2024 08:45
"La perfecta “baronesa” sanchista: mujer, ministra y de estricta obediencia". La mujer que obedece sin rechistar a su amo y señor. Todo muy feminista y progre. Sánchez paradigma de la izquierdona hipócrita.