Corría el año 1959 y el régimen de Franco se disponía a inaugurar el Valle de los Caídos. El Ministerio de Información y Turismo elaboró entonces un informe reservado ante los rumores que había propagado la oposición en el exilio de que este lugar iba a ser “la realización de una idea megalomaniaca del jefe del Estado, que se preparaba en vida el más fastuoso mausoleo”.
Frente a ello, se hacía hincapié en dicho informe -dirigido a los dirigentes del régimen franquista y al que ha tenido acceso Vozpópuli- en que “nadie puede afirmar que haya proferido el jefe del Estado palabras que pudieran justificar tal rumor aún del modo más vago e indirecto”.
Por si no había quedado claro, en el siguiente párrafo se descartaba que Franco fuese a ser enterrado en ese lugar. “Es más, nadie que conozca los planos de la cripta o la basílica o el Valle entero puede señalar el menor indicio de que se haya previsto, ni lejanamente, un posible emplazamiento donde en el futuro pudieran reposar los restos mortales del hoy jefe del Estado español”.
La realidad es que Franco nunca dejó por escrito su voluntad de ser colocado en el altar de la basílica de Cuelgamuros, a pocos metros de la tumba del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera. Tampoco mencionó otro sitio.
Pistas en la Fundación Franco
La fundación que lleva su nombre da varias pistas en su página web sobre lo que pasó antes y después del 20 de noviembre de 1975: “Franco compró una tumba en el cementerio de El Pardo. Fue el gobierno de entonces quien determinó que el enterramiento del Generalísimo fuera en el Valle, decisión ratificada por S.M. el Rey, quien pidió permiso al abad de la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos para enterrar allí a Franco”.
Existen muchas piezas del puzzle que siguen sin encajar. Antes de la inauguración del Valle en 1959, el arquitecto Diego Méndez preparó una fosa similar a la de José Antonio en la parte posterior del altar tras una conversación con Luis Carrero Blanco, quien posteriormente llegaría a presidente del Gobierno.
El mismo Méndez explicó a varios historiadores que Franco, en una de sus periódicas visitas, le señaló un día el hueco de la citada fosa y le dijo: “Bueno, Méndez, y en su día yo aquí, ¿eh?”. Pero el testimonio de Méndez evolucionó con el paso de los años. Primero dijo que ese deseo, expresado verbalmente por el dictador, fue pronunciado sólo ante él, luego que había uno o dos testigos… a los que nunca quiso o pudo identificar.
Hubo otros testimonios que han reforzado la tesis de que el vencedor de la Guerra Civil quería reposar allí, como los del arquitecto Ramón Andrada o el delineante Antonio Orejas, dos personas que trabajaron con los planos del interior de la basílica y que le oyeron decir lo mismo más o menos. Sin embargo, la nota reservada que el Gobierno franquista elaboró en 1959 para sus ministros y altos dignatarios negó de forma tajante tal posibilidad.
Además, se subraya que en el momento de la inauguración no se quiso llevar ningún cuerpo a la cripta si las familias habían esgrimido “alguna razón sentimental para oponerse”, algo difícil de creer; al tiempo que se justificaba que el monumento no fuese de carácter cívico “al estilo de los levantados en tantas ciudades europeas y americanas al Soldado Desconocido”.
“Quería el Jefe del Estado dar al monumento a los Caídos en España todo el sentido cristiano que tiene la muerte y la vida eterna en la fe católica. Por otra parte, deseaba que no fuera un desconocido, símbolo de todos, sino que se les rindiera homenaje en sus nombres”, concluía el documento.