El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha asumido que no puede frenar la crítica de los territorios, así que les tenderá la mano con el objetivo de no verse derrocado en el corto plazo. Necesita ganar tiempo a través de una tregua. Por ello, trabajará para que el pulso de los críticos no desemboque hacia un congreso inmediato, puesto que eso significaría su fin político. Fuentes de Podemos desvelan a Vozpópuli cuál es el plan del secretario general de cara a la cumbre del próximo sábado, el Consejo Ciudadano Estatal, en el que se juega su futuro y el de su número dos, Irene Montero.
La estrategia que maneja Iglesias consiste en asumir parte de la crítica de los dirigentes locales. Concretamente el de la tercera vía, corriente alternativa tanto al pablismo como a los anticapitalistas y capitaneada por Ramón Espinar, como adelantó este diario. Iglesias les dirá que a lo largo de estos años la gestión interna no ha sido la más adecuada. Y les ofrecerá la cabeza de Pablo Echenique, ex secretario de organización y número 3 del partido, como demostración de su buena predisposición.
Si bien el alejamiento de Echenique ya estaba previsto, entre otras cosas por la pérdida de confianza de Montero, el incendio interno ha acelerado la defenestración. A partir de ese cese (Echenique se encargará de las negociaciones con Sánchez), Iglesias apelará a la “unidad”. Repetirá que la división es dañina y dará por buenos algunos argumentos de los críticos: por ejemplo la necesidad de cierta descentralización (un guiño a la federación andaluza, cuyo papel es clave para decantar la balanza en las alianzas internas).
El secretario general asumirá así la necesidad de adelantar el congreso, en teoría previsto para 2021. Pero la suya será una concesión a medias, porque la supeditará a la búsqueda del acuerdo con Sánchez. “Dirá que el interés de los dirigentes no pueden prevalecer sobre el de un gobierno de progreso que resuelva los problemas de la gente. Y apagará la polémica buscando alguna forma de consenso de los dirigentes territoriales”, afirman varios miembros de Podemos.
Esto significa que Iglesias no descartará abrir el debate interno, incluso en el próximo otoño como esperan algunos críticos. Pero su mejor opción es adelantarlo al primer trimestre de 2020, cuando de la tormenta quede poco más que el suelo mojado.
Búsqueda de consenso
Iglesias sabe que el próximo sábado solo puede sobrevivir buscando algún tipo de consenso general sobre el adelanto del congreso. Pero se reservará desgranar la fecha en un segundo momento. Y este plazo coincide con el cierre de la negociación con Sánchez. De esta manera ganará tiempo y saldrá de la cumbre del sábado herido, pero no muerto.
Podemos necesita un proceso amplio de debate para volver a ganar. Y eso pasa también por recuperar a quienes han quedado por el camino.
Podemos debe volver a ser una herramienta del pueblo para refundar España. pic.twitter.com/Ks5SKhr3eN
— Ramón Espinar ?? (@RamonEspinar) June 5, 2019
Los críticos en cambio no tendrán más salidas que lanzarse a por todas contra el secretario general. Su órdago, respaldado en estos días por Espinar, que ha vuelto a posicionarse al centro del debate interno, solo triunfará si el sábado Iglesias queda tocado y hundido. Una dinámica que, afirman varias fuentes del partido, Iglesias puede haber desarticulado con el alejamiento de Echenique.
En cuanto a la negociación con Sánchez, si Iglesias llega a un acuerdo de coalición tendrá el camino libre para convocar un Vistalegre III al que llegará como inevitable ganador. Si, en cambio, Sánchez se enroca e Iglesias decide tumbar la investidura, de repetirse las elecciones el cónclave también deberá aplazarse. En ambos casos ganaría Iglesias y el esfuerzo de los críticos resultará en vano.
La tregua, una victoria
Ganar tiempo también significará trabajar en la fusión con IU. Esa incorporación es necesaria para ampliar el censo del partido y contar con una nueva corriente fiel. La sustitución de Echenique con Alberto Rodríguez, El Rastas, tiene ese sabor. Rodríguez proviene de las filas de los jóvenes comunistas, es considerado un dirigente de las periferias (es canario) y es de extrema confianza de Montero. Él será el encargado de garantizar el acercamiento de los comunistas capitaneados por Enrique Santiago y el de IU, a la espera de saber si Alberto Garzón quiere apostar o no por ese proyecto.
En definitiva, las fuentes consultadas aseguran que Iglesias no ha renunciado a que Montero le dé el relevo. “Ni mucho menos”, dicen. Pero su plan ahora ha cambiado. Ha pasado de una posición de intransigencia a otra aperturista. Tenderá la mano al sector crítico para ganar tiempo y evitará que sean ellos los que le obligan a convocar un congreso. De ser así, el tándem Iglesias-Montero prevalecerá. Una tregua, a estas alturas de la película, equivale en una victoria para Iglesias.