Rodrigo Rato, quien fuera vicepresidente todopoderoso con José María Aznar, presentó este lunes su solicitud de baja temporal del partido, que le fue admitida por la dirección del PP. Rodrigo Rato había intentado sin éxito ser atendido en sus explicaciones sobre su "inocencia" en el escándalo de las tarjetas black de Caja Madrid. Tanto Mariano Rajoy como Dolores Cospedal habían manifestado por la mañana la firme actitud del partido ante este escándalo, que había provocado un enorme malestar en las filas de la formación en el Gobierno. Rajoy no le quiso escuchar, no atendió a sus súplicas, le dio la espalda y le dejó caer.
En las últimas jornadas, desde que el juez Andreu le impusiera una fianza de tres millones de euros tras su imputación en el caso de las tarjetas negras de Bankia, Rodrigo Rato había intentado transmitir a su partido sus explicaciones sobre este tenebroso asunto. Nadie le recibía, nadie le escuchaba, nadie se le ponía al teléfono. Estaba sentenciado. Sus treinta años de militancia y su hoja de servicios de primer nivel no servían para nada. Mariano Rajoy había dado instrucciones de que era necesario actuar con contundencia con un asunto que ha removido profundamente a las filas del Partido Popular, donde se reclamaba abiertamente un escarmiento ejemplar.
En las últimas jornadas Rato había intentado transmitir a su partido sus explicaciones sobre este tenebroso asunto. Nadie le recibía, nadie le escuchaba, nadie se le ponía al teléfono
Llamadas sin respuesta
Callados u ocultos, sus amigos de antaño, cuando era el segundo hombre más poderoso del país, le han ignorado. Rodrigo Rato ha telefoneado estas últimas horas con insistencia en petición de ayuda, de atención. Hablaba con algunos diputados, muy pocos, con gente de Moncloa, con algún cargo de Génova de escasa relevancia. Explicaba su problema con las tarjetas negras, contaba su versión del asunto y pedía que se le escuchara en algún despacho de responsabilidad. Pero no lo logró. La callada por respuesta.
El exvicepresidente ya era lo más parecido a un apestado. Ni siquiera Javier Arenas, compañero en tantas aventuras, le respondía, de acuerdo con fuentes informadas. Todo son portazos. Algunos periodistas también han recibido su angustiosa llamada. Viejos conocidos a los que alguna vez incluso hizo importantes favores. Pocas respuestas. Nadie puede hacer nada. Es lo que escuchaba una y otra vez, amén de alguna palabra de aliento.
La teoría de la ignorancia y el engaño
Imputado tanto por el caso Bankia como por el de las tarjetas, resultaba muy difícil que su versión fuera atendida. El exvicepresidente del Gobierno afirma que le engañaron, que él no prestó atención al mecanismo de las tarjetas, que pensaba que eran un complemento salarial. Que este asunto funcionaba en la caja desde hace años, que él lo heredó de Blesa y ni siquiera le dedicó al asunto dos minutos. Así se lo explicó al instructor del caso en la Audiencia Nacional. Y ahora todo esto pretendía explicárselo personalmente al presidente. Pero muy poco han podido hacer sus interlocutores ante esta demanda de auxilio.
Mariano Rajoy hace ya tiempo que inclinó el pulgar hacia abajo. Rato estaba condenado. Ni miramientos ni comprensión. El propio presidente lo dejó ayer bien claro en el comité ejecutivo de su partido. Lo primero, tener cuidado con las formas, pero firmeza en la decisión. "Contundencia y legalidad", les prometió el presidente a sus barones, que están incendiados con el asunto. Y así ha sido. "Ni el caso Bárcenas nos ha hecho tanto daño", comentaba uno de ellos a la salida de la reunión. Quieren que Rato desaparezca del partido cuanto antes. Las elecciones están a la vuelta de la esquina. Feijóo, Fabra y Arancha Quiroga se han manifestado sin ambages. Rato no podía seguir, han coincidido en declaraciones públicas. Otros muchos piensan igual pero lo comentan en privado.
"La idea es que se zanje todo el asunto cuanto antes. Rajoy ya ha dado el visto bueno"
Una solución rápida
La secretaria general del PP, Dolores Cospedal, también pretendía una solución rápida. "Es evidente que este caso perjudica al partido" y a la "credibilidad" de todas las instituciones, declaró ayer con firmeza. Cospedal se lo hizo saber en una conversación telefónica en la que le dejó claro cómo estaba su situación. Sin salida. El comité de Garantías del PP se iba a encargar del caso y del de los otros doce militantes implicados en el pestilente episodio las tarjetas black. Todos caerían en el mismo paquete, según la idea previa a la renuncia, todos saldrían por la misma puerta, comentaban en Génova. Pero el exvicepresidente del PP ha adoptado finalmente la decisión que se le reclamaba. Abandonar temporalmente el partido a la espera de novedades. El siguiente paso, según publicaba el domingo Vozpópuli, sería la expulsión.
La comisión de Garantías del partido disponía de dos meses e incluso uno más de prórroga, para decidir sobre el caso. Es decir, para dilucidar si los expedientados resultan o inocentes o se les aplica suspensión o expulsión. Pero Cospedal ha animado a que el trámite sea rápido. Todo tenía que solucionarse cuanto antes. La herida de las tarjetas no podía permanecer abierta tanto tiempo. Rajoy ya le había dado el visto bueno, mencionan las fuentes. Rato insistía hasta ayer mismo en su inocencia. En la carta dirigida a Dolores Cospedal subrayaba su firme convicción "de haber actuado siempre dentro de la legalidad, en el convencimiento de que esas tarjetas emitidas, conocidas y controladas por la entidad, eran para uso personal y formaban parte de mi salario. Como tal eran declaradas y contabilizadas". También menciona que ha tomado esta decisión en beneficio del Partido Popular y asegura estar a su disposición "para todas las explicaciones que se me requieran ante los órganos pertinentes".