El Gobierno se ha lanzado en tromba contra la ley de secesión que acaricia Carles Puigdemont en su cajón presidencial. Rajoy dio este lunes el banderazo de salida con un ataque frontal y sin matices. "Es lo más grave que he visto en democracia", aseveró. "Chantaje y amenaza", añadió. Este martes, siguió el hilo en el Senado: "Una cacicada propia de dictaduras".
Sus ministros se sumaron a la ofensiva. El objetivo es 'desmontar a Puigdemont sin entrar en su guión', según comentan. Méndez de Vigo, el portavoz tradicionalmente templado, fue quien más lejos llegó al hablar de 'golpe de Estado'. Dolores de Cospedal se limitó a un tajante 'intento de golpe de Estado'. Guindos habló de un 'empobrecimiento brutal' de Cataluña con la independencia. Dastis, titular de Exteriores, generalmente inocuo, habló de "aberración". La vicepresidenta Sáenz de Santamaría, presente en Barcelona junto a los Reyes, se mostró más moderada: "La democracia tiene el poder para evitar el referéndum".
Los miembros del Gobierno se mostraban prudentes hasta ahora ante el desafío catalán. No se trataba de entorpecer o interferir en la 'Operación diálogo' de Santamaría. Se ha levantado la veda y hasta dinamitado el gran tabú. Puede hablarse ya abiertamente de 'golpe de Estado', una expresión que tan sólo utilizó en su día el exministro García Margallo.
El Constitucional y "lo que haga falta"
Moncloa sospecha que no habrá forma de impedir que Puigdemont convoque el referéndum. "No tiene alternativa, no puede saltar en marcha de un tren que ya no sabe cómo parar", señalan. Ya no hay forma de ayudarlo, explican. El gobierno central se llena de razones para cuando sea llegado el momento de 'intervenir'. Lo hará en el momento en que se convoque la consulta. Abogacía del Estado, primero. Fiscalía y el Constitucional, luego. Y si 'hace falta algo más se hará, no habrá una segunda edición del 9-N", añaden.
Moncloa sospecha que no habrá forma de impedir que Puigdemont convoque el referéndum. "No tiene alternativa, no puede saltar en marcha de un tren que ya no sabe cómo parar"
La ofensiva contra Puigdemont la lidera el Gobierno. Se trata de un desafío al Estado, a la Constitución y a nuestro ordenamiento jurídico. El partido pasa a un segundo plano. Su objetivo será marcar muy de cerca a Pedro Sánchez, el recién elegido secretario general del PSOE, de quien se esperan sustos y sobresaltos. Es el regreso del "no es no", comentaban en Génova la noche del domingo tras conocerse la derrota de Susana Díaz.
Firma marcaje sobre el nuevo PSOE
Génova va a mostrar una actitud prudente a la espera de los primeros pasos de Sánchez. La gran inquietud es si, dentro de unos meses, el nuevo líder del PSOE pone en marcha una moción de censura contra Rajoy. La que ahora ha presentado Podemos y que se votará el 13 de junio, nació muerta, sin apoyos. Sánchez ha dicho que no la apoya. Otra cuestión es lo que haga en el futuro, cuando ya haya tomado las riendas absolutas de su formación. El PP no se fía. Teme otra etapa de tensiones y bloqueo. Por ahora, tan sólo va a marcar el terreno y a recordar el perfil institucional y de partido de Estado que siempre tuvo el PSOE.
No se van a prodigar las declaraciones agresivas, ni los debates 'cuerpo a cuerpo'. El hecho de que Sánchez no sea diputado facilita las cosas. "Por ahora no se va a entrar. Hay que dejarles que se organicen, que reestructuren el partido y, eso sí, recordarles tan sólo que hay asuntos en los que una fuerza democrática tiene que significarse, como en el reto independentista catalán o los compromisos exteriores de nuestro país", añade esta fuente.